domingo, 10 de mayo de 2020

EL EQUILIBRIO DEL TREN : RESILIENCIA MOTERA.



El alcalde levantó la vista del periódico que estaba leyendo. No puede ser, se dijo en voz alta. Un grupo de ciudadanos díscolos había roto su serena tranquilidad y había montado un botellón en el castillo. Otros se habían juntado en corrillos en las calles. Se puso colorado y explotó: “Con la que está cayendo, aquí todo el mundo tiene que ser cooperativo y participar activamente de las decisiones municipales que para eso me han votado”.
Los ciudadanos deben ser obedientes y disciplinados y acatar los bandos y disposiciones municipales. Ahora mismo voy a hacer un bando donde les voy a dejar las cosas claritas a esos incumplidores de las normas. A ver. ¿En qué lugar quedo yo con el de Valladolid, si mis ciudadanos no cumplen?
Pero esta vez haré un bando oral. Así que con camisa blanca remangada y desde el balcón del Ayuntamiento puso la cara de predicar y comenzó su arenga… Perfecto. Me ha quedado muy florido. Al finalizar llamó al informático. Acabo de hacer un bando oral que vas a poner en las redes sociales para que todo el mundo se entere de cómo se hacen las cosas aquí, en mi Ayuntamiento, y como es de democrático su alcalde. Todo el mundo debe obedecer las ordenanzas y los bandos que salen de aquí de la Casa Grande. Sí señor. Como esos que antes aparcaban las motos en cualquier parte y se les ha prohibido y han dejado de hacerlo. Pensó.
Oye, ¿dónde aparcan ahora las motos? Pues no lo sé, dijo el otro. ¿Pero ya no lo hacen donde antes?  Pues no. Entonces todo arreglado llama al concejal de movilidad que le voy a felicitar. Concejal, te felicito por haber solucionado el problema del aparcamiento de las motos. Gracias alcalde, pero yo no he solucionado nada ¿Cómo? Pero, ¿no se han hecho aparcamientos alternativos para motos? No ¿O se les ha buscado aparcamientos específicos para ellos? No. ¿Y están en marcha o pensados? No. Y, ¿han protestado? NO. Vale, vale. Lo que te digo. Gente muy obediente.

El equilibrio del tren. RESILIENCIA.



La resiliencia es una capacidad, poco valorada, y que tiene una persona o grupo para recuperarse frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro. El ser humano, adaptable por naturaleza, sin saber cómo se hace a cualquier tipo de adversidad. En nuestra historia reciente, conocemos casos de grandes resilientes que sin darse importancia han sabido salir adelante: el expresidente Zapatero, el expresidente Rajoy, el ministro Ábalos o Pepe Gotera…, personajes con gran personalidad, pero con poca suerte.
En ocasiones, las circunstancias difíciles o los traumas permiten desarrollar recursos que se encontraban latentes y que el individuo desconocía hasta el momento. Esa capacidad de aguantar y afrontar la violencia del rayo o la dureza de la tempestad es lo que nos hace humanos, pero también frágiles.
Nos habíamos acostumbrado a la nueva rutina que se nos había marcado en el estado de alarma, que nos hemos hecho una especie de coraza para vivir esperando que se arregle lo que se deba de arreglar. Solo porqué el Gobierno nos lo había pedido, hemos hecho de nuestra capa un sayo y nos hemos afincado en el cristal de la ventana. Y mientras la resiliencia nos permitía aguantar el tirón, quienes nos habían dicho aquello de “quédate en casa”, aprovechaban los medios a su alcance para hacer política de cantimplora y frotarse las manos con satisfacción.
Mientras la gente fallecía, la falta de test, mascarillas o respiradores…y sanitarios enormemente contagiados suplicaban por equipamiento y salvar a las víctimas, ellos discutían por sus pequeños vicios: competencias autonómicas o la república. Mientras las pequeñas empresas se dolían por pagar impuestos que no habían devengado beneficios o de no recibir ayudas del estado, una empresa española que podía fabricar un millón de test semanales, debía exportarlos ante la falta de demanda española.
Ellos a su política olvidando que su misión más importante es la del deber de socorro. Mediocres frases de políticos sin formación o errores en los cálculos cuando no en la apreciación de los hechos, conseguían que nuestra resiliencia se tambaleara. El Real Decreto apurado, casi sin apoyos o la publicación furtiva en el BOE ayudó a mantener sus criterios.
Mientras los errores continuaban y los contagiados aumentaban, ellos utilizaban el Boletín para dar subvenciones millonarias a las televisiones, a los propios partidos políticos, aprobar el nombramiento de cargos políticos a dedo o aprobar una compra millonaria de hisopos a empresas con domicilio desconocido.
Eso es resiliencia, adaptación al medio, a esto y a lo otro, a la tormenta y al pedrisco y a lo que se nos mande. Pero aun cuando se asegure que la resiliencia potencia la felicidad, mientras haya Otilios en el mundo, estaremos aviados.

