domingo, 30 de agosto de 2015

EL ETERNO DEBATE PARLAMENTARIO.

Últimamente, cuando escuchamos las discusiones de nuestros políticos sobre lo que más conviene a nuestros intereses, no vemos claro si lo que pretenden decir es lo verdaderamente importante, o si es lo que quieren oír los de su cuerda, o si es lo que conviene decir en ese preciso momento. 

En estos días se ha debatido en el Parlamento, alto y agrio, sobre la procedencia de la presentación de los Presupuestos Generales del Estado justo antes de que acabe la legislatura y de la, siempre problemática, cuestión de las pensiones. 

A lo primero, los dos partidos mayoritarios –por ahora- se han tirado los trastos a la cabeza, alegando los unos que, la presentación y la aprobación de los presupuestos era una cuestión de responsabilidad, y respondiendo los otros que, con mucha posibilidad, no serán los que definitivamente se apliquen una vez que se constituya el nuevo Parlamento Nacional, por lo que sólo servirán para perder el tiempo en debates poco provechosos, pues, como han prometido, posiblemente no lleguen a ver la luz. 

A lo segundo, se los han vuelto a tirar, pero esta vez, alegando ambos lo mismo. La obligatoriedad e imperiosidad de que las pensiones se respeten y por supuesto se mantengan en las condiciones que se pactaron el Pacto de Toledo. 

No es cuestión de entrar en debate sobre cuál de las posturas será la correcta, pero lo que está claro es que ninguna postura absolutamente contradictoria es conveniente para los intereses generales. Dos partidos que se pelean por las cáscaras olvidándose que, dentro está la fruta, están ejerciendo una labor fútil para los ciudadanos a los que representan. Olvidar que en política, como en cualquier otra disciplina, los árboles no deben impedir la visión del bosque es fundamental para llegar a conclusiones acertadas. Es incuestionable que las pensiones deben ser respetadas y de donde proceda su financiación es una materia que no debe afectar a quien la reciba. 

Es evidente que los presupuestos deben ser aprobados en tiempo y forma como único medio para evitar lagunas legislativas que eviten muchos quebraderos de cabeza que han ocurrido en el pasado. Nadie quiere unos presupuestos prorrogados y gobernar a golpe de decretazo, ni mucho menos una situación en la que el pago de las pensiones peligre. 

Si los dos partidos mayoritarios estuvieran de acuerdo en eso, el resto sería accesorio no cabiendo planteamientos ni disquisiciones del cómo y mucho menos del porqué. Además, sería bueno que piensen que, en el supuesto menos favorable, se pueden encontrar con que ya no son los partidos mayoritariamente votados y que además no están en disposición de negociar nada o casi nada con los nuevos partidos surgidos en los últimos tiempos. 

Es hora de que los políticos se procuren un feed-back más propicio, logrando precisamente, para el justiciable, el resultado que éste se merece.

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