martes, 13 de junio de 2017

Juanvi


LOS POLÍTICOS se dan a conocer por los hechos y actos que perpetran. A Teresa May se la conocía por el Brexit y posiblemente pronto por el MAYXIT. A Macron por tener una esposa mayor que él. A Marine Le Pen... A Puigdemont por ser el peor gobernante de la historia de Cataluña. A Susana Díaz por las primarias y los ERES de Andalucía. A Feijoó por ser el sucesor natural de Mariano. A Revilla…bueno, sin comentarios, pero, igualmente, se le conoce.

Unos y otros han sido citados o nombrados en alguna ocasión para dar fe de sus gestas y logros y todos en mayor o menor medida han querido o sabido salir del ámbito de actuación, pero ¿quién conoce a Juan Vicente Herrera Campo? 

Recientemente, disertando sobre la política actual, alguien preguntó quién era el presidente de Castilla y León. Respondido que llevaba dieciséis años de presidente de la Junta, no se lo podía creer. Muy poco había oído hablar de ese político. 

Según iba avanzando la conversación les dije que era de los pocos que habían pedido perdón por los comportamientos irregulares que hubieran podido tener algunos altos cargos de las consejerías de las que él es presidente o que había sabido asumir los errores de su equipo. O que después de 16 años al frente del partido no se había presentado a la reelección como presidente del PP de Castilla y León. 

Tampoco se lo podían creer. Un político con comportamiento honorable y sin desmedido afán de protagonismo. Y ¿qué ha hecho un presidente de Comunidad Autónoma, durante dieciséis años, sin que durante ese tiempo haya destacado fuera de la Comunidad? 
Quizá que después de tantos años en el puesto, su único interés haya sido el propio de los que gobierna, acreditándolo al haberse convertido, desde el primer momento, en uno de los que más tralla ha dado al gobierno de Mariano, sin mostrar intenciones de pasar a un puesto político mucho más importante, llámese ministro de algo, embajador de no sé qué, o cualquier otro relumbrón. En fin. 

No puedo seguir sin pedir perdón a su señoría por el atrevimiento que ha supuesto llamarle Juanvi, pero sé de buena tinta que gusta entre sus amigos le llamen así, sobre todo cuando se le ve por los bares de la burgalesa calle Sombrerería saludando a unos y otros y confundiéndose con un vecino más. No sé qué ideas tendrá, pero me da la impresión que lo único que quiere este hombre es acabar su etapa como presidente y dedicarse a dar paseos por el Espolón los días que haga bueno.

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