viernes, 10 de julio de 2015

ALBERT RIVERA Y LOS CIUDADANOS.

Cuando alguien con hijas se encuentra en la tesitura de recibir por primera vez al novio de una de ellas, seguro que se plantea las preguntas típicas propias de todo padre consecuente: ¿cómo será?, ¿será buena persona?, ¿será honrado y cabal?... Lógicamente, después de todas las posibles preguntas e intenciones del primer momento, se irá bajando las pretensiones, quedando finalmente la realidad pura y dura, y quedando para los padres el consuelo de que seguro que podía haber sido peor. 

Esto es lo que ocurre con Albert Rivera. Él es el novio que cualquier padre querría para sus hijas. Decente, formal, serio, consecuente, además de alto y guapo. Él ha conseguido por sí mismo, partiendo de una Comunidad Autónoma que realmente no le ha facilitado mucho las cosas, entrar en la política nacional con un discurso lógico y coherente con el que pretende, el afianzamiento de la democracia basado en la unidad nacional sin perder la personalidad de las Comunidades Autónomas. Él ha sido y es el responsable único de las averías que se le están haciendo al resto de los grupos políticos del panorama nacional. 

Con una tendencia clara, de centro derecha, ha conseguido restarle votos al PP, al PSOE, a UPyD y sobre todo a PODEMOS. Así ha sido, por medio de un discurso de carácter nacional, para los del PP –respetar la lista más votada-, por aumentar las políticas sociales, para los del PSOE -la información de las menores ante un aborto-, de aumentar sus propuestas de izquierdismo para los de IU -regularizar la prostitución o un debate sobre las drogas-, por pensar de igual manera que los de UPyD o por compartir- con cautela- el estado de cabreo permanente con el politiqueo vano y resto de corruptelas para los de PODEMOS. 

Ha dicho por activa y por pasiva que pactará con todo aquel que aporte algo al ciudadano, siempre que no esté en contra de su propio programa político. Aparentemente, parece que es un partido que no se doblegará ante el poder. Desde luego, parece lo qué cualquier votante indeciso desearía. 

Pero ay, todo lo bueno tiene inconvenientes y al igual que cualquier aspirante que se nos pudiese presentar en casa, Albert Rivera no viene sólo, sino que viene con toda una familia detrás. Y puesto que a él, sólo se le puede votar en aquella circunscripción por la que se presente, previsiblemente por Barcelona, deberíamos pretender y exigirle que toda esa familia que él aporte -sus compañeros de partido aspirantes a los puestos en las instituciones- fuesen, cómo mínimo, cómo él. 

Albert Rivera debería aprender de los errores de otros y filtrar perfectamente a los miembros de su partido que pretendan acompañarle en la aventura de tener aspiraciones de gobierno o de participar en la política activa de Ayuntamientos y Comunidades Autónomas. De no ser así, lo que ahora es un magnífico proyecto político puede pasar a convertirse en un bluf.

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