Han
pasado las fiestas navideñas y de nuevo hemos visto como una de las
instituciones más consolidadas durante los pasados periodos navideños, el
cotillón, ha continuado su decadencia para dar paso a una nueva técnica de
reunión de personas que no tardando se hará con la exclusiva en cualquier
fiesta que se precie. Los empresarios de la noche se han asociado para dar un
servicio común a la parroquia nocturna, basándose en la previa adquisición de
un bono con el cual se puede acceder y consumir en varios locales. Con este cambio
de costumbres, tomarte dos copas supone ir a dos locales ya que no se trata de
perder sino de aprovechar al máximo el bono y si es posible tomarte una copa en
cada local.
No
es nada nuevo. Los empresarios mantienen sus locales abiertos con la entrega de
esas consumiciones. A cambio los beneficiarios de una noche especial como esa
pueden pasar por varios locales.
Pero
¿a dónde fue el cotillón?, ¿y aquellos grandes cotillones que, no hace todavía
muchos años engrandecían la noche vieja burgalesa soslayando el miedo al frio? No
sé. De repente pasaron a la historia. Aquellos cotillones de la discoteca Roma,
Don D o Campeador, propios de un tiempo, ahora casi inmemorial, marcaban la
diferencia entre la Navidad y el resto del año.
Aquellas
noches en que grandes grupos se dirigían directamente al Armstrong, las colas
que se montaban en la discoteca Cup,s en mitad de Reyes Católicos, donde personas
perfectamente uniformadas con traje y corbata o pajarita, bolsa de serpentinas
y confeti en una mano y un buen gorro de color rojo colocado en la cabeza
esperaban pacientemente la entrada. Tiempos en que pocos se perderían el
cotillón de Pentágono, los antológicos cotillones de fin de año de Robinson, Tucán,
Drumens o para los más mimosos los de la
Montecarlo.
Cada
uno se metía en su discoteca de cabecera, donde disfrutaba del mejor garrafón,
bailando hasta el amanecer para, a las tantas, salir a la calle raudos a la
churrería más cercana donde, a poco, finalizaba la fiesta.
Es
lo que hay. Algo ha cambiado en poco tiempo y aunque las nuevas generaciones no
han conocido aquellas discotecas que, como tales, proliferaban hace no
demasiados años, enseguida se han puesto al día. Ahora bien. Hay cosas que no
cambian. La calidad de la bebida sigue desmereciendo a los locales actuales,
igual que lo hacía en aquellos otros hace ya tantos años, por lo que sería
deseable que el producto a despachar en esos locales viniera adornado de la
calidad que se merece un festejo de esa categoría.
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