martes, 26 de septiembre de 2017

Señores políticos: quedan cinco días.

Como si de “Juego de Tronos” se tratase, Cataluña ha estado más de 30 años dando pequeños pasos de poder para consolidar su posición actual. Aunque no todos los catalanes han actuado activamente, si ha habido pasivos que se han limitado a esperar y ver venir las olas. 

Desde los tiempos de Pujol y el “España nos roba” hasta el actual 1-O, hemos visto pasar todo tipo de intrigas palaciegas y su corolario actual en la reconversión producida en los ciudadanos, inconscientes de que el fin podría ser una declaración de independencia. 
Primero la educación, luego la sanidad, luego la seguridad y ahora todo. El próximo 1 de octubre los catalanes (algunos) pretenden levantarse contra el resto del Estado para agradecer sus servicios prestados y largarse. 

Tal desatino lo encabeza Puigdemont qué como si de un caminante blanco de los de R. R. Martín se tratase, aparece dirigiendo el ataque contra la Constitución y el Estado de Derecho como cabecilla de los insurrectos, sostenido por una historia poco probable y un presunto derecho ancestral, olvidando que para tratar cualquier clase de segregación de parte de España han ser los españoles quienes voten tal supuesto. Todos los españoles.

Para ello, han concurrido a todos los factores: la escuela, la calle, la policía… pero no han tenido en cuenta el factor que será el que desbarate cualquier secesión que se pretenda. La Ley. Sí. Aquella que nos obliga a todos con sus interdicciones y prohibiciones y que será la que les haga volver al redil. Perderán. 
Al igual que en la obra de Martín, la Ley pasará por encima de extravagancias y será aplicable a aquellos que la incumplen. 

Nuestros políticos, garantes de nuestros derechos deberán exigirlo. Cuando ellos llegaron al poder que ocupan ahora, ya estaban allí la Constitución y el resto de las grandes leyes que componen nuestro ordenamiento jurídico y por sus votos juraron defenderlas y acatarlas. 
El Código Penal o la Ley de Enjuiciamiento Criminal son herramientas más que suficientes para mantener a raya cualquier desafío que se pretenda. Ahora los ciudadanos necesitamos que esa defensa sea palmaria y que los políticos actúen en consecuencia defendiendo nuestros intereses sin fisuras, sin tapujos, sin medias tintas que pretendan lecturas equivocadas de la Ley o malas interpretaciones. 

Si España ya era eso cuando ellos llegaron, deben usar su actual poder para procurar mejorarla, pero no para acabar con ella. Decía el juramento a la Bandera que antiguamente se hacía aprender de memoria a los reclutas…”si así lo hacéis la patria os lo agradecerá y premiará, sino mereceréis su castigo como indignos hijos de ella”.

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