martes, 28 de febrero de 2017

CARNAVALES BURGALESES.


Cualquier día sales a la calle y antes de cerrar la puerta miras la temperatura. Cinco grados, no está mal. Se ve que este año con lo de los de la Casa Andaluza dando el pregón, San Matías no nos podía fallar y nos ha dado una tregua. Que va a ser eso de que en Almería o Málaga haya más de 20° y se pueda salir a la calle en carnavales disfrazado y enseñando el palmito. Este año hemos tenido sol y aun así para salir nos hemos abrigado y hemos paseado arropados por la Paloma. Es lo que tienen los carnavales en esta ciudad, siempre hay que andar buscando lugares cerrados donde se pueda hacer el alterne. Pero este año, por fin no ha hecho falta. Nos lo merecíamos.
Sin embargo, de repente, sin avisar, se mecen las hojas de los árboles del Espolón y una breve brisa te levanta el flequillo. Ya empezamos. Pero da igual, nos vamos a la Plaza Mayor, al ambiente. En poco tiempo lo que parecía nada más un aviso se convierte en amenaza y la gente empieza sacar los gorros y ponerse las capuchas. Ya vamos todos iguales, ahora estamos todos disfrazados…de finlandeses.
Llegados a la Plaza Mayor, los que más bronca meten son unos disfrazados de oveja con chalequito de borrego y forro de lana con borras a juego. Nos ha jodido. Así se disfraza cualquiera. Los temblores del speaker dando el horario de las fiestas de carnaval nos advierten de que la cosa no ha hecho más que empezar y para más inri, los de los tambores se meten bajo los arcos del Ayuntamiento. No hay un sitio donde corra más el aire en toda la ciudad, pero como ellos están dándole al bombo pues no padecen del frio y las corrientes que pasan por allí.
Recuerdo un año que el Ayuntamiento había contratado a un grupo de brasileñas que debían hacer unos desfiles por la zona centro con idea de animar la fiesta. Hacía tanto frío y las pobres llevaban tan poca ropa para la ocasión que, detrás de ellas, iba uno de sus managers dándoles caldito caliente y alguna bebida con calorías para pasar el mal rato.

Pero bueno, el burgalés sigue al pie del cañón. Me río yo de los carnavales de Cádiz o de Río. Y, paciencia que el Ayuntamiento ha puesto el entierro de la sardina a las once de la noche de hoy martes. Nos van a dar los siete males pero,…allí estaremos. 

Nunquam Minerva partea Palas. Capítulo cero. La llegada.

No habían pasado ni dos minutos cuando aquella cara me miró y me preguntó si estaba atontado. Luego supe que aquel energúmeno era lo que llamaban un CASEP: Caballero Alumno Sargento Eventual en Prácticas.
-Corran, corran.
Eran las dos palabras más repetidas y sonadas de aquel primer día en el que después de un periplo de más de 20 horas de tren nos parecía estar en otra galaxia.
-¿Para qué? - Nos preguntábamos todos. -Si sólo son las dos y ya hemos comido.
No tardando apareció por allí otro militar. Más recio, más señorial, pero por fin una cara amable. Los CASEP, ahora con más ímpetu, gritaron a todos lados: atentos, firmes, ar…, pónganse bien, miren al cielo, al primero que se mueva me lo follo, a ver aquel de allí, el de la melenita, luego me da nota…
-A sus órdenes mi Sargento, no hay novedad…
-Continuar…
Primero se nos dijo que sí nos llamaban por el primer apellido contestásemos con el segundo. Luego que olvidásemos el nombre, que eso era para la calle. Otro de los tópicos del primer día: olvidarnos de la calle. Eso se hace en la calle y cosas por el estilo. ¿Qué era aquello de la calle que no se podía hacer en aquella Academia? Y ¿qué calle?
-Van a tener un descanso de un minuto para deshacer la maleta, antes de ir a cenar.
Un temerario, osó preguntar al CASEP más cercano por el menú que íbamos a tener en la cena. Los cuatro gritos seguidos que el CASEP rugió a escasos dos centímetros de la oreja del alumno fueron suficientes para que éste pareciese descomponerse con la vibración.
-Caballero, Caballero…
Todos mirábamos para todas partes para ver a quien llamaban y sobre todo para ver a quien llamaban de aquella manera.
El aprendizaje comenzó a frotamiento duro. Al día siguiente nos levantaron las 6:30. ¿Para qué? Sí no había nada que hacer, no teníamos botas, ni ropa, ni nada que hacer más que estar allí, pero aun así salimos a la calle con paso cansino cada uno con el pijama que se había traído de casa o algunos incluso en calzoncillos.
-¡Vaya mierda de uniformidad que llevan ustedes!
No habían transcurrido ni quince segundos cuando el CASEP más cercano mando oblicuo izquierda, cuerpo a tierra y flexiones: cíen flexiones. ¡Vamos gordos! Repetían ¡Flojos! Son ustedes unos apáticos pero eso lo vamos a arreglar aquí en poco tiempo.
Aquel primer desayuno lo engullimos con un ansia estremecedora y eso que fue la primera ocasión, de entre muchísimas más, que tuvimos para coincidir con el zumo de ocho vegetales. Comer, comer, comer esa era la enseña de aquel primer día. Hambre. Café con leche –el bromuro venía incorporado- dos chuscos, galletas María, una loncha de mortadela, mantequilla y el famoso zumo. Que rico todo.
Llegados de vuelta a la Compañía con la barriga llena y teniendo en cuenta que eran poco más de las siete de la mañana, se nos hizo correr como descosidos durante casi una hora dado que, era la única forma de que aquellos flojos bajasen todo lo que se habían comido de más.

