viernes, 31 de marzo de 2017

Nunquam Minerva partea Palas Capítulo cuatro. Primer encuentro con el mando.


Las presentaciones habían llegado a su fin. Por fin conocíamos a todos los mandos que iban a regir nuestras vidas y milagros durante el resto de aquel curso académico. Los jefes de sección habían aparecido por allí como sin darse importancia pero, dando al aire su propia impronta.
El uno, aparentemente demasiado joven para ser teniente, llevaba bolsillos en el M67. Cosa poco usual pero consecuente con aquel rimbombante nombre de siete bolsillos que traían en su caja los trajes. Efectivamente solo tenían seis y por más que buscásemos nadie fue capaz de dar con el séptimo, hasta que cuando apareció el teniente con sus manos en los bolsillos, pareció dar calma y tranquilidad a nuestros atribulados cerebros. Luego resultó que aquella obra de ingeniería se la había mandado realizar a una modista de Salas de Pallars. Con pocas palabras y sin levantar mucho la voz nos hizo un pequeño desglose de lo que desde su puno de vista iba a ser el curso, que nos iríamos conociendo, que las dudas y problemas (incluso quejas) las presentásemos ante los correspondientes CASEP (¡qué miedo!) y que poco a poco iríamos…
El otro apareció por allí con un chucho y nos dio unas palabras a una velocidad mayor que el rayo en y en un idioma prácticamente comprensible y que nadie pareció entender. Vino a decir algo sobre su perro y nos acabó presentando a su coche (un 127 blanco que acabaría haciéndose famoso en aquellas lides). El caso es que cuando ya se marchaba, nos dijo que él era el más especializado, el más acreditado, el más…en una palabra el más caracterizado. Ello le valió el inmediato y categórico apelativo de “El masca” que le llegó a perdurar durante todo el curso.
El último tardaría unos días en incorporarse y de momento deberíamos contentarnos con un sargento que haría sus veces, nos dijeron. Éste, en un lenguaje que todos pudimos entender nos explicó la aplicación de la disciplina militar a la enseñanza académica, explicándonos en que iba a consistir el curso que hacía breves fechas había comenzado.
La presentación del capitán fue como mucho más aristocrática. Apareció por allí como de rondón cuando estábamos escuchando a uno de los tenientes y metido en medio de la formación, fue haciendo comentarios jocosos a unos y otros, o preguntas de carácter general que, más que ayudar, escamaban al intimado, dejándole receloso sin saber exactamente lo que había pasado. El equipo completo comenzaba a forjarse.
-¿Qué tal se encuentra usted esta mañana?, joven.
No sabiendo de donde procedían aquellas palabras, el interpelado movía la cabeza sin saber hacia dónde dirigirse.
-¿Ha desayunado usted bien hoy?, Caballero.
-¿Usted cree que hay vida más allá de la disciplina y el orden cerrado?
-¿Cómo se llama su capitán?
-¡Cómo! ¿No se sabe el nombre de su capitán? Alguien tendrá que responder por esto.
En medio de la formación, un individuo, alto, con gafas de sol negras, también al igual que el primer teniente con bolsillos en el pantalón de faena, andaba por allí preguntando aquellas cosas tan extrañas.
Finalmente como si de la entrega de los Oscar se tratase y como si fuese pisando una alfombra roja, subió las cuatro escaleras que llevaban al zaguán de la Compañía y con una sonrisa Profidén, nos saludó a todos levantando una mano hacia los tenientes y CASEP que, se ve que conocedores del carácter de aquel individuo, no dieron más importancia y siguieron a lo que estaban. Sin más dilación comenzó su aserto, que fue largo y reposado, su verbo fluido y suave nos llevó por lugares que no conocíamos y nos dejó entrever que aquella no iba a ser una Unidad normal de alumnos, que no iba a ser una Unidad blandengue… bla,bla,bla.
Acabó con aquello tan manido de que “las puertas de mi despacho estarán siempre abiertas para que ustedes puedan contarme sus cosas o lo que se les ocurra. Hermosas palabras que, con los años han ido repitiendo todos aquellos que con motivo de una presentación quieren dar una imagen de democráticos, ello con el olvido evidente del puñetero conducto reglamentario que viene a arreglar de golpe cualquier necesidad que puedas tener de rajar donde no debes.
Los ahora Caballeros o caballeretes como se terminó llamándonos, conocimos aquello del conducto por el militar sistema del frotamiento duro. La primera vez que uno de los alumnos se acercó al capitán para preguntarle cualquier cosa de, evidentemente, poco interés, el CASEP más cercano le miró y con un leve movimiento de la mano derecha, como si fuese a escribir, colocó las cosas en su sitio “luego me da nota, caballero”. Solucionado.
Lo cierto es que cuando ya llevábamos unos pocos días allí, ya nos habíamos hecho una composición de lugar de los mandos que nos habían tocado y estábamos en disposición de compararlos con los de otras secciones o compañías.

martes, 28 de marzo de 2017

Las primarias del PSOE 2017.


