Personalmente, decir que no creo demasiado en las
estadísticas. Cierto que no las entiendo lo suficientemente como para hacer grandes
valoraciones sobre unos datos que, se supone que alguien con mucho esfuerzo, ha
sacado adelante para temor de la mayoría de los españoles. Por eso al leer ciertos
resultados de encuestas que nos garantizan quién va a ganar y sobre todo por
cuánto y con qué diferencia con el anterior o con el siguiente, me quedó
pasmado sólo de pensar a quien se lo habrán preguntado.
Confieso que soy una de esas personas a quien
nunca han preguntado, absolutamente nunca, por los resultados de próximas
elecciones, por el interés en determinado partido o por lo que opino de los
problemas de la Unión Europea. Tampoco conozco a nadie, en mi ámbito cercano, a
quien le hayan preguntado, telefónicamente, por esos famosos intereses de su
voto. Por eso cuando la estadística dice que, para sacar adelante esos
resultados tan rimbombantes, han debido preguntar a una ingente cantidad de
personas, poco me cuesta imaginar que, en muchos casos, habrán preguntado siempre
la misma.
Yendo al magro del asunto, decir que esas
estadísticas tan trabajadas y sobre todo tan super valoradas fallan enormemente.
Los patinazos son abundantes y de importancia. La victoria de Zapatero, las
primarias de Sánchez, los resultados andaluces de Vox… no dejan de ser ejemplos
conocidos.
El CIS ha sacado recientemente la valoración que
entiende va a ser definitiva a la hora de las próximas elecciones nacionales,
europeas, autonómicas, locales, bla, bla, bla… y le da una ventaja de casi un
tercio al PSOE sobre el siguiente partido que viene a ser el PP que ciertamente
patina. Esa valoración quizá sea cierta y quizá el CIS acierte y, por fin, haya
una estadística que nos pueda sacar de dudas un par de meses antes que suceda
la realidad de la votación. Lo dudo y apoyo tal afirmación con un ejemplo. Piensen
ustedes en una estadística sobre la probabilidad de unos carnavales de Burgos
con ambiente primaveral. Seguro que la más benigna encuesta sobre esa posibilidad
pasaría obligatoriamente por alguna nevada, chuzos de punta o truenos y
relámpagos. Es decir, unos carnavales como los de todos años. Pero, amigos
lectores, la estadística este año ha fallado y además estrepitosamente. Diez
grados a las doce de la noche explicarían el clamoroso fracaso de las
encuestas. Hemos visto disfraces de todo tipo sin dos o tres trajes por encima,
una cabalgata sin bufanda ni “rebequitas” abrochadas y esperamos con ansia un
entierro de la sardina con las terrazas llenas de gente en mangas de camisa. Pero,
claro, Burgos is diferent.
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