Al poco rato se nos explicó acertadamente que debíamos proveernos de una libretita y un boli donde pondríamos una serie de datos personales y apuntaríamos aquellos desbarajustes que hubiésemos perpetrado. La primera semana, los arrestos a jardín. Luego, de repente, surgió él ”deme nota, Caballero”, que con una somera explicación acababa en la inteligencia de que era algo sacrosanto. ¡No se le ocurrirá a ninguno de ustedes dejar de entregar aquella nota que se les haya pedido! El CASEP levantaba el dedo índice y señalando hacia el común de la formación decía: ¡les conozco a todos!
-¡A la carrera!

No había tres palabras más oídas y que más daño hicieran a nuestras pobres neuronas, poco acostumbradas a semejante trajín. El siguiente día nos darían el primer petate y nos explicarían cuatro generalidades, que poco a poco resultarían ser los dogmas de fe que debíamos cumplir día a día en aquella Academia. 
La primera noche no hubo manera de dormir, pero con el paso de los días comenzamos a apreciar el poder acostarnos en aquel camastro embutido entre dos taquillas que sólo verle hacía que se te hiciese la boca agua y te llamase para que te tendieses en él, no tardando en dormir a pierna suelta.

martes, 21 de febrero de 2017

CLAUSULAS SUELO.


Resulta que el artículo 118 de la Constitución Española dispone que es obligado cumplir las sentencias y demás resoluciones firmes de los jueces y tribunales, así como prestar la colaboración requerida por éstos en el curso del proceso y en la ejecución de lo resuelto. Recientemente, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha revocado la sentencia del Tribunal Supremo de 9 de mayo de 2013, que obligaba a los bancos a devolver el dinero indebidamente cobrado por las cláusulas suelo desde esa fecha, por otra que obliga a los bancos a devolver todo el dinero cobrado indebidamente desde la fecha de la constitución de la hipoteca.
Las cláusulas suelo que en principio pudieron ser un intento del sistema bancario para mejorar las condiciones de los suscriptores de una hipoteca, ha sido finalmente un objeto de lucro para las entidades bancarias que, después de haber sido rescatadas con dinero de todos los españoles, han pretendido seguir con el engorde que suponía tener cogidos a los prestatarios por sus partes pudendas.
Para aquellos no versados en el marasmo de terminología bancaria que nos persigue, explicar que cláusula suelo es aquella estipulación que tiene la gracia, en determinadas circunstancias, de poner un techo por arriba y también por abajo del tipo de interés contratado. En castellano: si el Euribor sube del 12%, usted no se preocupe que todo lo que exceda lo asumirá el banco. Una de buenismo. Y por abajo no se preocupe usted tampoco porque el tipo de interés jamás bajará del 3%, estaríamos locos. Todo ventajas.
Resulta que ha pasado. El Euribor está en el 0% y bajando y ahora la banca (ciertos bancos) aferrados a la teta que suponía tener unos ingresos macizos por cada hipoteca, se niegan a devolver las cantidades cobradas indebidamente (de más que diría el castizo), incumpliendo las sentencias de esos altos tribunales, poniendo como disculpa el mercado, el IPC, el índice de no sé qué, o la economía mundial. No Señores bancarios. El que pierde paga, como dice el refrán, y ustedes han perdido. Ahora deben cumplir lo marcado en la Constitución Española y devolver la paz a los ahogados hipotecarios. Lo contrario, amén de otros problemas que pudieran surgirles, supondría perder fama, honor y prestigio bursátiles, además del otro

