Desde aquel “Váyase Sr. González” que profería
José María Aznar, no se había conocido en nuestra historia reciente un hecho que,
no por normal, ha dejado de ser sorprendente. Este pasado domingo los españoles
(sólo ciertos españoles) se han echado a la calle para pedir convocatoria de elecciones
al presidente del gobierno.
Los asistentes han dicho a Sánchez que no aceptan
su trayectoria política y debe hacer lo propio de un presidente democrático
arreglando la situación en que ha metido al país por su ansia de permanencia en
el poder y su asiento en el sillón curul.
La máxima ha sido el hartazgo y agotamiento de la
sociedad al ver como las palabras, promesas y propuestas ofrecidas a los
ciudadanos antes, ahora y posiblemente después, se constituyen en humo según
pasan del dicho al hecho. No debe extrañar, por tanto, que la forma de predecir
la realidad o ficción de sus palabras pase por conocer previamente si fueron
dichas dentro o fuera del traje de presidente. Tal cual, una película de los
Hermanos Marx.
Tanto la falsa convocatoria de elecciones
inmediatas a su designación tras la moción de censura, cómo la íntima negociación
con aquellos que pretenden romper el estado de derecho e incluso la tibia forma
de enfrentarse a una parte secesionista de la sociedad actual son parte de su
proceder. La aceptación de veintiún puntos obligacionales en las pretensiones
del gobierno separatista catalán, incluyendo entre ellos la paridad en la
negociación entre Estado y Comunidad Autónoma, han aumentado el rechazo. Su
propio partido se ha unido a la queja. No todos, pero sí importantes. Guerra,
García-Page, Vara…Éstos han dejado el perfil y se lo han exigido, pero en su defensa
ha salido la vicepresidenta Calvo alegando la existencia en España de un clamor
por el diálogo.
En consonancia, Sánchez, eludiendo el riesgo, se ha
atribuido la publicación de un libro redactado por la escritora Irene Lozano, donde
refiere las vicisitudes que le han ido ocurriendo desde su llegada al poder en
2014 y cómo, sorteando la verdad, ha conseguido la permanencia en el poder y
sus ventajas. Ciertamente notable. Pero tal ocurrencia de este presidente,
mitad friki y mitad vendedor de humo con ínfulas de estadista, sólo ha añadido
ganas al PP, Ciudadanos y Vox a alentar a sus parroquias en su salida a la
calle y la petición de convocatoria de elecciones. Veremos su resultado. Mientras, reconocer al
presidente su capacidad de llevar al extremo una de las máximas de Groucho Marx:
“…esos son mis
principios, y si no les gusta, tengo otros”. Presidente: ¡Elecciones ya!
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