Los
alcaldes están de moda. Hasta hace bien poco, pasaban sin pena ni gloria,
incluso largos mandatos. Ahora el alcalde de cualquier ciudad que pretenda
poner a su ciudad en el “candelabro”, no tiene más que preparar unas
declaraciones más o menos impactantes y esperar a ver caer los resultados. Es
evidente que los primeros concejales van dejando una impronta a su paso que
relumbra a favor “o en contra” de la ciudad a la que representan.
Recordar
aquel primerísimo alcalde democrático de Madrid que decía que el chotis se
bailaba en una baldosa; el alcalde de Alcorcón, David Pérez, cuando acusaba
a la alcaldesa de Barcelona de "allanar el recorrido de los asesinos"
o el alcalde de Vigo con las bombillas de Navidad. Incluso el ínclito exalcalde
de Valladolid, señor León De La Riva cuando se descolgó declarando (entre otras)
sobre los “morritos” de la entonces ministra Pajín.
Recientemente
ha renacido la moda (aunque éste sea un viejo problema) de que existe una
España vacía o estéril. Aunque la población española haya aumentado en 40 años alrededor
de un 36%, las ciudades y los pueblos se vacían, de manera no equitativa,
siendo las ciudades y sobre todo las grandes ciudades, las beneficiadas de este
crecimiento, en detrimento de las zonas rurales.
Esta
despoblación descontrolada ha visto como la población rural se ha acomodado en
las grandes ciudades, provocando que amplios territorios hayan quedado vacíos,
siendo llamativo en comunidades como Castilla y León.
La
solución la tiene el actual alcalde de Valladolid que, en su línea de declarar
lo primero que le viene a la cabeza sin pararse a pensar si sus palabras tienen
sentido, ha sostenido que la capital vallisoletana es el “único polo de
atracción de población que todavía puede ser rentable en Castilla y León”, y ha
pedido sortear dispersiones de gasto y evitar la falta de rentabilidad. Es
decir: sumamos ocho pueblos más a los existentes en la Comunidad y nos quedamos
con una ciudad gorda y sobrealimentada.
Quizá,
técnicamente, tenga razón y los recursos sean escasos, pero ni en Laponia se
han planteado una solución de este estilo. No sé. Quizá como solución podría
pedir a su “jefe” que la inversión que hace en el Falcon, la emplease en dotar
a algún pueblo que estuviese a falta de escuela, médico o policía y por ahí
podríamos empezar.
Lo
cierto es que este descuidado alcalde, no ha hecho más que mirar por su ciudad
y bien estaría que, en digno, el alcalde de Burgos tomase buena nota de cómo defender
los intereses de su ciudad ante terceros.
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