sábado, 31 de octubre de 2015

REFORMAR LA CONSTITUCIÓN.

A pocos días de que comience la campaña electoral, que se presume la más emocionante de los últimos años, la mayoría de los partidos políticos parecen haberse puesto de acuerdo en la necesaria reforma de la Constitución.
Para su refrendo en 1978, Adolfo Suarez y demás políticos del estamento debieron hacer auténticas filigranas para contentar a unos y otros e incluirlos en un texto con ciertas garantías de permanencia. Así se llegó finalmente a un ten con ten que ha devenido en la etapa menos convulsa de nuestra reciente historia, además de haber conseguido igualar en prerrogativas al común de los españoles. 
Pero, ciertamente, aquella vida española y sus gestas en nada se parecen a la actual, por lo que quizá sea hora de comprobarle chapa y pintura y darle una vuelta a la Constitución por si fuese susceptible de reparación. Las claves de la reforma no están claras, pero ya que estamos, si así fuese deberían ser realmente las necesarias y en todo caso apremiantes. Y ya de paso, si se terciase, pedir una reforma sin dobleces. 

Empezaríamos por revisar las competencias de las Comunidades Autónomas. Pero claro, en todo caso sería para reducirlas. Tienen de más. Ya no es posible reconocerles más singularidades. Pero, ¿cuál de ellas a estas alturas querría perder cuota de poder y competencias? Ay, ¿qué no darían los Länder alemanes, los Cantones suizos, las Regiones francesas… por tener las cuotas de autonomía de nuestras comunidades?
Podríamos reformar la capacidad que tiene el estado central para otorgar graciosamente competencias a las comunidades autónomas por el sencillo método de las transferencias. Así, señalaríamos las competencias que nunca deben salir del ámbito estatal o recuperar las que nunca debieron salir, e.g. la educación, la sanidad… Revisaríamos el uso del artículo 155 para cortar de raíz derivas anticonstitucionales, pero no por el sistema de su aplicación directa, sino por la posibilidad de vaciar de contenido a cualquier Comunidad Autónoma por eliminación de transferencias. 

Modificaríamos el artículo 12.2 sobre la nacionalidad. Tal y como están las cosas, se tercia definir claramente quién puede y quien no, ser privado de su nacionalidad.
Ya puestos, modificaríamos el sistema electoral. Inventaríamos una doble vuelta que dejase fuera del juego político nacional a aquellos partidos minoritarios –incluyendo a los de ámbito autonómico- que no alcanzasen un porcentaje mínimo en todo el territorio nacional. 

Y de paso podríamos arreglar de una vez la cuestión de la educación, desarrollándola con una auténtica ley de Educación que, concienzudamente pactada por todos los interlocutores políticos y sociales, dure lo suficiente como para resistir un cambio de gobierno. O una ley laboral que dure lo suficiente como para ver si España es un país realmente capaz de afrontar una crisis sin tener que echar a los trabajadores de sus puestos de trabajo. 

Imposible aceptar tales reformas. Demasiado para tan poco espacio.

sábado, 24 de octubre de 2015

EL MERCADO DE INVIERNO

Desde su aparición en el mercadeo político, el Sr Sánchez ha hecho lo posible para darse a conocer, cómo exigencia de la propia esencia del sistema. Para esto, como medio tradicional, la única manera aceptada es la de la dura confrontación en el terreno político. Pero hoy estamos en la época de la comunicación y es bien sabido que se gana más fama en dos minutos en los medios de comunicación -o lanzando una buena exclusiva- que en un agrio debate parlamentario. 