viernes, 1 de mayo de 2020

EL EQUILIBRIO DEL TREN: EL MUNDO QUE VIENE.



Ese mundo todavía no está muy claro, pero parece que ya se empieza a ver la luz, veamos si en la luz está la desescalada -que buen nombre para ponerle a un bar-. Que pasará luego, cuando volvamos a la “normalidad” de antes.

Empezamos de noche y en invierno y hemos pasado a una primavera lluviosa como pocas y además con hora cambiada. Pasamos de no vernos en los aplausos a vernos las caras y poder saludarnos. La desescalada nos traerá al abandono de la bata de guatiné, el pijama o el chandal de propaganda y volver a vestirnos decentemente para volver al trabajo. Es momento para revisar nuestro ajuar, guardar la ropa de invierno y sacar la de verano o pensar que deberemos salir con ropa de verano y gafas de sol. Bah. Cosas personales. Pensemos en lo que realmente importa. ¿Volveremos a hacer de sardinas enlatadas en los metros, buses, piscinas o vuelos low cost en los que cabemos ahí bien apretados? ¿Haremos las bodas, los bautizos, las comuniones o las procesiones como antes? ¿Qué pasará con las vacaciones, la playa, los cines, los viajes, los bares del centro, las ferias…?

Supongo que será una realidad diferente, pero nos acostumbraremos. Lo haremos. ¿Pero gracias a quién? Aun no siendo gracias a la actuación del Gobierno, sino de los gobernados, se está consiguiendo controlar una pandemia que había atacado a España reconociéndola como uno de los países más vulnerables del planeta.   

El Gobierno debería haber estado ahí, con unidad de acto y de acción buscando liquidar el problema y sin líos de comprar barato, de comprar raro o en lugares que no debía. Incluso comprar a intermediarios sin las garantías necesarias. Sin artificios políticos ni artimañas de políticos. Ahora al gobierno le queda una tarea también de importancia. No es otra que saber que va a pasar con el agradecimiento que se le debe a las personas fallecidas o el que se le debe dar a las personas han sustentado todo esto: sanitarios, médicos, fuerzas y cuerpos, militares, bomberos, cajeras de supermercado, funcionarios de prisiones…  y personas de a pie…

Que pasará con todas las personas a las que se les ha pedido ayuda y que sin afán altruista han cogido las botas y la mochila y se han presentado en su hospital, o los que han quedado encerrados con sus ancianos o quienes han pedido altas voluntarias para volver al trabajo. El gobierno tiene plazo para agradecer esta labor y sobre todo una actuación, aun a costa de peligro para su propia vida. Desde luego debemos acabar con el virus y la forma adecuada es contar siempre con la ayuda de esta gente para la próxima pandemia. Avisados quedamos.


MILITARES Y CONSTITUCIÓN.

  Escucho en foros políticos y mentideros de tertulianos, glosas de las virtudes de la ministra de Defensa Margarita Robles. Algunos la su...