Ha llegado el
momento más esperado de cualquier elección que se precie. La hora de los
debates electorales: a tres, a cuatro, a seis o a siete... Hasta ahora, lo sugestivo
era esperar el nombre de los debatientes, conocer el nombre del debate -no es igual
debate decisivo, que debate impresionante, que debate super super-, o saber
quién lo empezaría, quien lo cerraría y por supuesto, de quien sería el minuto
de oro.
Pero este año,
añadiremos una novedad al escaso interés que puede tener un debate que se perpetra
al día siguiente de otro, con los mismos debatientes…: la comparecencia de la
Junta Electoral y la anuencia de Rosa María Mateo. En poquísimas palabras sería
lo siguiente: el día 22 debate a 4 en la 1. El día 23 debate a 5 en A3. La
Junta electoral prohíbe asistir a Vox. El día 23 debate a 3 en A3. Rosa María
cambia al día 23 el debate a 1 en la 1. El día 22 debate a 4 en la 1. El día 23
debate a 4 en A3… Un auténtico lío.
La verdad es que estos
debates electorales tienen, sólo, relativo interés. Se enfrentarán cuatro señores
que, hartos de verse todo el año en sus propios escaños discutiendo sobre vicisitudes
que aparentemente tienen mucho interés para los justiciables a quienes
administran, no acaban de llevarlas a cabo, por lo que deben esperar a la convocatoria
de unas elecciones generales para exponerlas al electorado. Con esa ocasión
darán a conocer su quehacer diario y sus costumbres, pero sin olvidar un
retorcimiento de la verdad que apoye sus más oscuras utopías. Luego esperar las
noticias del día siguiente para ver quien ha ganado.
El resultado
final, aun visto por una cantidad importante de personas no significará, ni
mucho menos, ser el elegido en las urnas. Por eso, considero que, realmente, donde
se debate y se gana es en el bar, en la pelu o a la salida de misa, posiblemente
basándose en las declaraciones del día anterior de tal o cual debatiente.
Gracia me hizo la
cara de haba de una debatiente, ministra del ejecutivo, cuando se le preguntó por
cuántas nacionalidades tenía o podía tener el país plurinacional español…
El sistema
electoral autoriza estos debates, pero estas porfías electorales lo único que
hacen y, sobre todo, en esta ocasión será mostrar la pobreza de espíritu de los
debatientes y un exceso de maquinaria electoral que dé cara a su candidato ante
la infinidad de indecisos.
Nada que ver con
los verdaderos candidatos, aquellos que en los pueblos se baten el cobre. Esos
sí se ganan el pan en unas elecciones.
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