Primero fueron sus apariciones en Sálvame de Telecinco, o en el Hormiguero de Antena 3, dando su mejor versión de super moderno y absolutamente contrario al perfil de abuelete que presentaba el presidente del gobierno. Luego llegaron sus declaraciones sobre los toros o su planteamiento sobre la desaparición del Ministerio de Defensa. Ahora, en su mejor línea de ruptura con cualquier modelo tradicional, Pedro Sánchez ha dado a conocer las listas de candidatos de su nuevo PSOE a las elecciones generales del próximo diciembre, y como si de la apertura del futbolístico mercado de invierno se tratase, se ha descolgado con la inclusión en ellas de dos personajes que, no por conocidos, dejan de ser polémicos. Aprovechando la nueva cultura de que se abren las puertas a independientes “no indiferentes”, ha fichado a la comandante Cantera y la ex diputada de UPyD Irene Lozano para ocupar unos buenos puestos en las listas del PSOE por Madrid. 

Si eran necesarias o si harán un buen servicio al partido, el tiempo lo acabará diciendo, pero de momento, estas designaciones han despertado las ansias críticas y la indignación de gran parte de la parroquia socialista, que se pregunta si eran necesarias una ex militar y una tránsfuga para mejorar el nivel de calidad que a estas fechas podía tener el partido, y por supuesto, sí en un partido con más de doscientos mil afiliados no habría personas de validez para los puestos cubiertos. Barones reticentes, personas de influencia en el partido y sobre todo los descolgados de las listas por estas inclusiones, ya han dicho que no consideran que sean importantes para la buena marcha del negocio y mucho menos para la viabilidad del proyecto político que intenta poner en marcha el PSOE de Sánchez. 

Rajoy no ha hecho comentario alguno, pero dado que al PP le han salido en los últimos días problemillas con militantes no muy afines, podría aprovechar el tirón socialista de la admisión de independientes “no indiferentes” y sembrar –también- de independientes el partido. O por lo menos de alguno que infunda un poco de aire fresco a unas estructuras –ahora- apolilladas y desgastadas. Al igual que Sánchez, en su derecho estaría ya que -de momento- en España no disponemos de un sistema que, a semejanza del futbol, pueda prohibir o impedir el fichaje de nuevos futbolistas durante los mercados de invierno.

miércoles, 7 de octubre de 2015

ASUNTA

Llegó a España para tener un futuro mejor que el previsto según el lugar en que le había correspondido nacer. No es fácil cambiar el destino. No hay muchos escogidos. Pero ella qué, sin saberlo, se había hecho merecedora de tal don, no pudo desarrollarlo más que unos escasos trece años. Hace unos días habría cumplido quince años.

Nadie piense que promover ese cambio de destino es un superpoder de unos padres adoptantes. No. El único poder real consiste en que, mucho antes de saber quién es o de donde viene o siquiera cómo será su cara, esos futuros padres se habrán planteado infinidad de veces si estará bien o si serán capaces de darle todo lo que se merece. Es decir, antes de coincidir en uno u otro mundo, ya la quieren. Puede parecer insólito, pero el verdadero poder es el de llegar a querer a alguien a quien todavía no se conoce.

Ningún niño puede escoger a sus padres o a su familia. Asunta, tampoco. Unas pruebas, unos requisitos administrativos o unas ciertas condiciones legales otorgan a ciertas personas la capacidad legal para ser padres y con ello la patria potestad, esto es, velar por ellos, tenerlos en su compañía, alimentarlos educarlos y procurarles una formación integral. Pero, esto es lo que afirma la Ley. La capacidad personal y el resto de capacidades para ser padres saldrán de lo que lleven dentro de sus corazones.

Ahora se juzga a los padres de Asunta como presuntos autores de su muerte y deberá ser la justicia ordinaria la conocedora de la veracidad de esas acusaciones. Para ello y cumpliendo el mandato del artículo 125 de la Constitución, se ha destacado un pequeño ejército de nueve personas que tendrán que ver, admitir, cotejar y valorar, las pruebas que se les presenten y serán los que deban dar razón de la acusación y, en su caso, de su culpabilidad. Ellos, serán los que den al juez su opinión sobre cómo han debido producirse los hechos y la cuota de responsabilidad de cada uno. Seguramente se interesarán sobre si -en su actuación como padres- han cumplido con la debida diligencia la tarea que les había asignado la Ley. La misma Ley que pone en manos de estos nueve jurados tamaña responsabilidad. 