Se ha dado el pistoletazo de salida para los aspirantes a la candidatura a secretario general del PSOE. Tres, como las hijas de Elena, se han presentado a tal convocatoria. Pedro Sánchez; Pedro I el Temido por aquello de que si gana volverá a intentar liarla. Susana Díaz; Santa Susana de todos los españoles, la esperada por el aparato del partido y por aquellos socialistas que pretenden una peregrinación equilibrada por los agrestes caminos de la política y por último Patxi López; el eventual , candidato más bien imprevisto, como tercero en discordia.
Estas elecciones, más allá de unas primarias o de la más estricta postura política de cada uno, son política de interés general. No olvidemos que el PSOE es un partido con más de cien años de historia y que es cardinal para un buen funcionamiento democrático del sistema político español. En estas elecciones se solventará qué es bueno para España o, quizá, que es mejor para España.
Pedro Sánchez, sí, aquel  que dijo “hay que ser de izquierdas, que la gente que no dice que es de izquierdas o de derechas es que es de derechas o sea que o eres de izquierdas o no eres nada”, ha tenido su oportunidad y la ha perdido o la ha dejado pasar o se le ha gastado. Emperrado en el NO ES NO  ha hecho de su mandato como secretario general un auténtico calvario a los socialistas pacíficos. Vio cómo Podemos le hacía ojitos y se unió a él para comprobar en sus propias carnes como le organizaba el gobierno y el partido. Luego para su dolor adquirió consciencia de que lo que realmente quería Podemos era fagocitarle, o lo que era peor fagocitar al PSOE ocupando su papel como partido hegemónico de la izquierda. Su unión con Ciudadanos no hizo más que cabrear a la parroquia y no adquirió más que tintes de sufrimiento. Ahora vuelve con SI ES SI. Grata confusión.
Susana Díaz se presenta con una mochila de una ¿buena? gestión en una Andalucía saturada de paro y unos problemas de corrupción galopantes, pero con la cantinela de la renovación por delante y con la consigna de que lo primero es el militante, el ciudadano, en fin, el votante. Y se ha empeñado en el latiguillo de “vamos a trabajar…, volver a poner en su lugar al partido. Hacer un PSOE más grande”. Suena bien.
Su proyecto para el partido viene avalado y apoyado por grandes pesos pesados del PSOE tradicional y del renovado, que incluso han aparcado los desacuerdos entre ellos para otorgar tal apoyo: Felipe, Guerra, Rubalcaba, Zapatero, Madina, Bono, Chacón… No parece una casualidad que todos ellos hayan tenido, en su momento, palabras de vilipendio contra Sánchez.
Posiblemente Susana no represente más que a los acólitos de su autonomía y posiblemente no tenga claro que debe hacer un secretario general de un partido de solera como el PSOE, pero como diría el otro, Pedro ha tenido su momento y no lo ha sabido aprovechar.
La propuesta de Patxi López parece una candidatura meramente testimonial. A priori, no parece que tenga muchas posibilidades contra dos candidatos de tal envergadura. Quizá tenga previsto, en la línea más típicamente americana, su adhesión a uno de los otros dos candidatos (apostaría por Susana) cuando ya no tenga posibilidades. La contienda está servida.
Todos han empezado su periplo por todas partes adelantando sus propuestas, buscando apoyos para su proyecto y  pidiendo fondos para afrontar la batalla, pero el primer asalto no lo han ganado ellos. Ha sido el partido.
Todavía no habíamos entrado en calor cuando, con buen criterio el rocoso Javier Fernández y resto de su gestora han obligado a los candidatos a compartir con ésta una cartilla, evitando el crowdfunding, donaciones anónimas que podrían incurrir en financiación ilegal. Patxi y Susana han aceptado y Pedro se ha negado. Ha comenzado la guerra.


