El asesor del presidente entró como una bala en el despacho que el
presidente ocupaba en su periplo por la ciudad suiza de Davos. - ¿Qué pasa,
Iván? -preguntó. Resulta que el presidente
de la Asamblea Nacional venezolana, el señor Guaido, ha tomado el poder y se ha
erigido en presidente “in pectore” de los venezolanos.
-Joder, otro marrón -dijo el presidente. Y de alcance. ¿Han dicho
ya algo otros países? ¿Hay alguno que lo haya aceptado como presidente? Sí
claro, dijo el asesor. Estados Unidos, Canadá, y la mayoría de los países del
Grupo de Lima en América del Sur. En contra están China. Rusia, Cuba… ¿Qué
hacemos nosotros, presidente? Tranquilo, dijo éste. ¿Qué ha dicho Merkel? Pues
lo mismo que Londres y París, contestó el asesor. Que esperarán a una respuesta
conjunta de la Unión Europea. Vale, pues de momento, me pones por teléfono con
él y mientras estoy hablándole me haces una foto con toda esta nieve y se la
mandas a la prensa. Así se va viendo que estamos en términos de resolución del
problema. Al señor Guaido le diré que estamos en la línea de aceptar que la
democracia brille en Venezuela y que apoyamos acciones de ese tipo siempre y
cuando se respeten los llamados constitucionales y el mandato del pueblo, pero
que no le apoyamos explícitamente, y a la Unión le proponemos un reconocimiento
inmediato de Guaido como presidente.
Al día siguiente, la Unión Europea remitió un comunicado en el
que, sin decantarse por ninguna postura oficial, decía que era prematura una
decisión de ese calibre, pero que la democracia y los valores constitucionales…
-Presidente, volvió a decir el asesor. Este comunicado oficial no nos arregla
nada y tendremos que emitir el nuestro. Ha dicho Francia que da un plazo de
ocho días para que el presidente Maduro se comprometa a convocar elecciones
libres y, en caso contrario reconocer al opositor. Al presidente casi le entra
un sarpullido al oír esas palabras. ¿Cómo que convocar elecciones? ¿Pero cómo
vamos a decir eso? El presidente echó una mano a la barbilla y pareció estar
pensando. A ver: le vas a decir al ministro de Exteriores que defienda que si
en un plazo “muy razonablemente corto” no se pone en marcha la convocatoria de
elecciones que tengan garantías, entenderemos que no existe la voluntad
política de hacerlo y pasaremos a tomar otra clase de decisiones. Borrel defendió
sin cortapisas la postura que se le había marcado dando por zanjado el problema
diplomático. Aquellas palabras vanas, otorgaban a la aventura presidencial,
unos nuevos días de asueto. Davos aun daba para mucho. ¿Dónde tenemos la
próxima comparecencia?