sábado, 26 de diciembre de 2015

Todo tiene su fin.

Hasta aquí hemos llegado. Esto no da para más. Los devaneos electorales, un exceso de apariciones mediáticas, una débil configuración de los programas electorales, una indebida confección de las listas electorales, la mala leche…, han llevado a la más que posible desaparición del bipartidismo que hemos conocido como una de las marcas de agua de la democracia. De cómo han llegado a esta situación deberán dar buena cuenta los ideólogos de los partidos, máximos responsables del fiasco. Ahora queda aplicar a rajatabla el máximum del cálculo electoral y la eliminación de líneas rojas, so pena de entrar en una dinámica –no deseada- de repetir elecciones.

Si nos basamos en lo prometido en campaña, no cabría pacto alguno, pues las relaciones entre derechas e izquierdas no han quedado bien paradas. Pero las ideas que representan los partidos no pueden cercenarse porque el candidato de turno haga suyo el poder del bien y el mal y elija lo que conviene al partido. Los candidatos deben llevar escrito en su ADN que ellos vienen y van, pero las ideas y los partidos siguen. 

Con la nueva configuración de la cámara baja, el PP no dispone de suficientes votos y apoyos para formar un gobierno de garantías. Ciudadanos –poniéndose de perfil- únicamente ha dicho que se abstendrá ante la formación de gobierno por la lista más votada. 

El PSOE, por supuesto tampoco los dispone. Ni siquiera con Podemos. Los programas de algunos partidos de su órbita, en cuanto a la Unidad de España, no son aptos para que un partido de marcado sabor nacional como el PSOE, los considere aceptables. Don Quijote dixit “casamientos de parientes tienen mil inconvenientes”. Difícil tarea. 

Además, Iglesias, irrogado en el papel de nuevo líder de la izquierda, ha aparecido como si del presidente se tratase. Henchido de ínfulas y antes de saber si tiene opciones de gobierno, ha dicho que le dará un repaso a la Constitución que la dejará como nueva. Obviamente, esquivando que, aun en el supuesto más favorable, cualquier reforma constitucional -entre ellas la del referéndum para Cataluña o la de la plurinacionalidad de España-, llevaría consigo un obligado trámite de control por el Senado. Casualmente, en este momento, en manos de PP. 

¿Se ha acabado, entonces, el bipartidismo? Puede ser. Pero de reavivarlo, habría que pasar por comprobar la continuidad de Pedro Sánchez, por comprobar si Rajoy es amortizable, por preguntar su opinión a Susana Díaz o por preguntar a los barones regionales del PSOE su opinión sobre una unión con Podemos que llevase consigo una aceptación de sus marcas nacionalistas. 

Posiblemente un pacto entre PP y PSOE acabaría con estos dilemas, pero lo seguro es que por fin podríamos olvidar la guerra civil.

viernes, 18 de diciembre de 2015

EJERCER EL DERECHO AL VOTO.

Llegamos al final de la campaña electoral marcada como siempre por la competitividad electoral. Competitividad que refleja el grado de incertidumbre existente respecto al resultado de las elecciones. A más grado de competitividad, más igualadas están las fuerzas entre los que compiten y por lo tanto, mayor incertidumbre existe respecto a su resultado final. 

Fieles a esto, los políticos han sacado su artillería a la calle y hartándose de dar besos y abrazos, han reforzado sus programas con debates, muchos debates. 

Doscientos debates se habían perpetrado hasta asistir al doscientos uno - debate a dos- para encontrarnos con la realidad de nuestros políticos: las personas que nos quieren dirigir los próximos cuatro años. Los analistas desmenuzarán quien ha ganado o si lo que dijeron era lo esperado, pero sólo sirvió para aliviar diferencias personales entre ellos. Cada uno se dirigió a los suyos y soflamó lo que se suponía que su parroquia quería oír. Pero las formas, otra vez las formas, les han vencido. Sin llegar al insulto personal, las ínfulas y en algún caso la chulería han sobrevolado el debate en mayor medida que los propios compromisos electorales. Hubo un ambiente encrespado abusando del “miente usted”, o “no, es usted el que miente”… y así prácticamente todo el debate, bajo la atenta mirada de un moderador que no moderó. 

Tal debate, habrá podido ampliar de alguna manera la opinión que los electores tuviesen de sus propios candidatos, pero no servirá para convencer a aquellos indecisos sin una opinión definida. Por eso, nos rendiremos al resto de la campaña electoral, como buen compendio del debate. 

Todos los partidos han puesto sus políticas públicas por encima de las de los demás. En su línea expositiva, los líderes de los partidos han pasado por taquilla, asistiendo a debates y programas televisivos, -nos ha faltado un Gran Hermano de políticos-, siempre intentando arañar el voto de ese porcentaje de indecisos que, aseguran, ronda el 40%, o el voto cautivo de otros partidos. 

Ha habido más críticas que proyecto, más oferta que demanda y todos han prometido un cambio que no acaba de llegar. Para variar, todos se han tirado los trastos a la cabeza, con acusaciones de rancios, corruptos, flojos, incluso de marxistas. Más de lo mismo. Unos y otros han dado por amortizados a los demás, recordando espíritus de tiempos pasados y repitiendo aquello de “lo viejo y lo nuevo”, pero nada han dicho sobre la realidad de los pactos post- electorales. Todas, grandes promesas para solucionar los grandes problemas de la ciudadanía. No nos importe. Lo importante es el voto. Ahí sí coinciden: somos nosotros quienes decidimos. Y esa sí es una gran verdad. Por eso, lo único cierto es que todos debemos ir a votar, luego la ley D´Hondt proveerá.



jueves, 10 de diciembre de 2015

Por alusiones.





