España
siempre ha dado de sí grandes mujeres que han sabido llevar el nombre del país
por allá donde quiera que han ido. Literatura, política, música, investigación,
variedades, televisión… Por unas u otras razones, han acabado recibiendo el
apelativo de “de España” dejando una estela de esplendor y lucimiento, envidia
de naciones y culturas. Muchos ejemplos, lamentablemente no todos, puedo
aportar, representativos del anterior apelativo: Carmen Laforet, Sevilla,
Machi, Campoamor, Amaya, Martín Gaite, Maura… hasta Carmen de Mairena. Todas
ellas orgullo de España.
Pero como
hasta en la mejor cesta podemos encontrar impurezas, ahí nos hemos encontrado a
Carmen “la de Cabra”. Vicepresidente del Gobierno y anteriormente
ministro de Cultura y de Igualdad y personaje que habiendo podido ser alguien,
no es más que un exiguo y bamboleante muñeco tentempié a favor de su
solemnemente pomposo jefe.
Ella,
que lleva con orgullo ser una persona subordinada a otra de la que parece
inseparable, confirma el término adlátere, al
que José María García dio vida, ratificando que cualquiera sirve para “jesusera”,
abraza farolas u ocupar la posición de vicepresidente del gobierno, con la única
misión específica de tapar los agujeros que va dejando su jefe, por donde pasa.
Comenzó
como Ministra de Cultura, con aquello de “Deseo que la Unesco legisle para todos los
planetas” o “El cine ha
perdido espectadores por culpa de la política hostil del PP”.
Luego como feminista
Ministra de Igualdad fue castigo y martillo para la RAE, creando términos
gramaticales propios como la “expertitud”, o frases para el peor circunloquio:
“Yo he sido cocinera antes
que fraila”. Como
vicepresidente ha hecho grandes favores a la causa de su
jefe por medio de ferviente apoyo a cualquiera de sus ocurrencias. Aquello de
que el presidente ha tenido otra vida anterior en la que no era presidente y
que lo dicho anteriormente no tiene que ver con lo que haga ahora, pretendiendo,
además, convencer a los administrados de tal obtusa explicación, será
objeto de estudio en las Universidades durante los próximos siglos.
Ella
que hasta afiliarse en el PSOE Era independiente, no independentista, ahora celebra
las palabras de Rufián sobre el tal paraíso fiscal de Madrid o aplaude los
pactos que su jefe ha hecho con Bildu o con ERC. En fin.
Pero
cuidado, ella que nunca llegará a ser Carmen de España, podría ser la próxima
ministro de Interior o de Defensa. Así que, cantémosle aquellos
versos de la famosa coplilla de Quintero, León y Quiroga “Yo soy la Carmen
de España y no la de Merimé y no la de Merimé. Me han cantado en el teatro, lo mismo
que a la Traviata, más le aviso a más de cuatro que voy a meter la pata…”
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