domingo, 14 de agosto de 2016

CONSORCIOS Y PLUSVALÍAS.


Recuerdo que hace ya bastantes años, el señor Peña -a la sazón alcalde de Burgos- decía a voz en grito (su modo habitual) a todo aquel que le quería oír que Burgos no tendría más que problemas si no se hacían las cosas de acuerdo con los criterios que estaban siguiendo la mayoría de las ciudades del entorno en cuanto al soterramiento del ferrocarril al paso por la ciudad. 
Así, presentaba toda clase de cálculos sobre los beneficios que reportaría a la ciudad a medio y largo plazo, una inversión “mínima” evitando la compra de una ingente cantidad de metros cuadrados de terreno para que pudiesen discurrir por allí las vías que darían lugar al nuevo trazado. No fue posible. Ni siquiera él, con todo el poder que acumuló en aquellos años fue capaz de evitar que se dispusiese lo contrario y que el ferrocarril se tuviese que sacar de la ciudad a golpe de talonario. 

Posteriormente, ya en su etapa en la oposición, siguió machacando con lo mismo, pero ya sin fuerza suficiente para que le pudiesen tener en cuenta. Se creó el Consorcio del desvío y con ello se puso en marcha toda una parafernalia que, bastantes años después dio lugar a la Rosa de Lima. Ahora, de resultas de todo aquello, nos encontramos que por motivos, poco saludables, hay que abonar una cantidad de ciento setenta millones de euros. No me lo puedo creer. La población no se lo puede creer. 
Pero lo que seguro no se va a creer el personal serán las explicaciones que darán los organismos gestores para explicar de dónde va a salir ese dinero. A bote pronto, nos amenazan con terrores nocturnos de todo tipo para aliviarlos. Adivinar no es ni medio bueno, pero mis cuitas me llevan a imaginar que, por quien proceda, ya se estará haciendo un cálculo de cómo y de qué manera se comenzará la caza del euro y temo no equivocarme mucho si anticipo que será a duro golpe de impuesto.

Por ello, ejerciendo una ardua labor ciudadana, me permitiré dar algunas ideas a quien proceda a fin de que la sangría sea general, sin olvidar ninguno de ellos. Obviar los informes del Consejo Económico y Social y elevar de los valores catastrales de las viviendas, preparar una nueva subida del IBI y evadir la devolución de las indebidas (incluso en contra de los criterios de ciertos tribunales), evitar el pago de las deudas pendientes con autónomos o con ganadores de pleitos, mantener el impuesto de plusvalía (incluso subirlo)…
En fin. Lo tiene fácil, en un par de años todo solucionado. De nada.

Si el soterramiento habría evitado, o no, este mejunje que se nos viene encima será cosa de los economistas de la casa grande, pero toda esa pasta que hay que abonar, seguro que como mínimo redunda en mantener otro siglo más el pobre Plantío en las deprimentes condiciones de salubridad en que se encuentra. 



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