Esta
semana pasada ha comenzado en el Congreso de los Diputados el trámite para reformar
el Código Penal, en el que se pretendía incluir, entre otros, la derogación del
delito de apología del terrorismo, los ultrajes a España, el Rey y la Bandera,
las injurias y amenazas a los Ejércitos y a las Fuerzas de Seguridad…, trámites
con los que el partido de Gobierno se encuentra muy en la línea de aceptación y
que demuestran que, Sánchez debe pagar un peaje a sus apoyos en la votación de
la moción de censura y ahora de los próximos presupuestos y que, quien sea, le
tiene cogido por salva sea la parte.
El
sostén de esta propuesta pretende basarse en el principio constitucionalmente
reconocido en el artículo 20 de la Constitución y en la Declaración Universal de
los Derechos Humanos que reconoce y protege los derechos a
expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la
palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción, no pudiendo
restringirse ninguno de estos mediante tipo alguno de censura previa. Ahí
podría quedar incluido que en uso de su libertad de expresión el Parlamento
catalán ha aprobado una moción para declarar la abolición de una institución “caduca
y antidemocrática” como la monarquía.
Lo
cierto es que la propuesta trata de utilizar el criterio de la libertad de
expresión para poder dar barra libre a cualquiera, para que disponga de impunidad
total para vejar y humillar a España y a sus valores constitucionales. O para
que, en uso de esa libertad, deje de estimarse el legítimo derecho de que las
instituciones puedan ser defendidas por la seguridad del estado. Ya no sería
necesario el Tribunal de Estrasburgo para decirnos que se condena a España por
violar la libertad de expresión de dos jóvenes que quemaron fotos del Rey.
Muy
bien. Pero si esta propuesta prosperase, habría que marcar de nuevo los límites
de la libertad de expresión, ya que no puede tratarse de un derecho absoluto. Ahí
el gobierno, con su vicepresidenta a la cabeza, tendría mucho que decir
regulando lo que pueden o no decir los periodistas. O hasta donde llega la
libertad de expresión de la exministra Tejerina.
Despenalizaríamos
el insulto al Rey y la Bandera, pero penalizaríamos el piropo. Despenalizaríamos
quemar fotos del Rey y penalizaríamos las investigaciones a los currículos de
los miembros del gobierno o los carteles de anuncios de Conciertos solidarios, como
el de “Bomberos a favor de ELACyL”, si parecen poco comprometidos con las actuales
tendencias anti machismo.
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