El
último lunes de mayo se celebra en USA el día de los caídos en guerra o
Memorial Day, en memoria de los soldados muertos dentro y fuera de Estados Unidos.
Incluye actos militares y civiles con proliferación de banderas y cantos del
himno nacional “Star-Spangled Banner”, mostrando a todo el mundo el orgullo,
aprecio y respeto hacia sus símbolos.
En
España, en el Manzanares, otra vez con el Rey en la grada como un espectador
más, se presentó el Barcelona a la final de la Copa del Rey, esta vez contra el
Alavés, arropado de nuevo por su hinchada y pretendiendo el preciado título. No
debía ser, pero como si fuese la crónica de una muerte anunciada, comenzó la
Marcha Granadera -himno nacional de España- y en las gradas comenzaron los
pitos. El Rey, en posición de firmes, con su actitud más profesional y con cara
de poker aguantó el embate y soportó los pitos. Él estaba obligado. Pero ¿y los
otros? Pues también.
No
parece muy serio venir a un evento llamado Copa del Rey ¡de España!, que lleva
ínsita la comparecencia del Rey y los acordes del himno nacional, habiendo
hecho en algún caso más de 500 kilómetros de viaje solamente para disfrutar de
una pitada al Himno o al Rey, por lo que ya es preocupante que a cada ocasión
en que se celebra un evento de esta categoría vengan cuatro cenutrios a
pretender reventarla.
Se
tercia una solución de consenso y no sólo de los órganos directivos del fútbol.
Los políticos deben comprometerse y aplicarse en una solución que arregle, de
una vez por todas, estos malos detalles de participación ciudadana. Seguro que
hallan fórmulas que eviten la vergüenza que supone semejante ofensa a los
símbolos nacionales. De cara al exterior no quedamos nada bien, por lo que bueno
sería fijarse en aquellos países que tienen por filosofía el respeto y la
consideración hacia sus símbolos nacionales.
El
pasado diciembre, el boxeador español Mario Hilario disputaba el campeonato de
la Unión Europea de supermedios en Finlandia. A los prolegómenos deberían sonar
los himnos nacionales de cada púgil, pero a la hora del himno español, allí
apareció un muchacho finlandés llamado Jimmy Key qué con pinta de Justin Bieber
y guitarra eléctrica en mano, tocó los acordes del himno. No pasaría de una
mera anécdota si no fuese porque todo el público finlandés presente en el
evento deportivo, en pie y en respetuoso silencio escuchó los acordes tañidos
con aquella guitarra. Aprendamos.
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