Lo
cierto es que el whatsapp es lo que tiene. Te mantiene informado de cualquier
evento por medio de la, hoy en día, conocida técnica de aburrirte con sus
constantes pitidos, cancioncillas o silbidos. Este año me ha avisado con
prontitud y orden de la celebración del Día Internacional de la Mujer. Recibo un meme que representa de manera muy
fiable lo que se pretende simbolizar con el desarrollo de este evento. Se ve un
pollito con un lazo rosa en la cabeza y con una de sus patas montada encima de
un huevo y aparece una leyenda que dice: “por muy gallo que sea el gallo, la
gallina siempre será la de los huevos”. Cierto totalmente. Pero ¿aplicable?
Lamentablemente no.
Desde
el 08 de marzo de 1975 se viene celebrando este día que se preña de manifestaciones
y concentraciones de mujeres en las que se reclaman mejores condiciones
laborales y personales, condiciones éstas que las mujeres deben ganarse a pulso
y que a estas fechas no parecen precisamente consolidadas.
Exigen
igualdad salarial -mismo salario por el mismo trabajo- en el mercado laboral
para mujeres respecto de los hombres, se protesta para pedir el final de la
discriminación por razón de sexo u otros actos machistas denunciados por
numerosos colectivos, se grita, en fin, para dejar de quedar en casa con la
pata quebrada o siquiera para conseguir recuperar un respeto que se ha perdido.
Está bien, pero ¿quién grita? Lo siento: una minoría muy frágil. No quiera parecer
que la mayoría que no asiste a estas manifestaciones de apoyo a la mujer están
en contra de reclamar la igualdad para la mujer trabajadora, no. Seguro que no.
No obstante debemos aceptar que las manifestaciones no son para todos.
La
historia nos ha repetido que los hombres, los varones, habían sido quienes habían
llevado adelante aquellos antiguos dogmas, pero el paradigma de que el hombre
es el que lleva a casa el condumio y que la mujer debe quedarse en casa ha
pasado a mejor vida y si no es así, debe pasar cuanto antes.
La
realidad de aquellas mujeres, madres, muchas de ellas trabajadoras fuera de
casa, todas ellas sufridoras, que nunca han dejado de amparar, cuidar, cobijar,
sufrir… los designios familiares ha dado pie a una leyenda de poderío del
hombre sobre la mujer que debe ser proscrita. La creencia que ellas significaban
el complemento perfecto para los machos ibéricos, en casa fregona y en la calle
con su mejor vestido y el ojo pintado, debe ser
revocada y extinguida.
Las
nuevas tendencias culturales han dado vuelta a muchos de los dogmas que se
traían aprendidos de otras épocas y nos han recordado que hay dos géneros
difícilmente equiparables, sin que ninguno esté por encima del otro, más allá
de sus propias diversidades. Ojalá algún día lleguemos a constatar que las
diferencias han quedado meramente en las fisiológicas.
Lamentablemente
ha habido que regular para que ellas no quedasen atrás. Se han debido crear y
desarrollar leyes de cuotas para situarlas en el puesto que merecen. ¿Vale
esto? Sí, pero como mal menor. Bien está que se celebre este día conmemorativo,
pero el reconocimiento que se le debe dar a la mujer no debe ser tan
minimalista. El hecho cierto de que se haya llegado a mujeres que han alcanzado
escalones de lo más alto: jefas de estado, militares, médicas, abogadas, amas
de casa, paradas…igual que hombres, ha hecho que las legislaciones estatales se
hayan relajado.
La
regulación estatal no debe contentarse con esto y perder de vista que todos los
años mueren (en España) muchas mujeres como consecuencia de violencias de
género que, aunque no debían existir con ese término, así es. Los partidos,
sindicatos, asociaciones, todos los que puedan estar afectados, deben unir sus
esfuerzos para que, por lo menos, se pongan todos los medios posibles para
evitar esta lacra. No puede ser de otra manera.
Desgraciadamente,
siempre habrá quien trate de escudarse en una definición de sexo débil que
nunca debió existir o en el mito de la mujer objeto o la despectivamente llamada
mujer florero. La visión de las mujeres
bañadas en champan cuando finaliza una carrera de coches o de motos, o la parafernalia
de la Pedroche en las campanadas de fin de año no ayudan demasiado a mejorar esa
actitud. Exijamos que se eviten estos postureos y procederes. Así sea, ellas se
lo merecen. Al resto, recordarles la primera estrofa del pasodoble Suspiros de
España, que la simpar Estrellita Castro paseó por todo el mundo: “Quiso Dios
con su poder fundir cuatro rayitos de sol y hacer con ellos una mujer”
No hay comentarios:
Publicar un comentario