La pelota queda ahora en el tejado del PSOE y sobre todo de sus votantes. Aceptar un candidato al que el tiempo ha puesto en su sitio, y que si pierde, incluso, podría llegar a liderar una escisión en el PSOE o una candidata con ganas de poder que si pierde haría que se removiesen los cimientos del PSOE tradicional con algún roto más a su política. Sólo desear que el voto sea en consecuencia. 
Dijo Mandela que un error no deja de ser un error por el mero hecho de que mucha gente crea en él.

martes, 21 de marzo de 2017

Podemos y las misas dominicales.

Después de algún tiempo de descanso desde la celebración de Vista Alegre II, no esperábamos menos de Pablo Iglesias y sus acólitos que una salida de pata de banco como la que han hecho esta semana solicitando la anulación de la retransmisión de la misa de los domingos. 
No hace falta ser católico ni siquiera católico practicante para entender que ésta no es una cuestión puntera ni mucho menos que pueda afectar al sentimiento de la mayoría de los españoles, que es lo que se supone tiene que hacer un buen parlamentario nacional. 

Hace bien pocos días ha salido a la luz la sentencia contra Artur Mas y compañía condenándoles a unos mínimos dos años de inhabilitación para ocupar cargos públicos por una desobediencia redomada a las órdenes del Tribunal Constitucional y ante ello, el diputado Iglesias salió a la palestra floreando y diciendo que una sentencia injusta como esa no debería surgir de los tribunales. Añadió que era absolutamente injusto condenar a alguien por sacar las urnas a la calle. Eso teniendo en cuenta que aquel mero hecho de haber sacado las urnas a la calle no era sino con toda la sana intención de haber montado un referendo para preguntarle a la ciudadanía si querían dejar de pertenecer a España. Vamos, vamos… La prohibición estaba clara y ya en ese momento el Tribunal Constitucional advirtió que esa puesta en escena de las urnas no era constitucional y como tal quedaba vedada al ámbito de un gobierno autonómico. 


Esa sí es una noticia importante y a la que debe darse trascendencia, el resto es marear la perdiz. Si el Sr. Iglesias pretende oscurecer una falta de atención que haya podido prestar a esta y otras parecidas sobre la base de sacar a la luz pública una especie de referendo sobre si la misa de los domingos es o no de interés público para ponerlo en la segunda cadena, lo que es evidente es que debe hacérselo mirar. 


Este intento de pretender que las luces mirasen hacia otro lado, no ha tenido el resultado proyectado y ha sido debidamente respondido en las redes sociales con más de dos millones de visitas, que han dejado clara la ineficacia y la ineficiencia de retirar dicha retransmisión que, le guste o no, lleva toda la vida saliendo los domingos por la mañana. 
Pablo tendrá que apuntar con más puntería si no quiere que estas cuestiones religiosas levanten en pie de guerra a personas poco combativas.

lunes, 20 de marzo de 2017

Nunquam Minerva partea Palas. Capítulo tres. El Casino.


Conocíamos su existencia, más no nos podíamos imaginar su ubicación. Allí arriba después de los almendros debía haber un lugar donde los pobres pringados podían pasar un rato de asueto, departiendo únicamente con ellos mismos.

Una tarde, después de haber penado un par de horas de orden cerrado, otro par de horas de orden de combate y otro par de horas o tres en clases, se nos formó con urgencia y se nos avisó pomposamente que esa tarde podríamos acercarnos al Casino de Alumnos, durante el tiempo de descanso. Sólo nos faltó rugir y tirar las gorras al aire. Hubo un grito socarrón con algo así como un ¡bieeeen! que no dejó indiferente a nadie. El CASEP de turno nos dijo que no era para tanto y bla, bla,bla… Aséense y a partir de esta hora tienen media hora para ir al casino. Por una parte, aquello parecía una pequeña conquista y por otra no dejaba de ser algo que, por esperado, no tenía la menor importancia.

Rotas las filas, el que más y el que menos se encaminó hacía el famoso Casino para observar con dolor la larga cola de más de cien metros con alumnos esperando la entrada, igual que nosotros. Aun así, pudimos echar un vistazo a su interior. De repente, la ilusión se desvaneció y en su lugar apareció la cruda realidad. Aquel rimbombante nombre, acercaba una posición mucho más elevada de lo que en realidad era. Un bar. Un bar grande, pero un bar.

Pacientemente nos dispusimos a guardar la cola, pero los minutos pasaban irremediablemente y aun antes de haber entrado en el casino, sólo quedaban ocho minutos de descanso antes de formar para ir al estudio.
-Volveremos mañana. –Nos dijimos echándole moral.

