Cuando escribo estas líneas me encuentro disfrutando
de la festividad de la Inmaculada, Patrona de España y Santa que, seguramente, está en posesión de mayor
número de patronazgos. La Infantería o el Cuerpo Eclesiástico del Ejército son algunos de sus
favorecidos, así como infinidad de parroquias, feligresías y municipios de todo
el país. Entre ellos,
los abogados tenemos el honor de estar patrocinados por tal devoción y a ella se
dedican los actos conmemorativos de tal evento. En esos actos de celebración es
cuando realmente te das cuenta que ese colectivo está formado, al igual que
cualquier otro, por seres humanos. ¿Por qué, entonces, goza de mala fama? Seguramente
motivada por extravagantes y desafortunadas leyendas. No puedo ser objetivo, el
oficio va en la sangre.
Los abogados son personas de las que se suele tener una buena opinión
en particular, pero mala en general. No todas las profesiones pueden congratularse
de tener artículos constitucionales que les acojan, así que ¿por qué esa
reputación llena de chascarrillos y anécdotas? Contaba aquel viejo chiste de
abogados que llega un militar al infierno y con su afán de organización pone
orden todo aquello. Dios que se entera le señala al diablo: ¡oye ese militar
tiene que estar en el cielo!, los militares siempre van al cielo. Obviamente el
diablo se niega y Dios le dice: ¡te demandaré! El Diablo, arrancando a reír, le
contesta: ¡Ah sí! ...y ¿de dónde vas a sacar un abogado? si todos están aquí. Los
abogados siempre han tenido una fama injusta y bastante torticera, obviamente
fruto de un insuficiente conocimiento de su trabajo. No se olvide que la Constitución
otorga al justiciable el derecho a la defensa y asistencia de letrado, esto es,
a la mejor defensa posible, pero el abogado es alguien que defiende un
procedimiento en el que necesariamente no tiene porqué creer. Cierto es que, a no
muchos, les gustaría estar en el pellejo de los abogados que han defendido las
bondades del “proceso”, la defensa de Ana Julia o del “Chicle”. Incluso los abogados
de oficio, defensores en muchos casos de causas imposibles. Series y películas
de éxito han avalado su trabajo, pero aun siendo una profesión pública, se le
reprocha su oneroso coste. Bah, habladurías. Aquella anécdota de una persona que
llega al despacho de un abogado y le expone: “quería hacer una consulta, pero
solo tengo 50€”. El abogado le dice: “por ese dinero tiene derecho a dos
preguntas”. El cliente pregunta: ¿Tenemos mucho tiempo? el abogado contesta: “No.
Le queda una”. Tales argumentos parecen hacer dudar de la habilidad de la Inmaculada
al aceptar tal patronazgo. La buena respuesta es que transmite su gracia a sus
patrocinados. Feliz Patrona. Sigue cuidándonos.
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