Por fin había llegado el anunciado debate decisivo planteado por Antena 3. Todo este Grupo se había propuesto hacer efectivamente decisivo el debate y así lo habían patrocinado promoviendo anuncios en los medios de su grupo, dándole bombo y boato, intentando evitar en lo posible el daño que podía hacer a la audiencia la inasistencia de Rajoy. No hubo tal problema ya que aunque éste, efectivamente no acudió, en su sitio había enviado a una vicepresidenta peleona que enseguida nos permitió olvidar su, por otro lado, tonta ausencia. 

El problema de estos debates es que suponen una repetición de otros anteriores quizá muy cercanos, por lo que no es de extrañar que nada nuevo se hubiera dicho allí que no se hubiera dicho ya, anteriormente en otros debates. Algunos querrían haber tenido un debate al estilo del circo romano, con ataques y acusaciones por casi todo, pero se equivocaron. La técnica conjunta fue la de la prudencia más absoluta. Allí primó la educación y la camaradería. Parecía uno de esos combates preparados de wrestling. Al final se besaron y dieron apretones de manos como viejos camaradas. Lógico. De tanto debate, habrán hecho ya, hasta amistad.

Se reunieron cuatro jóvenes con unos estilos diferentes y con una idea determinada de lo que conviene a este país. Pedro Sánchez con sonrisa de galán de cine. Pablo iglesias con la pinta de siempre, no reparando en su sobaco sudoroso en el mejor estilo de Camacho -es lo que tiene llevar a cuerpo las camisas sin una chaqueta que te dé un poco de protección. Albert Ribera guapo y sonrosado con el nerviosismo del que se sabe ganador y Soraya Sáez con su poderío de siempre, dieron buen juego al espectáculo del debate, pero todos con evidentes problemas para mantener la verticalidad en una forzada posición de descanso militar, durante dos horas, sin poder hacer poco más que mover el boli o buscar que hacer con los brazos.

Se mantuvo a flor de piel y el “y tú más” y todos abusaron del “yo no te he interrumpido”. Pablo recordó a Soraya el “Luis sé fuerte” de Rajoy a Bárcenas y a Pedro que “no se pusiera nervioso, que no tenía poder suficiente en su partido”. Pedro nos recordó al mejor Alfonso Guerra de 1982, cuando nombraba las maldades de la derecha y dijo a Soraya “de ninguna manera pactaré con el PP”. Albert empecinado en no mantener a Rajoy. A todo esto, Soraya, sin movérsele un pelo dejó claro que “España no se toca” y aguantó con cara de póquer las preguntas sobre corrupción. Todo predecible.

Los analistas decidirán ahora quién de ellos ha ganado o quien lo ha hecho mejor, no obstante no olvidemos que fuese quien fuese, el único que debe ganar aquí es el ciudadano.

martes, 8 de diciembre de 2015

“Crónicas marcianas”


En la celebrada película “La vida de Brian”, un judío le pregunta a otro: …pero, ¿que nos han dado los romanos?, a lo que el otro contesta: nos han dado los acueductos. El primero vuelve a preguntar: …pero, además de los acueductos, ¿que nos han dado los romanos?, y el segundo contesta: nos han dado los baños públicos. Y el primero vuelve a preguntar: …pero además de los acueductos y los baños públicos, ¿que nos han dado los romanos?, a lo que el segundo responde: nos han dado la paz. Y el primero dice: la paz, bah, la paz, que la folle un pez. 

El mismo negativismo, al relatar la nefasta suerte que corren los humanos en la conquista de Marte, asiste a Ray Bradbury en sus Crónicas, por lo que con su permiso o con el de Javier Sardá (no lo tengo muy claro) me permito hacer una reflexión sobre el fondo negativo que florece en nuestros políticos cuando, atacados por la cercana cita electoral, disparan sus afiladas lenguas unos sobre otros, sin valorar que, después de que aquella haya pasado, todo volverá a ser como antes y sólo quedarán recuerdos en las hemerotecas.

Si la política va mal o no, será algo que se deba valorar en las próximas elecciones, pero los políticos ya han entrado a saco en campaña –precampaña-, para decir que todo va mal, que todo lo que los demás ofrecen está mal, que lo hecho hasta ahora está mal o que lo que se recibió de los anteriores también estaba mal. 

Cierto es, que la arena política siempre da para grandes titulares, pero en ocasiones como ésta, donde los españoles nos jugamos buena parte de nuestro futuro, debería prevalecer para sus señorías decir la verdad y hablar de programas en lugar de tanto repasarse de arriba a abajo un día sí y otro también. 

La política ha acabado por ser un desbarre sobre la eficiencia del contrario y su capacidad para hacer cualquier cosa que no sea largarse con viento fresco. Pedro Sánchez otorgó a Rajoy como única virtud la de la afabilidad. Nada más. Rajoy totalmente encerrojado ha zanjado la discusión diciendo que la mejor defensa es una buena defensa. 
Jamás un partido aceptará que otro haya hecho algo bien, o estará de acuerdo con sus principios o su programa. Puro negativismo. Deberían imitar a Van Gaal con aquello de “siempre posssitivo, nunca negatttivo”. 

Con todo, será bueno, ya cercanos a Papá Noel, recomendarles cómo antídoto, la película de los Monty Phyton que, además de que su recuerdo siempre viene bien, tiene, al final de la cinta, la cura para cualquier negativismo, cuando los crucificados cantan el “mira siempre el lado bueno de la vida”.

MILITARES Y CONSTITUCIÓN.

  Escucho en foros políticos y mentideros de tertulianos, glosas de las virtudes de la ministra de Defensa Margarita Robles. Algunos la su...