Escucho una más de las magníficas ponencias del juez Emilio
Calatayud. Repite anteriores consignas sobre los casos que ha tenido el dolor
de haber juzgado como juez de Menores y hace una aseveración que me parece de
lo mejor que ha podido hacernos ver este juez. Dice que, si hubiera que buscarle algo bueno
al Estado de Alarma, sería el haber obligado a cancelar las celebraciones de
Primera Comunión y con ello evitar el regalo más esperado por los pre-pre-pre
adolescentes en ese día. El móvil. No uno cualquiera, sino uno de última
generación.
Recientes estudios dicen que (aproximadamente) el 70% de los
niños y adolescentes de entre 10 y 15 años, tienen un teléfono móvil propio con
acceso a Internet y aproximadamente lo vienen usando una media de dos horas
diarias. Terrible. Y subiendo para los jóvenes de entre quince y diecisiete años.
Concluyo, entonces, con el juez Calatayud, que la relación del menor con la
tecnología y, en particular, con los móviles es ciertamente peligrosa.
Quizá las generaciones que hemos visto llegar esta tecnología
cuando ya éramos talludos, no hayamos visto venir el batacazo social que nos ha
dado algo que, en sí, ahora es estrictamente necesario. Le hemos dado al móvil
el valor social de la lavadora o la nevera y no hemos estado atentos a sus
verdaderas intenciones. Sea por esto o porque nos haya pillado descuidados, se
tercian un par de conclusiones: los niños llegan a un teléfono móvil a unas
edades prohibitivas y los padres no acaban de verse responsables del tiempo que
sus hijos pasan delante de la dichosa pantallita.
San Ivo, patrón de los niños desamparados diría que los motivos
de ese descuido son asumibles ¿Qué le compras a alguien que ya tiene de todo? o
¿Con que les ocupas para que dejen de dar un rato la coña? Difícil elección.
Pero el mundo sigue y aquellos estudios han saltado por los
aires en el momento en que se decretó el Estado de Alarma. Los chavales han
dejado de tener clase y con ello mucho del tiempo antes ocupado con estudios y
tareas han pasado al Whatsapp, al Insta, a los Sims… y vaya usted a saber. Una
de las consecuencias más desastrosas del confinamiento ha sido que los chavales
han perdido la oportunidad de relacionarse con sus amigos y ello les ha llevado
a soluciones alternativas: redes sociales y todo el día el móvil en la mano, afilando
el dedo gordo. Quizá la fase 1.5 pueda arreglar ese entuerto, sino tendremos
que pedir audiencia a San Expedito, patrón de las causas urgentes.
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