Giuseppe Tomasi di Lampedusa describió en su novela
“El Gatopardo” al personaje Tancredi, célebre por manifestar una frase a su tío
Fabricio: “Necesitamos que todo cambie si queremos que todo siga igual”,
refiriéndose a la capacidad de los sicilianos para adaptarse a los diferentes
gobernantes de Sicilia.
Esta frase, que ha pasado a los anales del
derecho político, se relaciona con aquellos políticos que, presentándose a unas
elecciones, manifiestan su interés por modificar o regenerar las cosas. El
famosísimo “cambio”. La historia reciente nos ha dado a los españoles nuestros
propios “gatopardos”. Mucho cambio y promesas de regeneración de lo conseguido por
los anteriores, para, enseguida de recuperar el poder, dejar todo como estaba.
Nuestro actual presidente que pasó la campaña
electoral bramando y tronando contra los desmesurados fastos del anterior o
contra lo que estaba suponiendo el efecto invernadero en la ecología,
pretendía convertirse en el adalid de la lucha contra el cambio climático,
avisándonos del peligro que la contaminación producía en el medio ambiente o su
impacto en nuestros futuros descendientes. Había que cambiar todo aquello y además,
enseguida.
Aunque Page, Tudanca o de la Rosa y como no, el
inefable Ábalos se hayan desgañitado sobre aquellos perjuicios, Sánchez se ha
venido arriba y para evitar mezclarse con la plebe ha mandado el avión Falcón,
detrás de él, para recogerlo a la vuelta mientras hacía un viaje de
inauguración del AVE a Granada. Todo muy progresista. Ahora nos dirá que el
Falcon no contamina o que es eléctrico. O que el viaje ha costado doscientos
ochenta y dos euros al erario. De pena.
Recuerdo hace años, una serie de televisión,
“Hombre Rico, Hombre Pobre” en la que el gran secundario William Smith hacía el
papel de un malo malísimo llamado Falconetti. Éste, que no recuerdo tuviese a
su disposición un Falcon, estaba legitimado para hacer todo aquello que le
viniese en gana y marcó lo que posteriormente se ha llamado un “Falconetti”. Esto
es, un malo por naturaleza. La quintaesencia del malo. Sí, pero el papel de
Smith, igualmente, acabó siendo el del típico secundario que adquiere una relevancia
superior a los propios protagonistas.
Es posible que su staff haya hecho alguna
referencia al calentamiento global o al derretimiento de los polos, pero las
gafas de sol, la bajada de escaleras a lo Obama o el afán de protagonismo
desmedido, habrán tenido más fuerza. Todo sea por activar y aumentar las expectativas
de voto.
Ciertamente el voto ha concedido cambio aceptando
esa política “progresista” de apoyo a todo este despropósito y despiporre. O sea, que como
“gatopardianos”, hemos cambiado todo para que todo haya seguido igual.
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