miércoles, 8 de julio de 2015

LOS POLÍTICOS Y LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA.

Aunque parezca que la única Ley habilitante es aquella que emana del poder legislativo y que afecta a todos los ciudadanos, existe otra ley –con minúscula- que es la que emana del interior de los partidos políticos y que afecta únicamente a los que comulgan con esa confesión. 

Esta ley no es otra cosa que la divagación que se pueda haber hecho anteriormente en el partido, sobre cuáles serán los grandes puntos sobre los que van a descansar sus políticas. Lógicamente, esta ley debería ser la norma a seguir en cualquier caso, independientemente del posible resultado posterior que pueda traer el recuento de votos. Pero, al contrario, es a partir de ese momento cuando todo lo que se había ofrecido al ciudadano, cambia, y los políticos, dejan de ofrecer aquello que antes ofrecían, para ofrecer una cosa nueva que, antes no estaba en su programa y a veces ni siquiera en su cabeza. 

Llegan los pactos por mantener el poder y los políticos se encuentran con que, están obligados a aceptar las nuevas soluciones que se les ofrecen desde el partido, con la única esperanza de mantenerse en el puesto. 

Pero, no temamos, todavía no se ha perdido todo. El artículo 16 de la Constitución -que garantiza la libertad religiosa, ideológica, de culto y con ello de conciencia-, mantiene un resquicio de esperanza para aquellos políticos que, no encontrándose conformes con aquellas nuevas soluciones que les ofrece su partido, puedan escapar de su abrazo. Se puede objetar. La objeción de conciencia es el rechazo al cumplimiento de determinadas normas por considerarse éstas contrarias a las creencias éticas de una persona. 

Efectivamente, sobre la misma sólida base sobre la que se sustentan los problemas de conciencia que puedan existir contra ciertas prácticas abortivas, contra determinados tratamientos médicos, etc., éste mismo precepto podría autorizar a aquellos políticos que no estando conformes con los pactos que se promueven desde su partido -la ley-, pudieran negarse a aceptar determinados acuerdos, o determinadas prácticas de aceptación del todo por mantener el poder. 

Contra las leyes fruto del aguijón de determinadas minorías o de mayorías ciegas que producen acuerdos al margen de convicciones éticas, cualquier político puede enfrentar una ética racional que haga que, como individuo, responda en primer lugar de la propia conciencia y los propios principios morales. El filósofo Friedrich Nietzsche ya lo adelantó: La mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo.

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