A sus padres, ya se les ha condenado mediáticamente y por lo execrable del crimen, se ha exigido por la opinión pública un escarmiento ejemplar. No debemos ser juez y parte, ni debemos condenar a quien todavía no ha sido juzgado. Esperemos el resultado. No obstante, cualquiera que sea, vaya por delante mi desprecio para los asesinos que, de manera alevosa, han segado la vida de alguien que tenía mucha por delante, pero también para todos aquellos que actúan contra otras muchas Asuntas que, como ella, no disponen de más medios que una Ley qué, cómo no puede ser de otra manera, sólo puede actuar "a posteriori".

viernes, 2 de octubre de 2015

LLAMANDO A CHENCHO.

Cuando veo una persona mayor corriendo detrás de un crio o, lo que es peor, discutiendo con él, recuerdo la magistral interpretación que realizó el gran José Isbert en la película La gran familia. Hace el papel de un abuelo que tiene un despiste en la Plaza Mayor de Madrid que ocasiona la pérdida de su nieto, el pequeño Chencho. Con ello aparece la conciencia del anciano de su propia vejez, o de su falta de recursos por la edad y las lógicas repercusiones que tendrá ese despiste.

La crisis, y el paro que llevó consigo, han obligado a las familias a que ambos cónyuges salgan a buscar ingresos, ocupando el abuelo el lugar de guarda y custodia y, en muchas ocasiones, el de sostén familiar. El comienzo de las clases y la permanente problemática del cuidado de los niños, ha hecho florecer abuelos por los colegios y parques de toda nuestra geografía. Son situaciones de emergencia.

Pero no siempre es cuestión de apremio. A veces se complica cuando deja de ser una obligación para cuidar menores en horario laboral y pasa a ser un derecho adquirido de los hijos a tomar a sus padres de la mano y convertirlos en auténticas guarderías volantes. Véase, el abuelo que dice a su hijo: “hijo que nos vamos de vacaciones”, a lo que el hijo contesta: “jo papá, es que estáis todo el día por ahí”. O aquellos abuelos que, ante la desgracia de haber tenido hijos con afán repoblador de la especie -pero sin interés en dejar ni un solo minuto su trabajo o sus partidos de paddel-, se ven obligados a cargar con la tropilla. “No os preocupéis. Si son unos angelitos”. 

Bien, pero, ¿algún derecho tendrán esos socorridos abuelos? Casi ninguno. Poco más que las pocas gracias que les puedan dedicar unos hijos con prisas vertiginosas, atropellados por la vorágine de la sociedad actual que les obliga a trabajar, sin que por ello quieran dejar de ser padres. Reconozcamos que un empleo como éste, al cual prácticamente todos estamos inexorablemente condenados a llegar, no está ni reconocido ni valorado.

Los americanos que para estas cosas son mucho más sentidos, han reconocido esta labor auspiciando el National Grandparents Day (Día Nacional de los Abuelos) o el televisivo Tito Yayo, donde se da carta de naturaleza a ese denostado empleo. Aquí, un poco a remolque, también celebramos el Día del Abuelo, ¿cada 26 de julio? Pocos lo saben. Eso sí, hemos llegado a crear una nueva variedad: las abuelas y abuelos flauta. En fin. 

No hace mucho ponían en la tele un programita en que, aprovechando la cámara oculta y los años, unos actores de mayor edad hacían gamberradas veniales a gente joven, dejándoles perplejos. Quizá sea la merecida venganza al sofocón que pasó el pobre abuelo Isbert, cuando se le veía dando gritos por la calle, llamando a Chencho.

MILITARES Y CONSTITUCIÓN.

  Escucho en foros políticos y mentideros de tertulianos, glosas de las virtudes de la ministra de Defensa Margarita Robles. Algunos la su...