Por ello cuanto antes se arregle esta situación, antes podrán empezar a revisar sus condiciones hipotecarias y dar lo suyo a quien es acreedor de ello. Eso evitaría que los tribunales tuviesen que volver a entrar a meter los dedos en las condiciones bancarias, remediando sentencias como la que obliga a las entidades bancarias a devolver los gastos que han cargado indebidamente a los prestatarios por la mera constitución de la hipoteca. Pero eso, queridos lectores, será motivo de otro artículo.

domingo, 19 de febrero de 2017

A BEBETO, MAURO, FRAN…


Recuerdo hace muchos años, muchísimos ya, que mi padre llegaba a casa los domingos por la noche recién salido del fútbol con un cabreo tremendo y diciendo que una vez más había habido gente rompiendo el carné de socio del Deportivo. En aquellas fechas era muy normal que aquel equipo que llamaban ascensor diera tardes de más bien poca gloria a los sufridos hinchas que aguantaban las embestidas del temporal que se montaba en Riazor todos los domingos.

Pero aquello un buen día cambió, y se pasó de un equipo mediocre y fondón al Superdepor, una bomba incendiaria al que todos los equipos de la división temían y con el que ya se hacían apuestas para ver a quién le metían más o menos goles.  Cualquiera podría pensar que se hicieron inversiones multimillonarias o que se compraron grandes cracks. No. Aquel equipo se nutrió de jugadores cuya calidad era indudable, pero que no habían logrado grandes triunfos individuales. Muchos de los jugadores que estuvieron en aquellas temporadas no pasaban de ser buenos jugadores venidos a menos y que en el ocaso de su carrera pasaban a engrosar las filas de un equipo en que, una vez depurado por los brebajes del brujo, volvían a ser conocidos en el argot nacional futbolero. El mérito de aquella ocasión no fue de un jugador concreto. Triunfaron como equipo.

Cierto es que Bebeto se destacó en el Depor como un gran delantero que marcó goles a todos los equipos de aquella liga. Cierto es que pocos centrocampistas han dejado tan buen sabor de boca en un equipo como puedo dejarlo Mauro y más cierto es que el resto de la plantilla encabezados por un soberbio Donato o el recordado Fran le dieron una vuelta a unas temporadas que ahora casi, 25 años después, todavía se recuerda cómo las de Superdepor. Cómo os echamos de menos.
Así fue que aquellos nombres se convirtieron en grandes nombres de un equipo que, aun hoy en día, todavía recordamos de memoria muchos de aquellos que pasamos horas esperando que volviera el domingo para poder ver a quién le ganábamos esa semana.

La ciudad se lo merecía. Habían sido muchos años subiendo y bajando en cada temporada sin hacer mucho más que un trabajo mediocre, aguantando fríos, vientos y temporales de todos los colores para salir del campo con resultados de poco más que empates a cero.
Ahora, en la época tecnológica, con un campo reparado y con cuatro gradas de lo más vistoso volvemos a unas épocas oscuras en las que, a pesar de que no se rompan carnés, se están rompiendo corazones. 

Dirá la prensa favorable que hemos dado el callo, que hemos tenido mala suerte o que solamente hemos perdido por uno. Quizá sea cierto, quizá el equipo juegue bien pero finalice mal o quizá el equipo juegue mal y finalice muy mal. Lo cierto es que la afición necesita más, lo cierto es que el sufrido seguidor se merece un buen juego, pero sobre todo se merece resultados. No es posible mantener la categoría, únicamente esperando que haya tres equipos peores. La directiva, los organismos técnicos, la plantilla…tienen que darlo todo para compensar el esfuerzo que los aficionados hacen en el campo semana a semana esperando que su equipo vuelva a ser el Superdepor. Estoy seguro que el público lo agradecerá.

martes, 14 de febrero de 2017

CUMPLIR LA LEY.