Al día siguiente, exactamente a la misma hora, se repitió la operación.
-¡Rompan filas! –dijo el CASEP.
Esa vez salimos de la formación apuraditos (vamos, a toda ostia), pero al llegar allí observamos igualmente que, la cola, sin llegar a ser de cien metros, podía llegar tranquilamente a los cincuenta. La solución fue volver directamente a la Compañía y esperar que el siguiente día fuese más provechoso.
Casi llegando la Compañía nos encontramos a uno de los Perdigones con los que habíamos hablado los primeros días y con un intercambio de fuego y tabaco nos dijo que para llegar a tiempo al Casino y para coger una mesa –que, sí las había- había que estar allí a las seis en punto de la tarde. Además era aconsejable no ir solo sino que la mejor opción era que, yendo varios, uno fuese hacia la barra a pedir mientras los otros ocupaban la mesa y guardaban las sillas. Máxime, teniendo en cuenta que había que ir primero a una parte de la barra donde se encontraba una caja registradora que manejaba con eficiencia un soldado y al cual se le pedían los productos a consumir, lo que, previo pago de su importe se premiaría con un ticket. Con ese ticket pasaríamos a otra parte de la barra donde nos darían los productos.
Entendido y aceptado.

Al día siguiente, como si de una misión táctica se tratase, fuimos concertando entre unos pocos la mejor manera para poder llegar con tiempo, coger sillas y mesas, acercarnos a la barra con una lista previamente preparada y solicitar los productos ante el amo de la registradora donde nos darían el preciado ticket. Mientras, otro de nosotros haría cola en la parte de la barra donde se servían los productos y sería el que recibiría el papelillo para dárselo al camarero que nos serviría las consumiciones.
Ahí aprendimos que no toda táctica lleva consigo un buen resultado efectivo en la batalla. Ahí aprendimos que, sólo con la táctica no se ganan las batallas. Se necesita además una buena estrategia. Se necesita astucia. Se necesita picardía, incluso marrullería. Así fue.

El día señalado a las 18.00 horas (ya utilizábamos el horario militar) estábamos en la puerta esperando para que abriesen y poder pasar entre los primeros puestos. Uno de nosotros ocupó una mesa y sujetó a su lado seis sillas. Otro corrió hacia la máquina registradora con su papel con el pedido la mano: dieciocho xuxos y doce batidos de cacaolat. Al tanto, otro se puso a la cola de la barra donde ya, a aquellas tempranas horas, ya había unos pocos alumnos esperando para hacer lo mismo (evidentemente, utilizando la misma estrategia).
El alumno se ubicó a la vera de la registradora en noveno lugar para solicitar la compra. Los codazos ya empezaban a notarse y sin haber un árbitro por allí que controlase la situación, el ambiente se hizo insoportable. El encargado de la registradora, como un San Pedro divino cuidador de las puertas del cielo, hacía caso omiso a los requerimientos de aquéllos que no le parecían oportunos. Después de varios intentos, con su ticket en la mano se acercó hacia donde estaba su compañero haciendo bulto para pedir el material que aparecía en el ticket. A la vera del mostrador, todos los que se amontonaban delante de la barra, con un brazo en alto sujetando el preciado ticket, llamaban a gritos al camarero:
-Aquí, aquí…-decían unos y otros.

Pero aquí la estrategia falló (grandes batallas se han perdido por no haber aplicado correctamente la estrategia a la táctica ¿O era al revés?). La historia volvió a cambiar ya que el camarero, increíblemente, parecía conocer algunos de los que allí se amontonaban, no prestando atención al resto.
Aquel era un problema que terciaba una solución. Ya éramos militares y como tales, debíamos ser estrategas. Deberíamos pensar como tales y buscar soluciones sencillas a problemas complejos. Ésta apareció por sí misma: al día siguiente invitaríamos a merendar a uno de los Perdigones...



Lo cierto es que no hizo falta y como lo hizo, no lo sé. Pero uno de nosotros consiguió hacerse amigo de uno de los soldados camareros y posteriormente de otros más. Los llamaba por su nombre de pila e incluso tenía tiempo de hacerles algún chiste mientras esperaba a que le diesen su ticket. Al recoger el producto de los tickets, simplemente daba una voz entre el barullo. -¡Pepe! –decía. Y el camarero de la barra le veía e inmediatamente le atendía. Entretanto el resto guardaba cola quejándose y jurando en hebreo.

domingo, 19 de marzo de 2017

Satisfacción por desagravio.


Aquellos tatuajes no presagiaban nada bueno. Siempre mostrándolos, publicando su poder y transmitiendo miedo. Los otros alumnos escapaban de su mirada y su contacto como se escaparía de algo con la fecha de caducidad pasada.

