La resiliencia es una capacidad,
poco valorada, y que
tiene una persona o grupo para recuperarse frente a la adversidad para seguir
proyectando el futuro. El ser humano, adaptable por naturaleza, sin
saber cómo se hace a cualquier tipo de adversidad. En nuestra historia reciente,
conocemos casos de grandes resilientes que sin darse importancia han sabido
salir adelante: el expresidente Zapatero, el expresidente Rajoy, el ministro
Ábalos o Pepe Gotera…, personajes con gran personalidad, pero con poca suerte.
En ocasiones, las circunstancias
difíciles o los traumas permiten desarrollar recursos que se encontraban
latentes y que el individuo desconocía hasta el momento. Esa capacidad de
aguantar y afrontar la violencia del rayo o la dureza de la tempestad es lo que
nos hace humanos, pero también frágiles.
Nos habíamos
acostumbrado a la nueva rutina que se nos había marcado en el estado de alarma,
que nos hemos hecho una especie de coraza para vivir esperando que se arregle
lo que se deba de arreglar. Solo porqué el Gobierno nos lo había pedido, hemos
hecho de nuestra capa un sayo y nos hemos afincado en el cristal de la ventana.
Y mientras la resiliencia nos permitía aguantar el tirón, quienes nos habían
dicho aquello de “quédate en casa”, aprovechaban los medios a su alcance para
hacer política de cantimplora y frotarse las manos con satisfacción.
Mientras la
gente fallecía, la falta de test, mascarillas o respiradores…y sanitarios
enormemente contagiados suplicaban por equipamiento y salvar a las víctimas,
ellos discutían por sus pequeños vicios: competencias autonómicas o la
república. Mientras las pequeñas empresas se dolían por pagar impuestos que no
habían devengado beneficios o de no recibir ayudas del estado, una empresa
española que podía fabricar un millón de test semanales, debía exportarlos ante
la falta de demanda española.
Ellos a su
política olvidando que su misión más importante es la del deber de socorro. Mediocres
frases de políticos sin formación o errores en los cálculos cuando no en la
apreciación de los hechos, conseguían que nuestra resiliencia se tambaleara. El
Real Decreto apurado, casi sin apoyos o la publicación furtiva en el BOE ayudó a
mantener sus criterios.
Mientras los
errores continuaban y los contagiados aumentaban, ellos utilizaban el Boletín
para dar subvenciones millonarias a las televisiones, a los propios partidos
políticos, aprobar el nombramiento de cargos políticos a dedo o aprobar una compra
millonaria de hisopos a empresas con domicilio desconocido.
Eso es
resiliencia, adaptación al medio, a esto y a lo otro, a la tormenta y al
pedrisco y a lo que se nos mande. Pero aun cuando se asegure que la resiliencia potencia la felicidad, mientras haya
Otilios en el mundo, estaremos aviados.
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