martes, 18 de febrero de 2020

EL CONGRESS (MOBILE WORLD CONGRESS).



Esta reunión mundialmente reconocida en torno al mundo de la comunicación móvil, durante mucho tiempo ha sido escaparate y ventana de España y por supuesto de Barcelona, al mundo. Reservas agotadas en aeropuertos, hoteles, restaurantes…, hostelería, taxistas… frotándose las manos. 



Todo como la seda. Los grandes inversores de este Congreso, chinos, japoneses, americanos…, preparados para gastarse la pasta en esos cuatro días de Congreso vendiendo proyectos, patentes y demás fruslerías, y salir en las noticias. Pero este año ha sido diferente, llegó el “coronavirus” e hizo echar el cierre a aquellos que habían hecho del Mobile su particular cuento de la lechera. Adiós a una millonada. 

Ya Colau, antes de ser alcalde, había asegurado que eliminaría el Congress por excesivamente capitalista. No ha hecho falta ya que, primero LG, luego Huawei, luego Xiaomi y finalmente el resto de los presuntos participantes declinaron amablemente la invitación alegando justo motivo de contagio. 
Las empresas chinas hicieron lo propio. Manejan suficiente dinero como para controlar sus negocios y quisieron demostrar al mundo que ellos son partidarios de evitar el miedo insuperable a una pandemia y han decidido no venir. Ole sus pelotas. 

Ahora bien, esto no es aplicable a las grandes empresas europeas y americanas, seguramente conocedoras del paño que se vende aquí y bien sabedoras de que el virus está sujeto y controlado, sin situación de alarma sanitaria. 

Inicialmente, los organizadores, con la prepotencia propia de quien se sabe ganador, no admitían lo que se les venía encima alegando que aquello era una cuestión de dos o tres empresas y que la pasta que se pretendía ganar estaba perfectamente asegurada. 
Luego razonaron que, sí en España no hay más que cuatro casos conocidos, todos leves y en su mayoría sin síntomas ¿Por qué las empresas han volado? ¿Por qué no vuelven al redil congresual? y ¿Por qué en otros países de nuestro entorno se mantienen eventos de similar categoría? 

Quizá esas empresas hayan aprovechado el paso del Pisuerga por Valladolid para coger los bártulos y largarse con viento fresco de una reunión donde se esperaban manifestaciones independentistas, contra el estado central o a favor de la libertad de políticos presos. Incluso torpes declaraciones pidiendo hablar únicamente en catalán. 

O quizá sea un aviso a navegantes participando que, esas ordinarieces, unidas al establecimiento de tasas Google o “gilitasas” variadas contra los “millonetis”, elimina salud empresarial. No sé. 

Los gobernantes, posiblemente conozcan la respuesta y deberían mirárselo, reflexionando sobre los posibles intereses que han prevalecido sobre la crisis sanitaria. 

Este Mobile se ha perdido. La pregunta es si harán algo importante para no dejar pasar el próximo y los siguientes, aunque sólo sea por aquello de “la pela es la pela”.

martes, 11 de febrero de 2020

Parásitos (Gisaengchung)

ESTE PASADO fin de semana he tenido el acierto de ir a ver la película ‘Parásitos’ del director surcoreano, Bong Joon-ho. En una sala absolutamente repleta y desde una esquina de la fila dos he asistido a una película que en principio llama la atención por la cantidad de títulos y nominaciones que atesora: premios de la Critica USA, BAFTAS ingleses, el Globo de Oro, además de un buen puñado de nominaciones a los OSCAR 2020, incluidas las de mejor película, mejor director o mejor película internacional, que meritoriamente ha conseguido. 

Reconozco que, siendo la primera película de Corea del Sur que he visto, máxime humor negro coreano (celebrado guiño a España con la introducción de las Patatas Bonilla), y no siendo más que un mero espectador de películas, no puedo expresar inteligentes frases que pongan de manifiesto las virtudes de esta película y con ello del cine surcoreano. No. Pero como opinador, al adentrarme en la profundidad de la cinta, me resultó fácil asimilar su contenido por el magnífico retrato de aquella sociedad y sobre todo por los evidentes guiños que el director hace a aquellas sociedades avanzadas en las que la división arriba-abajo viene haciéndose cada día más notorio.