Ese curso llegó el nuevo. Limpio, sonrosado, fuerte. Hijo de un juez de menores que llevaba con honra sus puñetas y que había basado su carrera en la legitimidad y la justicia. En el primer enfrentamiento, el tatuado le rompió todos los dientes y debieron extirparle el bazo. Quedó medio muerto. En breve los autos llegaron al juzgado de menores, una cesta de medidas legales habían dejado abierta la posibilidad de sentencias ejemplarizantes, pero la decepción no tardó en llegar. Su abogado poco o nada pudo hacer. El juez actuó en consecuencia. Poca instrucción y a la calle. Ahora el chico está muy raro. Volver a nacer no le ha sentado nada bien.

martes, 14 de marzo de 2017

POR ELLAS

Lo cierto es que el whatsapp es lo que tiene. Te mantiene informado de cualquier evento por medio de la, hoy en día, conocida técnica de aburrirte con sus constantes pitidos, cancioncillas o silbidos. Este año me ha avisado con prontitud y orden de la celebración del Día Internacional de la Mujer.  Recibo un meme que representa de manera muy fiable lo que se pretende simbolizar con el desarrollo de este evento. Se ve un pollito con un lazo rosa en la cabeza y con una de sus patas montada encima de un huevo y aparece una leyenda que dice: “por muy gallo que sea el gallo, la gallina siempre será la de los huevos”. Cierto totalmente. Pero ¿aplicable? Lamentablemente no.

Desde el 08 de marzo de 1975 se viene celebrando este día que se preña de manifestaciones y concentraciones de mujeres en las que se reclaman mejores condiciones laborales y personales, condiciones éstas que las mujeres deben ganarse a pulso y que a estas fechas no parecen precisamente consolidadas.
Exigen igualdad salarial -mismo salario por el mismo trabajo- en el mercado laboral para mujeres respecto de los hombres, se protesta para pedir el final de la discriminación por razón de sexo u otros actos machistas denunciados por numerosos colectivos, se grita, en fin, para dejar de quedar en casa con la pata quebrada o siquiera para conseguir recuperar un respeto que se ha perdido. Está bien, pero ¿quién grita? Lo siento: una minoría muy frágil. No quiera parecer que la mayoría que no asiste a estas manifestaciones de apoyo a la mujer están en contra de reclamar la igualdad para la mujer trabajadora, no. Seguro que no. No obstante debemos aceptar que las manifestaciones no son para todos.

La historia nos ha repetido que los hombres, los varones, habían sido quienes habían llevado adelante aquellos antiguos dogmas, pero el paradigma de que el hombre es el que lleva a casa el condumio y que la mujer debe quedarse en casa ha pasado a mejor vida y si no es así, debe pasar cuanto antes.
La realidad de aquellas mujeres, madres, muchas de ellas trabajadoras fuera de casa, todas ellas sufridoras, que nunca han dejado de amparar, cuidar, cobijar, sufrir… los designios familiares ha dado pie a una leyenda de poderío del hombre sobre la mujer que debe ser proscrita. La creencia que ellas significaban el complemento perfecto para los machos ibéricos, en casa fregona y en la calle con su mejor vestido y el ojo pintado, debe ser  revocada y extinguida.

Las nuevas tendencias culturales han dado vuelta a muchos de los dogmas que se traían aprendidos de otras épocas y nos han recordado que hay dos géneros difícilmente equiparables, sin que ninguno esté por encima del otro, más allá de sus propias diversidades. Ojalá algún día lleguemos a constatar que las diferencias han quedado meramente en las fisiológicas.
Lamentablemente ha habido que regular para que ellas no quedasen atrás. Se han debido crear y desarrollar leyes de cuotas para situarlas en el puesto que merecen. ¿Vale esto? Sí, pero como mal menor. Bien está que se celebre este día conmemorativo, pero el reconocimiento que se le debe dar a la mujer no debe ser tan minimalista. El hecho cierto de que se haya llegado a mujeres que han alcanzado escalones de lo más alto: jefas de estado, militares, médicas, abogadas, amas de casa, paradas…igual que hombres, ha hecho que las legislaciones estatales se hayan relajado.

La regulación estatal no debe contentarse con esto y perder de vista que todos los años mueren (en España) muchas mujeres como consecuencia de violencias de género que, aunque no debían existir con ese término, así es. Los partidos, sindicatos, asociaciones, todos los que puedan estar afectados, deben unir sus esfuerzos para que, por lo menos, se pongan todos los medios posibles para evitar esta lacra. No puede ser de otra manera.