No hace mucho nos hemos despertado con la noticia de que en el complejo petrolífero de Ayoluengo en  la Lora, aquella comarca burgalesa que en los años sesenta abrió sus entrañas y sacó a la luz el preciado oro negro, se había acabado la concesión y que había una empresa que estaba dispuesta a retomarla por treinta años más. La noticia de por sí ya era lo suficientemente interesante, sobre todo por lo que tiene de especulativa y por la posibilidad que daban sus nuevos concesionarios de que se pudiesen retomar las extracciones que se hicieron en un principio. Casi ocho mil barriles diarios.
Mi imaginación me llevó de inmediato a la película Gigante en la que Rock Hudson y James Dean, negros y manchados de petróleo se hacían ricos y forrados a base de oro negro. 
Especulé con una concesión fructífera que efectivamente revirtiese a la zona un dineral que la hiciese la más rica de España, pero no la más rica, sino la más asquerosamente rica de todo el país.  Mi delirio me llevó a que la comarca podría pedir la independencia. Sólo necesitaba buscar en sus ancestros unas ideas autonomistas y un hecho diferencial que la desempatase del resto de sus vecinos provinciales y estatales. (Que hecho diferencial podría ser  más relevante que estar forrados). Las dudas, en última instancia, se dirimirían por medio de un referéndum en el que los trescientos vecinos del pueblo se manifestasen sobre el derecho a decidir y luego votar la separación del resto de España. La Lora sería como Lesoto en medio de Sudáfrica.
Ni siquiera como hipótesis podría valer, ni mucho menos ocurrir ya que la Ley es clara: solamente el pueblo español en atribución de las facultades que le proporciona la Constitución y por medio del procedimiento plasmado en ella puede proceder a tales referendos. Así, el resultado fuese el que fuese, sí sería vinculante. Por eso, es inviable pensar que una Comunidad Autónoma por muy rica y diferente que pudiera ser de las otras, pueda plantearse una escisión unilateral del resto de España. Imaginemos que en aplicación de esta nueva escuela fuese Castilla y León la que, incumpliendo la Ley, se quisiese independizar o que pasaría si fuesen Outes, Lores, Bormujos o cualquier otro de los pueblos españoles donde no se quisiese cumplir la ley.
No, señores, no. Si obedecemos la ley debe ser toda la ley. No perdamos el oremus. No basta con movimientos más o menos independentistas para olvidar que la Ley lo es todo, que existe una Constitución que nos da soporte legal a todos. Kant decía que cada persona llevaba un imperativo moral en su interior, aunque ese imperativo nunca nos pueda llevar en contra de la Ley.
No hace mucho el Tribunal Supremo absolvió a un hombre que había robado cuatro euros. Parece desmedido, pero lo cierto es que ese hombre no había cumplido la ley y por eso se le juzgó y en primera instancia se le condenó. En consonancia si el gobierno catalán incumple la ley, en la misma medida se le deberá juzgar.


miércoles, 8 de febrero de 2017

CHISGARABISES.


Perdón por la autocita, pero ya dije anteriormente en estas mismas líneas que la ley es dura pero es la ley, que hay que cumplirla y además está precisamente ahí para eso.
La Generalitat de Cataluña ha echado de nuevo el órdago y lo mantiene exigiendo al gobierno central que acepte y admita una votación que a todas luces es ilegal. El gobierno central se niega y los otros en plan “pa cojones los míos” miran directamente a la cámara, de manera desafiante, como diciendo “a ver lo que me puedes echar encima, que yo voy a tirar para adelante”. El gobierno, ante tamaña provocación sale a la palestra y anuncia que se tomarán las medidas coercitivas que sean necesarias contra Cataluña si se convoca el referéndum. Parece que es la misma historia de siempre.
No sabemos cuáles son esas medidas, ni nos las podemos imaginar, pero no parece que se quiera hablar de una aplicación directa del artículo 155 de la Constitución, sino más bien un poco de mantequilla y continuar con lo que ya había: les castigaremos con el látigo de la indiferencia.
Evidentemente, era preferible que antes de tener que aplicar o poner en marcha unas medidas que no se conocían, el Estado hubiese regulado cuantas y cuáles fueran las medidas necesarias a tomar y, sobre todo, cuando iban a ser necesarias.

Cuando los siete Padres redactaron la Constitución, eran tiempos del atado y bien atado y así lo quisieron dejar, atado y bien atado, con la redacción de un texto de garantías que se sancionase a sí misma la pervivencia y la perdurabilidad en el tiempo. Ha durado casi cuarenta años sin que fuese necesario desarrollar aquel artículo, pero parece inevitable que ante una realidad como ésta, -no olvidemos que el referéndum es para hacer una secesión- se hace evidentemente necesario un desarrollo que deje negro sobre blanco lo que se juega cada uno en un desafío de estas características y que luego nadie se llame a engaño. Nada es más duro que hacer algo sabiendo que sus consecuencias están perfectamente reguladas y reglamentadas y que ante un incumplimiento flagrante, la Ley caerá encima del incumplidor con todo su peso, sin posibilidad de recurso. Lamentablemente, el resultado, sea cual sea supondrá, como mínimo, un compromiso para los sufridos ciudadanos que deberán decidir en qué lado colocarse, por el reconocido sistema del frotamiento duro. Al final va a tener razón Mariano cuando ha dicho que los que promueven estas sinrazones son chisgarabises y que, sean cuales sean, lo que se debe evitar es que lo sufran los ciudadanos. 

viernes, 3 de febrero de 2017

LOS OBSERVADORES DE OBRAS.


