lunes, 26 de octubre de 2020

EL EQUILIBRIO DEL TREN CARRETERAS DE GALICIA.

 

Después de bastante tiempo he vuelto a Galicia y me ha emocionado su evolución. Coges la autovía de León (toda una delicia), para luego entrar en el peaje de León-Astorga (una cara delicia) para llegar a Pereje y pensar en lo que había y en lo que hay. Aquellos primeros viajes a Burgos. Primero santiguarse y bendición papal, para que las once horas de éxodo desde La Coruña no fuesen eternos. Para que aquellos casi seiscientos kilómetros de carretera sin un metro de doble carril o con un carril circulatorio absolutamente surcado por las rodadas de los camiones no te hicieran perder el frágil control. El temible Puerto de Piedrafita del Cebrero, auténtico matagigantes, rompe-motores…

“Su excelencia” no había tenido a bien invertir en la región que le había visto nacer y así nos iba. Bueno, parecido a otras regiones. Aquellas fechas… cuando los gobiernos de Suárez y posteriormente Felipe, dudaban en invertir en una antieconómica autovía de Madrid a Galicia, con tal obra de ingeniería civil que habría que acometer en el puerto de Piedrafita, con los taludes más altos de la red de carreteras de España. Otros más peregrinos, aseguraban la impenetrabilidad del Macizo Galaico o el indudable desplome de los puentes.

Las obras de la Autovía del Noroeste con sus enormes puentes colgantes entre grandes puertos de montaña, comenzaron en 1993, después de que el gobierno de Felipe se hartase de recibir exabruptos y quejas de un Fraga que se había empeñado en rejuvenecer los accesos a Galicia situándola en el mapa de Europa.

La tecnología fue más rápida que el saber popular y aquella autovía se construyó, aunque hubo que esperar hasta 2002 para ver funcionando sus últimos ocho kilómetros, que la colocaron como la obra de ingeniería civil de mayor envergadura económica de Europa. Había costado un millón y medio de pesetas… cada metro.

Aquellos puentes que rompían la armonía de los viejos montes gallegos, sufren el desgaste del progreso cargadas de tráfico, con miles y miles de vehículos cada día, que han hecho que el firme haya sufrido más de lo debido y estén absolutamente necesitadas de algo más que repasar chapa y pintura. Baches, parches y rodadas por doquier hacen absolutamente peligrosa la conducción e indecente la seguridad. La reparación es obligada y quizá alguien pensaría que esas infraestructuras dependen de las Comunidades Autónomas. No es así. Dependen del Estado español, concretamente del ministro de Fomento, extraviado desde que se subió al avión de la política cubana. La reparación deberá llegar ¿Cuándo? La respuesta será parecida a la que dio una “bruxa” gallega cuando le preguntaron cuando llegaría el AVE a Coruña: “hay, non che sei, neniño”.

EL EQUILIBRIO DEL TREN LA RESILIENCIA

 

Los presidentes del Gobierno ya nos tenían acostumbrados a la creación, novación o repetición de palabras o frases que, por desconocidas, no eran de fácil inclusión en el acervo coloquial de los ciudadanos. Así Felipe nos llevó al “obsoletismo”, Aznar al “mire usted”, Zapatero al “nohaycrisis” o Rajoy a los “chuches”. Se ve que va con el puesto.

El actual presidente, visto que la palabra “Valeria” no la había repetido lo suficiente durante la anterior campaña electoral, ha encargado a alguno de sus asesores la búsqueda de la palabra que dé significado a su mandato. Así, consecuencia del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Economía Española, ha surgido la palabra. RESILIENCIA. 

Aunque en su larga exposición del Plan la pudo repetir, “ad nauseam” más de dos docenas de veces, sin embargo, no perdió ni un segundo en explicar al justiciable el significado de tal palabra.

Lógico. Suena bien, pero no es una palabra a la que se le pille fácilmente el intríngulis. Es decir, sin entenderla, puede ser un auténtico calvario, así que repetiré lo que ya dije en uno de los artículos del reciente mes de mayo.

La resiliencia es la capacidad que tiene una persona o grupo para recuperarse frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro. Aquella capacidad que nos permite desarrollar recursos que se encontraban latentes y que desconocíamos hasta ese momento, haciéndonos recuperar el interés en las cosas.

Igualmente decir que es el poder de aguantar y afrontar la violencia del rayo o la dureza de la tempestad, llegando a desafiar los mayores inconvenientes con una sonrisa en la boca.  Resiliencia es lo que nos ha hecho aguantar sin despeinarnos, un virus asesino, un estado de alarma, casi tres meses de confinamiento afincados en el cristal de la ventana o las declaraciones del señor Simón.

