martes, 4 de julio de 2017

Blusas y fajas de Burgos.

LA CAMPA de Fuentes Blancas ha dado el último adiós y su particular pobre de mí a las fiestas de San Pedro 2017. Ahora, dispongámonos a pensar, otro largo invierno, para mejorar las próximas. 
Incluso con líos previos, la feria taurina ha resultado insuficiente. Las casetas de pinchos necesitan un repaso de chapa y pintura que las haga renacer. Los fuegos, raquíticos. De la cabalgata, ni hablar. Los conciertos, regular, y la animación de calle, bien, pero ha perdido la solera y el esplendor que un día había tenido y hasta hemos echado de menos al pintor de paisajes al spray o al contorsionista que se ata con cadenas mientras chorrea al público asistente. 

Ahora bien, destacar que, de nuevo el burgalés no ha estado ausente. Aun con la peor cara del clima apropiándose por enésima vez de la fiesta, su proceder y apoyo aun en las peores condiciones climatológicas, no ha decaído. Ha salido a la calle, ha cantado el himno y ha aplaudido al paso de las peñas mientras frotaba las manos para paliar en lo posible la baja temperatura o el agua que la ha acompañado. 

Eso sí, los principales protagonistas de las fiestas han sido de nuevo las Peñas de Burgos. Todas en general. Han sabido defender ese estatus de fiesta que se debe mantener en cualquier evento, desfilando, cantando, jaleando, coreando…, se han mojado y han pasado frio. Se merecen todas nuestras bendiciones y nuestro aplauso, sobre todo los más jóvenes qué, con toda su energía, han puesto las pilas al resto de los asistentes a los desfiles. 

Este año, aun manteniendo su uniformidad: blusa, pañuelo al cuello, algunos con sombrero…, se ha acoplado por derecho propio un nuevo módulo que acompaña al peñista como parte de su propio atavío: el cachi. Con calimocho o tinto peleón, ya sea en vaso grande de plástico o en botella de cinco litros, este aparejo está llamado a ocupar un puesto de trascendencia en futuros festejos, utilizándolo a menudo los blusas para saciar la sed que provoca un ¿caluroso? desfile. 

Más los efectos, no se podían hacer esperar. La ingesta llena las vejigas y el rápido alivio es obligado. Pero ¿dónde? Es evidente que ese sano alivio no puede ser a costa de los setos de la calle Vitoria, los garajes comunitarios o la creación de una suerte de tienda de campaña para tapar las vergüenzas que supongan orinar en sentadilla. Tranquilos, con las buenas vibraciones que generan las Peñas, seguro que ninguna cafetería se negará a prestar sus servicios de baño a quien los requiera.

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