Me despierto con la noticia de la
presentación del libro del autor americano Michael Wolff titulado “Fuego y
Furia”, que se dedica a poner a caldo al actual presidente de los USA
, Donald Trump. Habrá que leerlo para comprobar in situ si las afirmaciones que se hacen en él, tanto sobre su salud mental como sobre su capacidad para estar al frente de la Casa Blanca, son fidedignos, pero ya se sabe que los escritores USA no se precian precisamente por ser blandos ni flácidos a la hora de despertar pasiones en los lectores americanos. Por las primeras informaciones, el libro ha levantado ampollas de todo tipo sobre todo en los ambientes cercanos al presidente y en el Partido Republicano que le sostiene. Naturalmente, tanto unos como otros han elevado la vista al cielo y con grandilocuentes discursos han negado los cargos. Trump por medio de twiter lógicamente.
, Donald Trump. Habrá que leerlo para comprobar in situ si las afirmaciones que se hacen en él, tanto sobre su salud mental como sobre su capacidad para estar al frente de la Casa Blanca, son fidedignos, pero ya se sabe que los escritores USA no se precian precisamente por ser blandos ni flácidos a la hora de despertar pasiones en los lectores americanos. Por las primeras informaciones, el libro ha levantado ampollas de todo tipo sobre todo en los ambientes cercanos al presidente y en el Partido Republicano que le sostiene. Naturalmente, tanto unos como otros han elevado la vista al cielo y con grandilocuentes discursos han negado los cargos. Trump por medio de twiter lógicamente.
Ciertamente esta literatura no tiene parangón con
algo patrio conocido y mucho menos extrapolado a nuestra política, ya que
considero muy improbable una obra literaria con la misma línea argumental que
la esgrimida por Wolff. Pero todos y cada uno de los cargos políticos que nos
manejan están ahí precisamente porque hemos confiado en ellos y en su salud
mental, en su capacidad de raciocinio, en su estabilidad emocional y sus
conocimientos humanos y legales o en su capacidad de síntesis y en su reflexiva
sapiencia natural. Más, no obstante, a diario nos encontramos políticos qué, en
contra de todos los anteriores principios humanísticos elementales, consiguen
con su actuación que aquellos que les pusieron en el lugar que ocupan no reciban
los beneficios y socorros sociales que se les habían prometido. Su discurso y
su comportamiento, amén de una profunda ineptitud para empatizar hace que, en
muchos casos, sean incapaces de ocuparse de la labor para la que fueron
impuestos. Ello, porque dentro de la azorada vida del político subsiste caminar
otorgando calificaciones poco adecuadas a sus rivales políticos como si ello
fuese alguna máxima a conseguir como respeto a su puesto. Como si sus votantes
les hubieran exigido esos exabruptos contra sus contrincantes políticos como
parte de su programa político. Cierto es que no todos son medibles por el mismo
rasero y cierto es que no todos acaban su periplo político con mochilas a la
espalda, pero aquellas calificaciones, en el común de los casos poco medidas, deberían
ir precedidas de un previo: “al que esté libre de culpa…”. Con ello mejoraría y
mucho el acervo político patrio. Es buen momento, el nuevo año, para pensar y
ponerse al lado de la razón, la conciencia y la capacidad de sacrificio. El
resto no son más que divinas palabras.
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