domingo, 23 de agosto de 2015

NO HACER APRECIO.

Hasta hace bien pocos días, nunca había oído hablar del Sr. Martín Garrido Rámis, autodefinido como cineasta. Hasta entonces nada había oído relativo a su persona. No había oído que fuese actor, director, o cualquiera otra actividad relacionada con el cine. No había oído hablar de sus éxitos como actor ni de las películas que habría dirigido. No obstante, y por si la autodefinición de cineasta tuviese más enjundia, me acerqué a la RAE que me ha ilustró sobre tal título: Persona que trabaja en la industria artística del cine, en función destacada

Bueno hubiera sido, entonces, que la primera noticia sobre su persona hubiera sido describiendo alguno de sus éxitos en la industria cinematográfica. Pero no, la primera lo ha sido por la lectura de un panfleto publicado en un medio de comunicación escrito, y que lleva el pomposo nombre de ¿Para qué sirve el Ejército español?

Este cineasta, definiéndose a sí mismo como una persona objetiva, se despacha a conciencia contra la institución militar por medio de una dudosa valoración basada en el desconocimiento más absoluto de la realidad que, muy a su pesar, le deja fuera de combate antes de tener que hacer un comentario o escribir una sola línea. 

Efectivamente, las aserciones que lanza, muchas y variadas, -algunas llegan a poner en tela de juicio la necesidad de la defensa nacional-, no necesitan más que una simple lectura para darse cuenta de que el autor se encuentra en un punto centrado entre la más profunda desinformación y algún tipo de pelusa por la institución que le provoca una envidieja colosal, por lo que sería bien fácil contrarrestarlas una por una, pero eso sería igual que hacer aprecio de las descalificaciones que arroja, dándoles un valor que no tienen.

Lamentablemente, el Ejército es una institución que no dispone de medios suficientes para hacer frente a manifestaciones de este pelo, debiendo limitarse a cumplir una labor callada y las más de las veces poco gratificante, pero es la que le ha sido asignada por nuestra Constitución. Debe estar a objetivos más altos que atender a cualquier tipo de maquinación que pueda salir de la cabeza de un iluminado que, no teniendo otros valores en los que destacar, hace gala de una presunta denuncia social para que, por fin, su nombre salga a la luz o a la opinión pública. 

Por ello y ante cualquier duda que pudiese quedarle sobre la relevancia de la institución o el porqué de su existencia, es de rigor recordarle que ya desde los tiempos del Epitoma rei militaris quedaron señalados los puntos sobre los que debe mantenerse la defensa de un país, y que han ido agregándose al argumentario de las generaciones futuras en la frase “el que desee la paz, que se prepare para la guerra”.

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