Si hay algo que siempre he mantenido con respecto
a los británicos (ingleses, escoceses, galeses e irlandeses), es que se trata
de un pueblo sobrio, prudente, incluso circunspecto, diría yo. Pero, también he
mantenido que los referéndums los carga el diablo. Cuando un primer ministro
chulo y guaperas, con poca oposición, planteó preguntar a la población su
opinión sobre si mantenerse en la Unión Europea, creyendo que aquella consulta
iba a ser un paseo militar, debió pensar en la probabilidad real de que el tiro
le pudiese dar en la cara. Así fue y como resultado, los europeos y por ende
los españoles, estamos metidos en un gran lío. Si buscásemos un responsable de
solucionar esta situación, tendríamos que mirar hacia los ciudadanos o los
políticos. Aparentemente, los británicos no están preparados para ello, pero,
los ciudadanos de la Unión Europea tampoco estamos mejor. Incluso menos que
ellos. Es más, pocos se han parado a pensar en qué podría pasar en ese caso.
Los peores augurios hablan de un caos inglés, europeo o casi mundial. Los más
catastrofistas nos han llegado a decir que estemos preparados para lo peor.
Para los no iniciados en la lengua inglesa, decir que BREXIT es un mix (que
queda muy moderno) entre Britain y Exit; esto es, “Gran Bretaña sale”, y el
origen del problema, nos lo puede ilustrar una reciente película: “Brexit: The
Uncivil War” que analiza el proceso que llevó a UK a abandonar la Unión. Uno de
los grandes gurús antieuropeos: Dominic Cummings planteó una estrategia simple
basada en un lema llamativo “Vote leaving”: “vote salir” y el apoyo masivo de
las redes sociales. Con eso y algo de dinero nos ha metido de lleno en un
follón del que la mayoría de los implicados no sabe cómo salir.
Ahora la pelota está en el tejado de la primera
ministra Theresa (léase Zirisa) May (ofuscada y atacada de los nervios) que,
pretendía cerrar un resultado que cumpliese el “mandato popular”, con infinidad
de “jiribiquis” legales y solicitudes a su Cámara de Comunes. No ha podido ser.
Todas sus propuestas han salido “escaldadas” por
falta de apoyo parlamentario. Lo último es intentar un nuevo referéndum que
apacigüe los ánimos y le dé un resultado al que agarrarse. May tiene poco
tiempo. La fecha tope (¿última?) para la salida del Reino Unido es el 29 de marzo
y el artículo 50 del Tratado de Lisboa concede poco margen. Los 27 acechan y no
dejarán pasar una, pero si los resultados no son los esperados, los españoles
también sufriremos las consecuencias.
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