Cuando yo era un joven estudiante de primero de derecho,
gustábamos enormemente practicar con unos interesantes debates que nos
planteaba el titular de Constitucional, sobre la volatilidad del voto. Venía a
decir que no existía tal volatilidad, que lo único realmente existente era la
volatilidad del votante, reflejada en el índice de valoración de Pedersen
sobre la volatilidad electoral y sus patrones cambiantes.
Después de unos segundos para digerirlo, refrendaba su afirmación
con una exposición minuciosa que definía con detalle que el votante no era agradecido,
es más, era rencoroso y vengativo.
El legítimo derecho al voto es algo inalienable para la
persona y va ínsito en la facultad de decidir. Ella tiene la sartén por el
mango y pone y quita candidatos y aspirantes, pero de vez en cuando, relegando a
aquel político o partido que ha podido hacer algún favor al país con
determinada política o gestión, echa la vista a un lado y olvida. Así, el
votante en desacuerdo con tal tendencia o actuación de los políticos, hace
patente su cabreo y sulfuro y manifiesta su desacuerdo.
El PP que había dado por hecho que la boyante economía patria
sería suficiente para que los votos afluyesen a sus costales, se ha encontrado
con un votante enojado, recordándole la espantada de Rajoy (por ejemplo) y le
ha castigado haciéndole perder la mitad de sus diputados. Duro castigo, pero
permitido por el propio sistema electoral. Igualmente, el PSOE ha conseguido un
número de escaños prácticamente suficiente para formar gobierno, sí que con
ayuda de algún que otro pacto, pero gobierno. Efectivamente, el votante ha decidido
apoyar al PSOE. Digo bien, sólo al PSOE. A las pruebas me remito; es difícil
entender un voto puro a un candidato que se presenta como cabeza del partido,
con un bagaje anterior, como mínimo sospechoso: incumplimiento de promesas,
conducta bicéfala anterior o posterior a la toma de posesión del cargo,
incapacidad para decidir con quien se pacta, mentiras y uso partidista de los
medios oficiales…
Creo y espero que esa victoria, más bien haya sido producto
del trabajo callado y sentido de todo un compromiso de partido. El candidato
principal es el que es y me resisto a igualar su actuación con la del conjunto
del partido.
Aquel profesor sintetizaba en pocas palabras lo que le ha
pasado al PSOE de Pedro Sánchez y al PP de Pablo Casado. Venía a decir que el
votante enseguida olvida. Por eso, no estará de más recordar al ganador que
tenga muy en cuenta la máxima de Horacio: “Carpe diem”: disfruta el momento,
pero no lo malgastes.
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