Hoy es el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo. Sí. Ese trastorno
de la personalidad que afecta a la configuración del sistema nervioso y al
funcionamiento cerebral y que hace que algunos niños tengan problemas para adaptar su comportamiento a
diferentes contextos o situaciones sociales o puedan tener dificultades para
comprender las reglas sociales “no escritas”. Eso hace que las
personas que nos consideramos “normales” no acabemos de entenderlos.
Los niños con trastorno del espectro autista
(TEA) tienen un mismo dictamen, pero cada niño es diferente y su historia
personal también. Es probable que sus patrones de comportamiento sean
repetitivos por lo que el juego de estos pequeños puede ser poco imaginativo y sus
intereses pueden variar sensiblemente respecto a los intereses de
cualquier otro niño.
Probablemente cuando los padres escuchen este diagnóstico
se sientan abrumados, inseguros o, en una palabra, vulnerables. Sabrán que su
niño podrá tener dificultades para comunicarse o para hacer que el resto del mundo
le entienda. Van a saber esos papás que su hijo no procesará las intenciones,
los pensamientos, opiniones o deseos de los demás como haría un niño típico,
por eso su hijo tenderá a aislarse y tendrá dificultades para relacionarse. Además,
entenderán que, a partir de ese momento, su ayuda será vital para mejorar la calidad
de vida de su hijo.
Recientemente he tenido el gusto de conocer a
Lidia y Javi, unos papás cuya hija tiene síndrome de autismo. Nadie lo pensaría
viendo la fortaleza con que se enfrentan a ese problema. Ella me dice que cada mañana
se pone unos zapatos cómodos, porque lo que viene es una carrera de fondo y hay
que llegar a la meta. Es agotador, pero, en medio de esa carrera, la niña dice ¡mami
te quiero! Ese día los abrazos y los aplausos se unen en una gran celebración
como si de una fiesta nacional se tratase.
Lamentablemente eso no es todo. Más allá de lo
que se pueda pensar, éste es un síndrome para gente con dinero. Se necesitan terapias
alternativas y la carencia de ayudas es evidente.
Ante tal futuro incierto, su principal aspiración
es pensar que han hecho todo lo que está en su mano para priorizar su felicidad.
Hemos visto como el cine ha mitificado a los
niños con autismo, estereotipándolos en Forrest Gump o en Rain Man y pensamos que
ver a un niño balanceándose ya da lugar a que sea un genio. No es cierto. Lo
cierto es que, los niños con autismo, al igual que los otros, sienten, ríen,
padecen y admiran.
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