Es difícil cargarse de resiliencia cuando te ves desbordado de gente fallecida, falta de sanitarios, falta de puestos de trabajo o de ayudas económicas. O cuando ves que mientras los contagiados crecían o los sanitarios suplicaban por equipamiento para salvar a las víctimas, los políticos cargados de mediocres frases o errores en los cálculos discutían por pequeños vicios como competencias autonómicas o la república, olvidando la misión para la que se les ha votado: buscar el bien común.

Eso es resiliencia, adaptación al medio, a esto y a lo otro, a la tormenta y al pedrisco y a lo que se nos mande. Pero creo que los políticos la traen de serie. El reto, cuando pasemos por un momento bajón o una pérdida de nivel de resiliencia, cogemos las maletas y nos vamos a La Toja.

miércoles, 7 de octubre de 2020

TÍTULO DE COLUMNA: EL EQUILIBRIO DEL TREN EL PACTO DE LOS BOTELLINES.

Cayo Lara fue un agricultor que, recogiendo el testigo de Llamazares que había dejado cómo unos zorros el anterior éxito obtenido por Julio Anguita en IU en 1999, predicó las bases que debería tener el partido: estar con la gente antes qué con los mercados, aumentar el empleo, Ley electoral más democrática, evitar la especulación urbanística que estaba llevando a cabo el PSOE… o marcando postura en cuanto a la falsedad del debate soberanista en Cataluña. Aquel partido, pretendía ser la imagen de aquellos otros ancestros del PC y resto de la izquierda tradicional que habían sido garantes de los acuerdos llevados a cabo durante la Transición para conseguir que la Constitución fuera una y prima. Cayo tuvo el desacierto de dejar aquel partido huérfano de una figura de alcance que continuara con la estela de su pasado democrático, momento aprovechado por Alberto Garzón que, en poco tiempo y ante la perplejidad de aquellos antiguos afiliados, concluyó que la izquierda tradicional de España, necesitaba unirse a Podemos.

Hace un par de años y después de asegurar en los medios que no se uniría a Podemos porque no estaba cómodo llevando sus siglas, se reunió con Pablo Iglesias, mediando unas cervecitas, en lo que se llamó “el pacto de los botellines” para alcanzar un acuerdo para la creación de una lista electoral conjunta de concurrencia a las siguientes elecciones legislativas. Es lo que tiene Iglesias. La gente dice que no le quiere, pero luego pactan con él. Aquellos acuerdos y pactos marcaron sus propios intereses, incluyendo la sumisa liquidación de aquellos antiguos votantes de izquierdas.

Correspondiendo a esa sumisión, ha alcanzado un poder absolutamente fuera de su alcance o un ministerio que nunca habría pensado conseguir. Pero claro, cuando pactas con el diablo, tienes que estar preparado para todo, incluyendo soportar un feroz ataque de Podemos para impedir que aspires a crear un poder propio dentro del partido. Viendo como le obvian y le hacen el vacío, ha visto como el pacto de los botellines se tambalea y aquella imagen cervecera sellando su acuerdo con Iglesias, ha desaparecido.

No obstante, él, como persona con gran ansia de poder, aun viendo que su posición no tiene muchas salidas, ha tomado la directa y se ha dirigido de cabeza contra las instituciones. El Rey, la Constitución, la monarquía…han sido tocadas sin aceptar que un miembro del Gobierno que ha jurado lealtad al Rey y a la Constitución, no puede estar al mismo tiempo en la oposición. El tiempo se lo cobrará. No sé de qué forma los antiguos comunistas aceptarían tales posiciones, pero lo cierto es, que con la que está cayendo, ahora no toca.

 


domingo, 4 de octubre de 2020

EL EQUILIBRIO DEL TREN: MORIR DE ALIPORI.

 

Como diría mi admirado juez Marchena, empezamos mal. Y digo mal, porque el título se refiere a un “palabro” sin uso muy corriente ni muy utilizado. Pero, no bufe el ávido lector, enseguida explicaré.

Según la RAE, alipori es simplemente vergüenza ajena. Es decir, aquel malestar sentido cuando alguien, incluso querido o cercano, desatina o hace el ridículo. Esa sacudida que te ataca cuando estás escuchando a alguien que, con toda su razón, está diciendo alguna majadería sin sentido. Incluso quien, dando explicaciones, te hace provocar rubor y bochorno haciéndote pensar cómo se sentirán los que oigan semejante chorrada. Aquel siempre recordado “relaxing cup of café con leche” de Ana Botella. Resumiendo, sufrir por lo que hacen los demás.

Lamentablemente los españoles padecemos una permanente situación de alipori al sostener unos gobernantes que nos dejan diariamente con el culo al aire, avergonzándonos con sus falsedades, falta de criterio, falta de preparación e incluso de cultura.

