Como un capricho del primer regidor, nos había dado la oportunidad
de poder pasear por la calle Santander los domingos sin que tuviésemos el
agobio de vehículos y motos haciendo ruido por allí. Lo sentimos. La calle Santander ha dejado de
ser peatonal. Quizá al plantearla, su idea general fuera buena: los peatones
burgaleses podrán pasear por esa calle los domingos soleados, dándose un homenaje
de agradecimiento a ellos mismos como consecuencia de no tener vehículos por
allí.
Cierto, pero el resultado ha
sido malo, muy malo. Después de haber movilizado a la mitad de la Policía Local
de Burgos para qué tuviesen cuidado de que ningún coche pasase a la zona
peatonalizada o pecasen pasándose de los accesos para el aparcamiento de la
Plaza Mayor, ha habido infinidad de denuncias y quejas por parte de los
ciudadanos como resultado de que los buses con parada en los soportales de
Antón seguían pasando por esa calle, confundiéndose con los peatones.
Por una cosa u otra, en el tiempo
que ha durado esta medida, los burgaleses no se han sentido acreedores de ese
privilegio ya que el peatón solo siente como suyo, algo que le da tranquilidad
y no le obliga a pensar si estará cruzando sin mirar o si se estará saltando un
semáforo en rojo. Si se peatonaliza, será con las mismas condiciones que en las
calles que ya lo son. Por eso, podemos decir sin equivocarnos, que la anulación
de esa medida ha sido acertada.
El resultado de todo eso es que
se ha perdido una buena oportunidad de tener una zona de paseo muy válida para
los peatones, pero al mismo tiempo se ha perdido también la oportunidad de que
esa zona pudiese ser utilizada para esas compras de los peatones durante los
días que efectivamente hay más posibilidad de negocio, es decir, los sábados
por la tarde o incluso todo el sábado.
Hubiera estado bien haber
cerrado el tráfico a partir de ubicación de la entrada y la salida de los
aparcamientos. Haber modificado, ese día, el recorrido de los autobuses que
paran en los soportales de Antón y hacerlo peatonal hasta el semáforo del
“Toro”, sin que en ese tramo hubiera otros vehículos que los propios derivados de
urgencias. Además de los votos consecuentes, se conseguiría qué en las próximas
fiestas navideñas, los burgaleses anduvieran por la calle como si estuvieran en
la Quinta Avenida de Nueva York.
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