Me despierto de la obligada y reparadora
siesta del verano, esperando escuchar el runrún de las Peñas que, animosas, pasan
por las inmediaciones de la Plaza de toros, despertando a los “siesteros”
durante el período festivo. Pero esta
vez no vienen. No acaban de pasar.
Ayer 29 de junio se celebró San Pedro, festivo
y Patrón de muchos municipios españoles y burgaleses y fecha esperada por ser
el día grande de las fiestas. En la calle todo parecía igual. La nueva
normalidad impuesta por Real Decreto daba a entender que lo peor ya había
pasado y que tranquilamente podíamos salir a celebrar nuestra fiesta. Pero no
lo era. Faltaba algo En la calle no vimos bombillas, carteles, blusas, peñas, anuncios
de fiestas, cabalgatas o desfiles a los toros o cualquier otro detalle que
pudiera significar que ese día no era diferente a cualquier otro.
Se han cancelado las fiestas y
cualquiera diría que la representación de esa cancelación se manifestaría en la
calle, pero no. Sigue habiendo un ítem que nunca falta: la gente.
Las calles están llenas de gente. No hay
casetas, caballitos o norias para niños en las Plazas Mayores ni en los paseos,
pero no falta ninguna persona. Abarrote total. Se ha evitado las casetas de
pinchos o la ubicación de las barracas. Se han cancelado las concentraciones de
motos, carreras ciclistas y por supuesto olimpiadas y mundiales, pero no se ha
podido evitar las masificaciones en las calles, paseos, o unas terrazas más
abarrotadas que en el mejor año de fiestas veraniegas.
Hemos entrado de lleno en la nueva normalidad
que, sin entrar en grandes divagaciones, podemos decir que es una nueva
normalidad económica. Queremos gastar y disfrutar, y recuperar el tiempo pasado
en el confinamiento. Tenemos la desgracia de vivir en un país que sobrevive a
duras penas a costa del sol, el verano y la espera de una llegada masiva de
extranjeros en la costa o del peregrino en el interior y para ello, la gente
debe salir y mover el dinero para que la hostelería pueda sobrevivir y el país
pueda volver a dar cuerda a la economía. Tiempo habrá de ahorrar en invierno.
Aunque muchos han quedado en el camino,
el Gobierno ha ayudado hartándose de decir que de esta saldremos más fuertes de
lo que entramos. Creo que no, pero tal aserción ha dado lugar a que hayamos
perdido el respeto, sino el miedo, a los contagios creyendo que todo estaba
arreglado. Cuidado. Salir a gastar o a utilizar el sol, único medio
genuinamente español, está bien, pero no debemos descuidarnos. Si olvidamos las
precauciones, posiblemente la economía será el menor de nuestros problemas.