Mi buen amigo José Sanmartín me envía una
reflexión que me ha dejado ciertamente preocupado. Con él, considero que no nos
preocupamos lo suficiente por el planeta y quizá el coronavirus sea el nexo que
necesitábamos para aceptarlo. Su interés me lleva a repetirla textualmente:
“Reflexiono sobre la situación actual y sobre la “nueva anormalidad”
que ha traído el COVID-19 viendo que, de nuevo, algo nos ha alcanzado en la
línea de flotación y nos ha hecho pupa.
Sin embargo, la especie Sapiens no acepta bien las merecidas
curas de humildad y no suele sacar provecho positivo de las experiencias por
las que pasa, repitiendo una y otra vez errores ya enjuiciados.
Ahora estamos dañados, pero ha habido un antes. Compramos más
caro la fruta “más barata” del otro lado del planeta. Sabemos que ir a Punta
Cana tan sólo para tomar el sol porque sale “más barato” no es más rentable que
ir a tomarlo a Almuñécar. O que, en realidad nos sale muy caro traer la madera
de las antípodas (cargada de hongos, bacterias e insectos foráneos) porque sale
“más barata”.
Hemos traído mil plagas, virus, bacterias, hongos o insectos que
se han cargado el medio forestal, la agricultura, la fauna, el medio ambiente o
el clima. El Gonypterus que se cargó los eucaliptos; la polilla guatemalteca
que se cargó las patatas; la avispa asiática que se cargó las abejas y la
polinización de los frutales; la Psila africana que diezma nuestros cítricos;
la oruga del boj, que está haciendo desaparecer esta planta casi sagrada; el
cangrejo americano, que vació nuestros ríos de fauna autóctona …
O movernos con alegría de un lado para otro como si el planeta
fuera un patio de vecindario manteniendo nuestro afán irresponsable de quemar queroseno
por placer, o gasolina para ir a esquiar o a parques de atracciones,
sabiéndolos pecados de soberbia. En fin.
Debemos dejar de creer que somos los amos, que podemos obrar a
nuestro antojo sin asumir las consecuencias, o -peor todavía- incluso sin ver
que eso trae consecuencias.
Pudimos aprender de esta crisis, pero esa posibilidad está
fallida. Al contrario, en nuestra línea, combatiremos el daño haciendo más
daño. Para intentar arreglarlo, nos meteremos en la dinámica de consumir cada
día más productos desechables, de un solo uso. Nos enrocaremos en plásticos,
mascarillas, guantes, manteles, servilletas, batas, botellas, … todo de usar y
tirar ¡Alegría! Volveremos a subir a los
altares al coche privado como medio de garantizarnos un desplazamiento seguro,
en merma del transporte colectivo. Vamos por el buen camino…, pero sin remedio”.
Gracias D. José. Da miedo, pero como dijo
el profeta: “Haremos lo que pudimos”.
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