Desgraciadamente, siempre habrá quien trate de escudarse en una definición de sexo débil que nunca debió existir o en el mito de la mujer objeto o la despectivamente llamada  mujer florero. La visión de las mujeres bañadas en champan cuando finaliza una carrera de coches o de motos, o la parafernalia de la Pedroche en las campanadas de fin de año no ayudan demasiado a mejorar esa actitud. Exijamos que se eviten estos postureos y procederes. Así sea, ellas se lo merecen. Al resto, recordarles la primera estrofa del pasodoble Suspiros de España, que la simpar Estrellita Castro paseó por todo el mundo: “Quiso Dios con su poder fundir cuatro rayitos de sol y hacer con ellos una mujer” 

lunes, 13 de marzo de 2017

Nunquam Minerva partea Palas Capítulo dos. La cafarna.

En un momento habíamos acabado el desayuno. ¿Y ahora qué? Se preguntaban unos y otros. Uno de los más bregados en veteranía levantó las manos como si del Papa se tratase y atrajo el silencio a su lado. 
-A ver, pollos. Ahora saldremos del comedor y os dirán que vayáis corriendo a la Compañía donde, alguno de esos jodidos CASEP os gritará al oído para que entendáis las cosas. Luego se avisará de que quien esté enfermo o lesionado puede anotarse en el libro de reconocimiento y será llevado al Botiquín para que le vean los médicos.
-¿Y tú como sabes tantas cosas? -Preguntó uno de los más piolines de la mesa.
-Yo...,es que soy Perdigón. –contestó el veterano con cara de suficiencia.
-Coño ¿y qué es eso de Perdigón?, –dijo un tercero -¿algún tipo de titulación de esta Academia?
-No. Yo estuve ya el año pasado aquí y ahora estoy repitiendo curso.
Le miramos como si fuera un superhéroe, veíamos en él a aquel hombre curtido en mil batallas que llevaba barba de dos días y los pantalones de faena mucho más claros que los demás.
-Por eso conozco al dedillo toda la coyuntura de este sitio.
-¿Pero quién va a estar enfermo? Si sólo llevamos aquí dos días. –repitió el pipiolo.
El veterano metió la mano en uno de los bolsillos del garbanzo, de donde sacó algo parecido a una ramita con la que se hurgó en los dientes con habilidad digna de un experto. Puso cara de entendido y después de repetir un par de veces algo parecido a mmmm, miró uno a uno al resto de los comensales y bajando la voz, comenzó a explicar que no había que estar grandemente enfermo para ir a reconocimiento. Que era suficiente con tener un ligero dolorcillo o molestia, aunque no fuese muy severa.
-Pero, si no estás enfermo, ni te duele nada ¿De qué vale apuntarse al reconocimiento?–inquirió el pipiolo.
El veterano volvió a mirarlos y chasqueó la lengua un par de veces.
-Joder, parecéis tontos, además de nuevos. Mientras estáis en reconocimiento médico no estáis en otro sitio.
Todos recibimos aquella explicación como un haz de luz en nuestra atribulada cabeza. Aparentemente, habíamos entrado de golpe en el mundo de la veteranía. Había nacido la cafarna.
Aquel nombre poco técnico y sin lugar en diccionario alguno, tenía fuerza suficiente para representar a la perfección aquella clase de proceder. Alguien mandó ¡en pie! y luego añadió algo parecido a ¡a formar delante de la Compañía!
Las instrucciones fueron concretas. Ahora se va a proceder a tomar nota de aquellos que quieran apuntarse al reconocimiento médico.
-¿Alguien quiere apuntarse a reconocimiento médico? Que levante la mano.
Más de treinta manos se levantaron de repente y mantuvieron aquella postura mientras uno de los CASEP les miraba como estudiando sus caras y esperando que aquella mirada fuese suficiente como para hacerles desistir de su actitud. Nadie bajó la mano. Aquellos alumnos parecían durillos. El CASEP tosió un par de veces, carraspeó y se aclaró la garganta.
-El reconocimiento médico es voluntario, por lo que todos aquellos que tengan enfermedades gravísimas o incurables, dolores insoportables o carezcan de la más mínima vitalidad, pueden apuntarse al reconocimiento médico. Todos aquellos que consideren que no van a alcanzar con vida la hora de la comida, pueden apuntarse a reconocimiento médico. Todos aquellos caguetas, escaqueadores, acojonados, pusilánimes en una palabra, que crean que su cuerpo no va a resistir la instrucción de hoy o que consideren que estando enfermos van a estar mejor que haciendo un buen orden de combate, pueden apuntarse a reconocimiento médico.
No había finalizado la perorata cuando más de la mitad de las manos en alto habían desaparecido. El CASEP sonrió para sus adentros e inmediatamente cambió la cara por un rictus de cabreo dirigido a aquellos otros que se habían mantenido en su digna postura.
-Salgan de formación los de la cafarna.
Mutis.
-Cojones. No se han enterado, ¡salgan de formación los de la cafarna!
Poco a poco se fueron dando por enterados los de las manos en alto y fueron saliendo de formación los menos de diez atrevidos que quedaban con el brazo en alto.
-Vamos. Forme ahí la cafarna. Luego miraré cuales eran sus dolencias y justificaciones.
Dos más escaparon de la formación de reconocimiento.
-Vamos. El Cabo Cuartel que se lleve a la cafarna antes de que les dé un vahído o nos vayan a vomitar el desayuno. O lo que es peor. Quizá se nos maree alguno antes de llegar al médico y tengamos que abrir el protocolo de evacuación para las pandemias.
Y el resto que cojones mira. Firmes. Ar. Izquierda. Ar. ¡A tierra!
Los de la cafarna, soltaron una risilla por lo bajini viendo como los otros doscientos comenzaban sus flexiones…

