martes, 21 de enero de 2020

PROGRESÍA.

El cineasta Gonzalo Suárez y el filósofo Juan Cueto “parieron” en 1972 un término que ha conseguido alumbrar a toda una generación de personas qué buscando una introducción en los conceptos brillantes de la izquierda, intentaban acabar con los mitos de la burguesía en una época en que ser de izquierdas estaba penado. Muy penado. Ese término, “progresía”, no es un término muy correcto, pero para ciertas personas tiene su morbo. Los nuevos valores políticos actuales, no entendiendo bien aquel concepto de progresía, le han dado carta de naturaleza en contra del arcaísmo y antigüedad de que se hace depositaria la derecha. Aquellos que han tomado la progresía como norma fundamental de comportamiento y orden espiritual de expresión, se han autollamado “progres”.
Salvada la introducción, decir que pueden ser catalogados como miembros de la progresía, todos aquellos capaces de decir una cosa y su contraria en tiempo récord y sin despeinarse. Aquellos que juran una cosa y hacen otra. Aquellos, en fin, cuya palabra siempre está enmarañada con matices.
Y dirán ustedes ¿qué es progresía? Pues es la capacidad de decir lo que te salga del “níspero”, con una sonrisa de suficiencia. La posibilidad de poder decir cualquier majadería, o lo primero que te venga a la cabeza, con la seguridad de que no tendrá contradicción alguna ya que ésta se encuentra bajo la amenaza punzante de una inmediata tacha de fascista, o como más progre de “facha”.
Es quejarse de los trece ministerios de gobiernos anteriores y ahora montar el tuyo con veinticuatro. Progre es decir que el dinero público no es de nadie o últimamente asegurar que los hijos no pertenecen a los padres. Progre es quejarte de que una ministro de Justicia ha estado mezclada con las cloacas del Estado y ahora aplaudir su nombramiento como Fiscal General del Estado. Progresía es que te nombren ministro de Igualdad y llenes el ministerio solo con mujeres o coloques como directora del Instituto de la Mujer a alguien que está contra la heterosexualidad, a favor de la penetración anal a los hombres, en contra de la lactancia materna o a favor de la eliminación de las cárceles. Progresía es recurrir la admisión del pin parental en Murcia y, sin embargo, no hacer referencia alguna a recurrir el asunto de Cataluña. Progresía, en fin, es rajar del inglés que poseía Ana Botella y luego ir por el mundo con un intérprete sin que parezca importarte. Y todo eso, ¿por qué? Pues porque la progresía actual tiene patente de corso para decir lo que quiera. Incluso mentir. Se dice en publicidad que hay dos cosas totalmente prohibidas: aburrir y mentir. ¿Qué pasaría si dejaran de mentir?

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