Ahora
que las vacaciones han pasado de largo y la ¿normalidad? vuelve a nuestras
vidas, vuelve con ella el ajetreo laboral, social y político que nos abrumará
el resto del año. Es tanto que a veces cuesta encontrar una actividad para los
fines de semana que desocupe y descargue la mente. Desde este mirador
recomendaré un deporte que podría llamarse “ver pueblos”.
La
fisionomía castellana y por ende la burgalesa está repleta de pueblos,
pedanías, villas, aldeas…, en la mayoría inexistentes para todo aquellos que no
sean sus pocos habitantes o algún vecino colindante. Pero hete aquí que esos
pueblos olvidados a su suerte han cogido un nuevo auge por medio de las rutas
moteras que semanalmente se desplazan por las carreteras de la provincia.
Un
servidor deseoso de conocer su arte y bellezas ha aprovechado los ratos libres para
recorrer sobre dos ruedas las cercanías de Burgos, buscando buenos lugares que
anotar en la memoria y luego contar algo diferente a los amigos.
Sin
ir muy lejos entrar por Estepar y acercarse a la zona de los Muño. Primero
Pedrosa de Muñó con poco más de 59 hogares. Luego Arroyo y poco más adelante,
como salido de una postal aparece Quintanilla, único municipio de los vistos
que no acompaña el apellido de la zona: “de Muño”, para ser “Somuño” con la
magnífica Iglesia de San Andrés Apóstol y famosa por haber sido D. José de
Zorrilla, uno de sus más ilustres vecinos. De ahí a Mazuelo con su imponente
Castillo del siglo XIV, uno de los mejor conservados de la provincia de Burgos.
Sin perder la carretera nos metemos de lleno en Arenillas de Muñó donde
una magnífica Torre defensiva construida por los Padilla en el siglo XV nos
recibe. A pocos kilómetros Villaverde del Monte:
la joya de la corona con una gran iglesia que haría las delicias de cualquier
guionista de Juego de Tronos. Henchidos de arte nos adentramos a la pedanía de Revenga
de Muñó con su moral de más de 400 años y una iglesia de estilo románico de
entre los siglos XII y XIII, con un retablo neoclásico
con elementos ornamentales barrocos.
Otro día la capilla visigótica de Quintanilla de las Viñas, o el Monasterio de
Rodilla, joyas arquitectónicas donde las haya.
La
pena es que, salvando las épocas de fiestas, en que nadie diría que es el mismo
pueblo de quince días antes, es difícil encontrar un bar abierto donde tomarse
un refrigerio pero, bueno, no se puede tener todo.
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