FRANKENSTEIN
Cuando Mary
Shelley creo a su famoso personaje hecho de retales no podía imaginar que aquella
creación marcaría tendencia en política. La política en general y la española
en particular han abusado de la técnica Frankenstein y reflejándose en aquel texto,
han creado gobiernos con la cabeza de una parte o tendencia, el cuerpo de otra
y las patas de una totalmente distinta. Aquí en España ha pasado hace cuatro
días. Mariano Rajoy ha sido puesto de patitas en la calle por Pedro Sánchez,
basándose en la congruencia constitucional de la posibilidad de que una moción
de censura de carácter constructivo pueda remover al Ejecutivo saliente por uno
entrante. La licitud y legitimidad constitucional en la presentación de esa moción
de censura es aplastante, pero yo, me siento vilipendiado. Me siento tocado en
mi línea de flotación porque hace poco más de dos semanas escribí en esta misma
columna una prosa elogiosa sobre el entonces jefe de la oposición Pedro Sánchez,
de quien dije, había sabido estar a la altura de los grandes estadistas en la
toma de decisiones de la política española, por lo que le calificaba como un
hombre de Estado con las prácticas aprobadas. Igualmente, le aludía cómo alguien
que había sabido alejar sus rencores personales a cambio de mejorar los
intereses del justiciable. Mi gozo ha durado dos semanas.
Este vendedor de
humo, basándose en que las estrategias se aplican pero no se explican, ha
presentado una moción de censura constructiva de carácter destructivo sin
programa de gobierno y sin pacto previo con fuerza política alguna, limitándose
a aprovechar el momento político de todos contra Rajoy para presentarse ante el
Congreso de los Diputados y unido a fuerzas políticas de todo pelaje, ponerse
de presidente.
Alguien dijo que
las mociones de censura las carga el diablo. Se presentan para ganarlas, pero
con los votos suficientes y la tarea hecha. Él, que no gano ninguna elección,
que no tiene avales en las urnas, que funciona a golpe de rencores y ansia de
poder, ha dejado en vilo a españoles y barones del partido, pero ha
ganado. Sánchez es el presidente del
Gobierno. Ahora bien, cuando escribí que solo le faltaba ser un hombre sabio,
me equivocaba. No es un hombre sabio. La política hace extraños compañeros de
cama, pero esto suena a exceso. Ha metido a los socialistas en un berenjenal
imposible de cohabitación con supremacistas. Pronto vendrá la devolución de
favores a Podemos, Bildu o PdeCat.
Me reconozco
ingenuo, pero rectificar es de sabios, así que en nombre de los defraudados
únicamente decirle “Pedro sé fuerte”, ojalá sepas sacar lustre de todo ese pelaje
con que te has juntado. Pero no sufras, siempre puede volver Javier Fernández.
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