domingo, 18 de noviembre de 2018

NUNQUAM MINERVA PARTEA PALAS. Capítulo cinco. El primer día de paseo. Cuarta parte y última.



Martínez (nombre falso para no recordárselo) que estaba sentado moviendo arriba y abajo su vaso de cubata, oyendo como los ya casi derretidos hielos hacían su típico ruido, había estado marcando su territorio. Para ello había estado un rato mirando fijamente a una joven de rubios cabellos. Claramente era su forma de expresar su manera de armonizar con las bellas señoritas de la zona. Movió arriba y abajo los labios y se atusó un par de veces su inexistente tupe. El cortejo había comenzado.
Su forma de comportamiento no difería prácticamente nada del modelo de conducta que teníamos los demás, sin embargo, el caso de Martínez fue diferente. Sin dejar de observar a la joven, había empezado a dar vueltas con un dedo a la boca del vaso de cubata, cuando otra joven le sorprendió apareciéndole por la espalda y pidiéndole baile. Martínez se rascó el cogote, miró el interior del cubata y luego para las luces de la discoteca y pensó que sería alguna chanza que le querría hacer alguno de sus amigos. Pero viendo que parecía serio y firme, finalmente se levantó.
- ¿Cómo dices? Dijo Martínez.
- ¿Que si quieres bailar conmigo?
No se lo podía creer. Aquello no entraba ni en sus más exaltados pensamientos. Una joven guapa y de buen ver. Miró para ambos lados, miró para arriba, echó un vistazo hacia sus compañeros que ya le jaleaban y animaban con las manos hacia delante - ¡Vamos! ¿Vamos!
- Umm. Claro. Claro.
Ambos se acercaron a la pista. El suave “Woman in love” de Barbra Straisand sonaba mientras las parejas se acercaban a la pista. Martínez agarra a la joven. Comienza el “agarrado”. Mientras la música lenta sonaba, él le baja los brazos hasta el final de la espalda. Ella se los sube, pero los brazos vuelven a bajar y se quedan allí. Poco a poco, tácticamente van ganando unos milímetros preciosos hasta que se ubican en una postura de comodidad. Comienza el juego de la X. Él curva hacia atrás la cabeza y las piernas. Ella lo hace también.
Los alumnos que abarrotaban el local alucinados contemplaban al nuevo héroe de la Academia. En una actitud que se recordaría por años. Que digo años: por promociones.
Martínez a cada 6400 milésimas de vuelta levantaba la cabeza y miraba a sus amigos y compañeros que le miraban con una mezcla de odio, respeto y admiración que él no podía dejar de gustar. Era el nuevo héroe. Y el resto sin vender una escoba, recibiendo únicamente la música de Laurent Voulzy o las luces de los focos de colores en la cara. La música cambió a Earth Wind and Fire con su sonoro éxito “After the love has gone” que hizo las delicias de los danzantes y algunas parejas de las que llenaban la sala se deshicieron. La de Martinez no. Allí continuaron con su baile agarrado, cada vez más curvo y cada vez más cercano.
Con aquella segunda pieza, Martinez comenzó el acercamiento al cuello de la chica. Todavía no se habían dicho ni una palabra, pero hábil como pocos, comenzó un susurro en la oreja derecha que parecía alumbrar al resto de mundanos que alucinados, contemplábamos su gran triunfo. Comenzaron las apuestas: ¿A ver cuánto tarda en morrearla? 
Era como si fuera nuestra punta de lanza. El primero que lo había conseguido y además ya no buscando, sino que le venían a buscar. Los Caballeros habían triunfado.
Martínez se preparó para lo que venía. Aplicó su mejor sonrisa y enseño unos dientes perfectamente ordenados. El resto vendría dado. 
No habían pasado ni un par de segundos cuando una mano tocó la espalda de la joven. –Venga, vamos. Le decía un paisano a la joven. Que ya me has dado celos suficientes. La chica se soltó de Martínez y con un mínimo saludo se despidió de aquel baile, desapareciendo por donde había venido. 
Martínez se quedó sólo en medio de la pista, sin saber muy bien que hacer, hasta que una voz procedente de la zona donde se encontraban el resto de alumnos, le hizo despertar de aquel agradable sueño. ¡Pringado! A Martínez le dio la risa y se volvió a la mesa donde estaba antes con los alumnos y continuó con su cubata, posiblemente deseoso de llegar a la Academia para aliviarse.
Muchos sábados vinieron después de aquel primero. Reconozco que según fue pasando el tiempo la cosa mejoró bastante, pero al entrar en las discotecas de aquel pueblo y ante la tesitura de establecer contacto con el personal femenino o incluso llegar a “hacer migas”, una frase apareció en el argumentario del alumnado. “Vamos, no sea que te pase la de Martínez…”

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