Una familia con todos sus miembros en paro y marcada su forma de existencia por la supervivencia, se ven obligados a buscarse la vida de manera particular, un tanto gamberra. De esta manera, aparece la posibilidad siempre adaptada a sus necesidades del acceso a ciertos puestos de trabajo dentro de la jerarquía de alguien que vive tres o cuatro peldaños por encima. Esas necesidades llevan a los protagonistas a concluir que las relaciones arriba-abajo son el baremo que marca la indudable diferencia de clases. 

Inevitablemente, esta sociedad coreana parece notablemente similar a otras que nos suenan más cercanas, así qué salvando las indiscutibles diferencias entre culturas, la comparación entre el argumento y la realidad no necesariamente tiene por qué ser difuso. 

Esa historia, en blanco y negro y vista en un cine de sesión continua, bien podría ser cualquiera de aquellas películas de los años cincuenta o sesenta en los que los protagonistas salían adelante trapicheando a costa de estraperlos o cupones de racionamiento. 

Esa sociedad que divide a las personas partiendo de su origen y situación recluye a los protagonistas en una oscura lucha de clases que parece denotar una ausencia absoluta de igualdad entre ellos. La película deja claro que no es así. Ni la lucha de clases ni las diferencias sociales pueden evitar el miedo que, tanto los de arriba como los de abajo, puedan tener a recibir un misil del vecino del Norte.

miércoles, 5 de febrero de 2020

BRITISH EXIT

EL RECORDADO Churchill dejó escrito en uno de sus más célebres aforismos: “Si Gran Bretaña tuviese que escoger entre Europa y el mar abierto, escogería el mar abierto”, y ha pasado. 

Sí, amigos… pues sí. Después de cuarenta y siete larguísimos años de matrimonio mal avenido, más bien diría yo de unión de hecho, que parece que tiene menos compromiso, los británicos nos han dejado el 31 de enero. La realidad es que se acaba un periodo en el que ellos han permanecido más bien por las ventajas, condiciones y garantías que podían sacar a cambio, que por los derechos que les confería el estatus de europeos. 

Ellos, que siempre han querido estar separados del resto del mundo, que han aprovechado    ese trozo de mar inglés English Channel, literalmente «Canal Inglés, que siempre han querido estar, pero sin participar, que siempre han pretendido estar ahí pero solamente para las cosas que dispensaran cierto beneficio, se han cansado de nuestra compañía y nos dejan. El sentimiento pudo iniciarse por Margaret Thatcher cuando decía poco más o menos aquello de “Europa nos roba”, argumentando que ellos aportaban mucho más de lo que recibían. A partir de ahí, un continuo goteo de declaraciones, manifestaciones y un procedimiento, el BREXIT, muy bien planeado, en el que se declaraban abusados por parte de los europeos, en su mayoría pobretones, quienes estaban medrando y lucrándose a su costa.

El proceso ha sido largo y ha durado un referéndum de corta victoria mayoritaria, y la caída de infinidad de líderes políticos -recuerdos a la pobre Theresa May- pero la luz y guía del Brexit, Boris Johnson, de sustancial parecido con el presidente de USA, ha aceptado las enmiendas y arreglos de ese director de orquesta y se ha quitado de en medio a estos otros directores que le atenazaban. Esto es, han pasado de que veintisiete países pudiesen mangonearle a que sólo les mangonee uno. Un éxito.

Efectivamente. Como si de una cuestión de vida o muerte se tratase, ese triunfo ha sacado a la calle a muchos británicos (escoceses pocos) izando banderas inglesas, arriando las europeas y gritando “ahora somos libres”. Los flecos, ahora, importan poco. Seguro que Boris, sin despeinarse, arreglará el problemilla de la frontera de Irlanda con Irlanda del Norte, de la frontera de Gibraltar con España, la petición escocesa de un referéndum de por medio para mantenerse en la Unión Europea o la pequeñez de los europeos que viven en Inglaterra o los ingleses que viven en el resto de Europa. Para eso Boris y compañía se han dado un plazo hasta el 31 de diciembre, para pensar cómo solucionarlo. Que se vayan santiguando.

MILITARES Y CONSTITUCIÓN.

  Escucho en foros políticos y mentideros de tertulianos, glosas de las virtudes de la ministra de Defensa Margarita Robles. Algunos la su...