Septiembre siempre ha sido un mes que nos despierta
del sueño veraniego y nos abre una perspectiva de la vuelta a la
normalidad. El curso político, el
escolar o la llegada del otoño son parte de ella. Pero este año, el covid, el
largo confinamiento y la desescalada han modificado nuestras rutinas y hemos
conocido nuevos factores.
Las mascarillas, que han venido para quedarse, las
medidas de distanciamiento insuficientes o las vacunas que no acaban de llegar han
redundado en una gran decepción con el gobierno de turno. Quizá los veintitantos
ministros, cuatro vicepresidentes, no sé cuántos secretarios generales y demás
mandanga, sean insuficientes para hacer frente a los coletazos, perdón rebrotes,
de esta repelente pandemia, pero las pocas medidas tomadas, han resultado en su
mayoría estériles. Bien es cierto que buena parte, consecuencia del poco rigor
que ponemos los administrados en cumplir las normas.
Lo cierto es que no vamos a mejor y ver cómo, unos a
otros, se tiran los trastos a la cabeza o se pasan la pelota no mejora las
cosas. Ni siquiera el permanente lanzamiento de globos sonda o hacernos perseguir
zanahorias para perder la vista de la realidad, lo arregla. El justiciable mira sin saber que hacer, cuando la solución a los grandes problemas entre
diferentes Administraciones se resume en la delegación. El gobierno en las
Comunidades Autónomas y éstas en los Ayuntamientos.
Véase, sin ir más lejos, el cuándo y cómo comenzarán
las clases. Es un hecho que los colegios españoles no están preparados ni cuentan
con espacio suficiente para mantener las medidas de seguridad acordadas por el Gobierno
de turno. Han pergeñado infinidad de soluciones: clases online turnadas con
presenciales, grupos de alumnos en tiendas de campaña en los patios o vaya
usted a saber. Poco resultado.
Mientras los ministros de Educación o Universidades
están desaparecidos, me han planteado una solución que seguramente sea acertada.
Si los empresarios han resuelto el problema de la proximidad con mascarillas y
mamparas, pues hagamos lo mismo y pongamos tres mamparas en el norte, este y
oeste de cada pupitre donde se siente un chaval.
¡De dónde sacaremos el dinero para eso! dirán los
políticos, tremendistas. Bueno, evitando polémica y salvando respuestas mucho
más traumáticas, se me ocurre qué en todas las ciudades y pueblos del país se
han cancelado fiestas, cabalgatas, marchas, carrozas, patronas, desfiles…,
festejos, en fin, que daban lugar al recibo de la oportuna subvención o expendio
por parte de la Administración pertinente y que este año se ha ahorrado. Que
mejor destino para ese dinero que en la seguridad de los alumnos. Supongo que
ese dinerillo no utilizado en esos eventos habrá quedado debidamente controlado
¿o no?
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