martes, 7 de marzo de 2017

BURGOS Y LOS CISNES.


Me hablan de un libro de temática juvenil titulado “El patito que nunca llegó a ser cisne” de David Calvo y que a diferencia del cuento infantil de Christian Andersen deja la puerta abierta a otros finales. Esta triste introducción me ha hecho ir a las noticias de los últimos días sobre la ciudad y su semejanza con aquel cuento en que un pobre pato se acaba convirtiendo en un precioso cisne. Ojalá. Pobre Burgos. ¿Qué tenemos? Habíamos pensado que Burgos era referencia estatal en atención a personas con enfermedades raras con su CREER, pero la realidad es que lo tiene Salamanca con su Unidad de diagnóstico avanzado de enfermedades raras.
Fomento se gasta hasta quince millones de euros en los aeropuertos de Valladolid, León y Salamanca y para Burgos, nada. El aeropuerto de Burgos que se inauguró a bombo y platillo y que a su inicio obtuvo unos resultados similares, sino mejores, a los del resto de los aeropuertos de la Comunidad, ahora no tiene ni viajeros ni carga y por supuesto sigue sin la necesaria pista que admitiría las condiciones para poder despegar aviones de más calado que unos meros aviones de vuelo chárter.
La circunvalación de Burgos ha tardado más de 30 años en cerrarse. El AVE que no acaba de llegar ya sea por la Y vasca o por el parto de los montes. Se organiza el evento Devora 2018 pero los empresarios de la Federación de Hostelería se desligan de él, cargándose el evento de promoción vinculado al sector hostelero "Devora es Burgos". Tenemos un Hospital Universitario sin Universidad de medicina o por no hablar del fiasco de la capitalidad de la cultura 2016, que todavía colea. Y encima el mal tiempo.
Se me ocurre que podríamos haber aprovechado la coyuntura y habernos hecho con los Pingüinos cuando salieron de Valladolid, pero por lo que fuese, no interesaba o los mandatarios capitalinos no fueron lo suficientemente hábiles como para poder hacerse con un evento de esa magnitud. Ahora ya no hay nada que hacer. Ha vuelto a Valladolid. A este paso no vamos a hacer pie ni en la ducha. ¿Quién le pone la pierna encima para que no levante cabeza? Cualquiera diría que una mano negra tiene a esta ciudad agarrada por sus partes.

De siempre, Burgos sido cabeza de Castilla, pero con eso no se come. Para estar ahí hay que quererse más y hacer que todo aquello que se plantee sea posible y además pueda llevarse a cabo.  No dudes. Lo tienes todo. Cierto es que no siempre los patos se convierten en cisne, pero como dice el libro que encabeza, te pareces a la más bella pato de este puto estanque. 

domingo, 5 de marzo de 2017

Nunquam Minerva partea Palas. Capítulo uno. Balbuceos.