Aquí se presupone que el mero hecho de pertenecer a un partido ya otorga la fe pública o la preparación más absoluta para ser ministro, secretario de estado o cualquier puesto de honor. Más, en la práctica, lo único que supone es que carecen de vergüenza que les pueda sujetar en sus atrevidos instintos o sus osadas tendencias, no teniendo inconveniente en hablar para la galería con tal de dejar allí su poso o su pequeño grano de historia. Pero no es así. Existe el “qué dirán” o “qué pensarán”, pero nada. Aquí no tiene valor.

Qué dirán nuestros vecinos europeos al conocer que el Gobierno ha plantado al Rey (Sí. Jefe del Estado) no citándole para la presentación de la apertura del año judicial, por celebrarse en Cataluña. O, qué pensarán al saber que después de un larguísimo procedimiento penal ante el Tribunal Supremo, con condena por delito de sedición a los responsables, a menos de un año de la sentencia el presidente del Gobierno ya ha ordenado tramitarles el indulto. O cuando conozcan ese nuevo planteamiento del “lunes sin carne” ¡Qué vergüenza!  

Qué pensarán al ver cómo una mujer sin estudios conocidos, por el hecho de pertenecer al partido, predica en la tele sobre Derecho Comparado o modificaciones de Leyes Básicas del Estado. O sobre un concejal qué representando a su ciudad y oculto tras la mascarilla hace playback en inglés. O políticos con salidas de pata de banco como “…es usted un fascista” o “…cierre la puerta al salir”. Pues pensarán que es una vergüenza. Pero tranquilos. El alipori sólo nos afecta a los administrados. A ellos no. Recojamos la propuesta de Leo Harlem sobre que los mandatarios nunca deberían ser menores de cincuenta años. Así sea.

EL EQUILIBRIO DEL TREN: La despoblación rural.

 

Con la pandemia han surgido nuevos hábitos nunca soñados, pero también han quedado silenciados  proyectos iniciados, por aquello de que, lo más importante, siempre delante. Se hay quedado olvidado el tema de la despoblación rural.  

He tenido el honor de ser nombrado por la alcaldesa de Mazuelo de Muñó, Susana Pardo, parte del jurado de valoradores del II Concurso de Microrrelatos sobre despoblación rural, en general Castilla-León y en los pequeños pueblos de la zona de Muñó.

La selección de los participantes, en sus dos categorías, empezó allá por el mes de enero y las perspectivas sobre el éxito de la convocatoria no podían ser más halagüeñas ya que en pocos días se presentaron más de noventa aspirantes a ganar el primer premio del concurso.

En la primera, hasta 16 años, contra cualquier pronóstico se presentaron al concurso más de sesenta autores y de los mayores de 16 años, más de treinta. Muchos de la zona y otros de los aledaños del alfoz de Muño, pero todos ellos con la misma inquietud por el tema. Los concursantes deberían glosar lo que ellos entendían por despoblación y así ha sido. Me han dejado perplejo las iniciativas plasmadas en tan pocas líneas. Recuerdos de lo que ha pasado, la soledad de los mayores o pueblos despoblados o abandonados, unidos a ideas sobre lo que debería ser el futuro basado en una silenciosa protesta sobre lo que les ha pasado a estos, pequeños y no tan pequeños, pueblos de Castilla.

Por si fuera poco, el coronavirus vino a rematar el mal estado en que se encontraban estos pueblos acabando con muchas de las pocas perspectivas habidas o que se habían empezado a llevar a cabo para evitar su despoblación, incluso la del propio concurso de relatos que, a punto estuvo de desaparecer a la espera de una oportunidad mejor. Lo cierto es que supo llamar la atención y la ilusión vino a nacer dentro de la desesperación producida y unos pocos valientes han entendido la necesidad de la repoblación y utilizando la cultura como arma, se concienciaron de que ésta debería ser la clave de la solución. Ver como una de las premiadas leía su obra, de puntillas ante el atril, abre un camino a la esperanza. Hemos empezado bien.

Queda aprovechar el tirón y esperar ayudas que apoyen a pueblos como Mazuelo de Muño que, de momento, ha ampliado al doble, su población.

Quizá estas iniciativas y otras necesarias deberían seguirse en todos los pueblos de Castilla León y quizá éste sea un buen momento. Mirando a aquella gente animosa y preocupada por el futuro, me di cuenta que Mazuelo quizá se vacíe, pero tiene mucha vida.

MILITARES Y CONSTITUCIÓN.

  Escucho en foros políticos y mentideros de tertulianos, glosas de las virtudes de la ministra de Defensa Margarita Robles. Algunos la su...