lunes, 20 de julio de 2015

MARIANO RAJOY Y LA PROCASTINACIÓN.

Aunque parezca un verbo con poca solvencia -únicamente por falta de conocimiento- resulta que procastinar es un término que ha existido en el lenguaje español desde el principio de los tiempos, y ha sido además muy utilizado. Eso sí, con distintos nombres. Procrastinar es retrasar sin causa, dejar de hacer lo que realmente tenemos que hacer y, en su lugar, hacer lo que no habría por qué hacer. Se le ha venido a llamar diferir o dilatar, y se le ha tratado de diversas maneras, otorgándole carta de naturaleza constitucional al incluirlo en el artículo 24 de la Constitución prohibiendo las dilaciones indebidas. 


Todos conocemos a algún procastinador; aquel que por desidia o indolencia, deja para mañana lo que pueda hacer hoy, o aquel que dilata las meras relaciones interpersonales. Por eso, no es de extrañar que, también en la historia política, haya habido grandes procastinadores. Como olvidar al ex-presidente Zapatero con el asunto de crisis sí o crisis no. 



El presidente Rajoy había prometido bajar impuestos, subir pensiones, modificar el sistema de la educación y de la sanidad, que nunca se pactaría un abaratamiento del despido..., pero con su llegada al gobierno, se desdijo de lo que había anunciado en campaña. Sin entrar a valorar si era necesario, lo cierto que al presidente se le olvidó comentarnos el motivo por el cual se hacían aquellos cambios no estipulados en el programa electoral. Aun mas, lo que hizo fue todo lo contrario, esconderse en la Moncloa y dejar para el día siguiente una cuestión de la máxima prioridad como era la de tenernos informados, sin dilación alguna, evitando así ser un procastinador de tomo y lomo. Pero, podemos estar tranquilos. Parece que nuestro presidente ha encontrado la cura a la procastinación.

Ha sido a partir del derrumbe que ha sufrido su partido como consecuencia de los resultados de los comicios del 24 de mayo, cuando ha dicho que toda la organización y él, el primero, han fallado en cercanía, explicaciones y comunicación con los ciudadanos, y por eso, ha decidido que el partido debe dar la cara y salir de la sede -él, no-, y para dar ese paso ha enviado a una nueva generación que explique en la calle y en los medios y redes, todo aquello que le ha fallado a él. Cristina Cifuentes, Alberto Núñez Feijoo, Alfonso Alonso o el portavoz de campaña Pablo Casado, cara que seguro que acabará dando mucho que hablar, son los que tienen la cura para la procastinación que atenazaba a nuestro presidente, y han sido los nombrados para evitar que aquella se contagie al común de los votantes.

Parece que, por fin, Rajoy ha entendido al gran clásico romano Cicerón en su declaración de que, en la ejecución de los asuntos, la lentitud y la procrastinación son odiosas.

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