De paseo, saludo a unos abuelos, apelativo de postín, observadores de la obras de la ciudad, hablando de los avances que se realizan en obras que han dado lugar a la peatonalización de todo el centro y comentando la imagen desértica que se observa en los Cantones cualquier fin de semana a una hora no muy tardía.
No tardan en comenzar los recuerdos y uno de ellos, el más mayor, me dice recordar el tranvía de los Cantones, la parada del 12 y del 2, las paradas de los autobuses a la playa o el trajín que la circulación había dado a la ciudad para hacerla crecer en importancia comparándola con otras grandes ciudades del país. Otro, armado de bastón, mira al cielo y reflexiona sobre unas máquinas que por medio de grandes agujeros nos permiten ir de aquí a allí sin pasar por el anterior asfalto.
El más joven especula sobre el boom inmobiliario y  la revolución urbanística y con ella la aparición de un nuevo oficio. El observador de obras. Grandes cantidades de obras de todo tipo y condición se amontonaban por todas partes llenando la ciudad de unas grúas que el paso del tiempo fue haciendo familiares y a las que se asimilaba con una nueva construcción. Aquella ciudad tan llena de obras y de  vallas. Su cara se entristece un tanto y casi sin pedírselo, me dice que ya no hay obras. Que ya no quedan. Que la crisis nos ha afectado a todos, pero más que nada a ellos.
Éstos, pensionistas, jubilados –corredores de bolsa según una amplia corriente- incluso parados de más o menos larga duración, entretenían su tiempo parándose en las vallas de la ciudad sacando información sobre el qué, cómo y porqué se estaba haciendo semejante obra en semejante lugar. Bastaba con ver la colocación de una de aquellas grúas para frotarse las manos con impaciencia por acercarse a observar. Pero…vaya faena. Antes, las obras que se hacían a lo largo y ancho de la ciudad estaban protegidas exclusivamente por una tela mallada no demasiado consistente o anteriormente por la típica malla de alambre que no impedía ver lo que se desarrollaba dentro. La técnica era la de ir metiendo un dedo entre la tela y hurgar hasta que se veía algo… Pero esta forma de diversión ha acabado. Ahora las obras en la ciudad ya no se limitan a ese vallado sino que ahora ponen unos listones de madera imposibles de agujerear y que impiden observar el estado de cada obra, el estado de la faena e incluso hacer buenos comentarios sobre la habilidad de los operarios en su labor. Con estas nuevas modas, los abuelos, se deben remitir exclusivamente a las obras municipales que son las únicas que no disponen de momento de vallado o mallado. Con risas me dicen que de seguir así, acabará por desaparecer uno de los oficios más importantes de los últimos tiempos: el observador de obras. El único empleo efectivo una vez pasado a jubileta. -Bueno, no, dice otro. También el de niñera y el de corredor de bolsa. Todos ríen.
La conversación retoma la crisis y al daño producido llevándose por delante montones de empleos y trabajos. -La de oficios que yo he conocido y que ahora, una vez que los titulares se han jubilado, se lo han llevado consigo. Y comienza una retahíla de ellos que, a lo largo de sus ya muchos años, han conocido y que ya no existen. –Recuerdas el sereno de los Mallos, los afiladores, las cigarreras, el pregonero, el lechero de la calle de Noya, las lavanderas en el rio de la Falperra, el ebanista de la calle de La Paz, la Fábrica de Cerillas, los bolicheros, los rederos, -oye, que estos todavía existen- discute otro de ellos, el fotógrafo de Foto Paco con su caballo, las plañideras -uno de ellos suelta una risita-, o las placeras vendedoras de pescado por las calles con unas patelas irreprochables…

Me tengo que marchar -les digo-, otro día hablamos de los buenos tiempos del Muro. Y allí quedan añadiendo datos a una relación de la que, bien estaría se tomase buena nota para no olvidar nuestro pasado. 

MILITARES Y CONSTITUCIÓN.

  Escucho en foros políticos y mentideros de tertulianos, glosas de las virtudes de la ministra de Defensa Margarita Robles. Algunos la su...