El segundo día comenzó como empiezan los grandes acontecimientos: con estallido de cohetes y grandes fuegos de artificio.
-¡¡¡Diana!!! ¡Vamos, en pie, gandules! Que habéis dormido más de la cuenta.
Aquellos gritos aterradores entraron en nuestras cabezas como un estilete pudiera haber entrado en un trozo de carne. Como podía darse semejante chillido en un sitio cerrado donde todo el mundo previamente estaba dormido y además a las seis y media de la mañana. Qué remedio. Los ojos se abrieron de golpe y la visión de aquellas paredes, todavía desconocidas no hizo más que complicar las cosas. -¡Arriba! ¡Arriba! A formar en la puerta de la Compañía. ¡Como estéis! En pijama o en calzoncillos. ¡Rápido!
-¿Cómo? –se oía por allí.
-Igual que ayer –dijo uno que al parecer estaba más enterado.
Finalmente se pudo lograr una mediocre formación, ello no después de que los CASEP hubieran tomado buena nota de los retrasados, que posteriormente pasarían buena parte de la tarde limpiando los jardines cercanos a la Compañía.
-Firmes. Ar. A cubrirse. Ar. Levantamos el brazo izquierdo hasta el hombro del que tenemos delante. –repetían los CASEP
Algunos, por experiencias anteriores conocían la terminología que estaban oyendo. El resto copiaban lo que hacían estos. Los veteranos aprovechaban su veteranía para aparecer como aventajados ante los que no habían hecho una formación en su vida.
El espectáculo era lamentable. Casi doscientas personas mirándose unos a otros esperando que pasase algo o que alguien pusiese orden en aquel desbarajuste. Poco a poco se fue consiguiendo una formación medianamente moderada y con ello pareció que el furor de los CASEP decayese lo suficiente como para hablar sin parecer unos energúmenos. Una voz sobresalió en el silencio que se había creado al finalizar la formación.
-Tranquilos. Estar atentos. Al finalizar esta formación tendréis veinte minutos para asearos, hacer la cama y a continuación se formará para ir al desayuno.
Aquella voz pacificadora sonaba lo más parecido a una voz maternal que, en aquellos momentos, quien más quien menos, echaba de menos. Luego supimos que se llamaba Pepe y por lo visto debía ser el más antiguo de los CASEP.  Se dio la vuelta y dejó al segundo al mando que disolviera aquella primera formación.
-Atentos. Firmes. ¡Ar!
Los alumnos esperaban un ansiado ¡rompan filas!, pero lo único que ocurrió fue que aquel segundo ungido por el mando que se le había conferido, continuó en la línea que luego perduraría durante todo aquel año académico.
-Oblicuo izquierda. Ar. Cuerpo a tierra. Ar. Flexiones. Uno, dos, tres…
Esa parecía ser la tónica general de las mañanas. Ganarnos el desayuno. Veinte minutos después estábamos en la Compañía utilizando a toda prisa, los pocos minutos que nos quedaban para asearnos y demás. Imposible conseguir aquella proeza. A la hora en punto, allí estábamos todos formados en cuesta arriba, preparados para subir al desayuno.

La formación se disolvió de manera ordenada al entrar en el comedor y nos fuimos quedando en los bancos corridos que había en cada mesa. Allí estaban colocadas las viandas que habíamos de desayunar ese día. Inmediatamente alguien dijo ¡siéntense! Y vertiginosamente nos tiramos hacia ellas. Alguien cogió la jarra de leche hirviendo y comenzó a servirse.
-Yo que tú no me tomaría ese café con leche si no quieres tenerla como una lombriz todo el año. El bromuro ataca inmediatamente.-le espetó un veterano.
Éste soltó la jarra como si ardiera, hasta que se tranquilizó al ver que todo el mundo se tomaba su café. Un veterano a su lado se escanció café en la taza y le miró con comprensión. –De algo hay que morir. –le dijo.
Aquella leyenda pervivió y seguramente pervivirá en los tentaderos militares por los siglos de los siglos. Sin embargo, la verdad es que lo único que hacía encoger aquella parte de la anatomía era el contexto en que se vivía, pero lo cierto era que al principio, recelosos, notábamos como que fuera cierto.
Con los años, conocí un teniente jefe de una sección de radar de Artillería de Costa que decía que la antena del radar dejaba impotentes a los operadores. –A mi plim –decía- ¡yo ya he cumplido!

Después del desayuno las cosas comenzaron a mejorar. No tardando nos avisaron que enseguida llegaría en toque de segunda parte de oración y con ello el reconocimiento médico al que se podían apuntar todos aquellos que estuviesen enfermos o padeciesen de alguna dolencia. 

MILITARES Y CONSTITUCIÓN.

  Escucho en foros políticos y mentideros de tertulianos, glosas de las virtudes de la ministra de Defensa Margarita Robles. Algunos la su...