800 AÑOS
Todo giraba alrededor de Notre Dame en París, cuando
al rey Fernando III El Santo se le ocurrió casarse en un sitio más noble de lo que
concurría en aquellos días en España y dotó a Burgos de una catedral. No fue
fácil y pasaron muchas adversidades y más de 300 años de construcción para
verla parecida a como es en la actualidad. Desde aquella primera piedra de la primera catedral
gótica española han pasado ya 800 años. Casi nada. Esta Catedral es la joya más preciada de la ciudad y una de las más
reconocidas a nivel nacional e internacional. Ahora, con esta mayoría de edad
consolidada, lo que se tercia es una celebración en condiciones en la que burgaleses,
españoles, europeos y resto de humanidad puedan venir a conocer de primera mano
las bellezas, encantos y preciosidades que radican en esta Catedral. Que magnífica
oportunidad para poner a Burgos en la órbita internacional. Pero la Catedral
por sí sola no llega para iluminar tal evento, sino que debe ser el conjunto de
la sociedad ciudadana quien atraiga esos posibles visitantes. Quedan tres años,
plazo más que suficiente para que estén acabadas y funcionando todas las obras
pendientes que conviertan Burgos en una ciudad moderna y rutilante. El Ayuntamiento,
la Diputación, instituciones públicas e iniciativas privadas deben estar implicados desde el primer momento.
Deberán ser capaces de involucrar a burgaleses de reconocido prestigio, de cualquiera
de los ámbitos culturales o sociales, como vendedores de esta gran ocasión a celebrar
en 2021. Incluso a Instituciones de ámbito nacional. Rajoy ha dicho en Burgos
que el Octavo Centenario de la Catedral es un asunto de estado; ese es un buen principio,
pero ¡cuidado!, en tres años pueden pasar muchas cosas y no debemos descuidar a
otros pesos pesados. Expresidentes
del gobierno, exministros, expolíticos, deportistas… La Casa Real es un punto que no puede faltar. Seguro que ni los
reyes actuales ni los eméritos tienen problemas de agenda. Un acontecimiento de
tal relevancia debe contar con el Papa Francisco, íntimamente relacionado con
Burgos, por haber sido titular de la diócesis
de Oca. Tampoco el Cid, el Camino
de Santiago, los yacimientos de Atapuerca, la ACB, la morcilla o el frio
burgalés. Todo hace fuerza. Queda lo más importante: la ciudadanía de Burgos y
aledaños. En el recordado 2016 los burgaleses se volcaron absolutamente en las conmemoraciones
para intentar conseguir la capitalidad europea de la cultura. No pudo ser, pero
durante aquel año demostraron que están con la ciudad. Hay que volver a estar
ahí, animando a la ciudad y a su Catedral consiguiendo que el octingentésimo
aniversario sea acorde con lo que se
merece la ciudadanía qué, no nos olvidemos, probablemente no tendrá el
privilegio de poder disfrutar del noningentésimo.
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