Mi querido D. José me ha vuelto a ilustrar con sus
reflexiones que, como siempre, no tienen desperdicio posible, así que paso a
reproducirlas:
“Últimamente
rumio acerca de la conducta suicida, torticera e incluso inmoral de la gente
que compone las instituciones que, suponemos, dirigen los designios del país.
Me refiero a ese empecinamiento de los que ocupan un escaño ajeno al partido
gobernante por dinamitar cualquier iniciativa de quien, en ese momento
gobierna. No sé, quizá pudiera deberse a un matiz o una cuestión semántica. Me
explico. Quien no está en el gobierno está en la oposición, así que moralmente está
obligado (risas… por lo de moral) a actuar como tal; es decir: oponerse por
sistema a todo lo que disponga quien gobierna, sin importar si actuará
igualmente cuando pase al otro lado. No pasa nada. Lo importante es honrar la
etiqueta de “oposición” y poner todo el empeño posible en destrozar cualquier
propuesta del gobernante, independientemente de su sensatez, procedencia o, todo
lo contrario.
El NO a las
ocurrencias del gobierno de turno, debe procurarse con saña y de manera
contumaz. Que se note el cumplimiento de su sacrosanto designio. No importa que
haya cosas y ocurrencias a las que decir “sí”, que también habrá. Pero, esa es
otra historia.
¿Y el
color político? Ahí todos están de acuerdo (lo único en que muestran acuerdo). Da
igual quién esté ahora en el gobierno o quién estuvo antes. Quien no gobierna
se opone. ¡Porque sí! No es más que una etiqueta o coletilla propiamente dicha,
sin afectarle cuestiones de idiosincrasia nacional, de temperamento meridional o
carpetovetonismo. El paripé debe continuar.
Pero, ¿y
sí los opositores fuesen simplemente Diputados, Equipo B, Segundo de a bordo, Alternativa,
Congresista…, o incluso “Supervisión y Control”, como las estaciones de ITV
(¡Oh, qué casualidad… estos también cobran por hacer un paripé!) No sé…, pero
deberíamos molernos un poco los sesos para encontrar un término menos belicoso
y pensar que estando en el mismo barco, necesitaríamos remar en una misma
dirección y acompasadamente. Hacerlo en diferentes sentidos solo sirve para ir
a ningún lado… o para estrellar la nave contra las rocas. Para eso casi es
mejor la deriva directamente: saldría más barato y nos ahorraríamos bochornosos
espectáculos.
Es
evidente que no podemos estar de acuerdo en todo. Pero la actitud inicial
debería ser buscar el consenso y el bien común. En el fondo todos sabemos qué
está bien y qué mal, sólo se trata de ver la manera de enfocar lo mejor para
todos y dirigir hacia ahí los esfuerzos. No hacia el escupitajo y la cara de
perro.”
Como siempre D. José, una
excelente teoría para una complicada puesta en escena.