Se
decía en un bar entre unos hablantes, mientras pasaba la manifestación, si un
feminismo mal entendido puede acabar con el mundo. Un poco exagerado pero
interesante como propuesta para otra carta.
La
valoración de la huelga del día de la mujer trabajadora y si ha tenido éxito o
no, la deberán hacerla los medios de comunicación que estimarán los resultados.
De momento, los periódicos se han apuntado al carro de valorar la asistencia a los
efectos que ha hecho en el resto de la sociedad y sobre todo las connotaciones
de carácter general que ha llevado consigo. Poco que decir después de tanta
verdad solicitada y poco que decir después de un planteamiento que se ha hecho
exigible dadas las actuales condiciones y ciertas desigualdades entre hombres y
mujeres.
Pero
si la huelga era necesaria o no es algo que va ínsito en el propio lema general
de la convocatoria: “si se paran las mujeres se para el mundo”. Este lema es de
Perogrullo, es evidente que sí. Nadie en su sano juicio sería capaz de
contradecir una verdad absoluta como esa. Pero para mantener eso, no hace falta
una huelga.
El
problema de todas las huelgas es que además de pedir o reivindicar lo que se
pretenda, se politizan absolutamente y depende mucho de quien las hubiera convocado
para ver la dirección que se toma. Aquí, dadas las especiales características
de lo que se pedía y de quien lo pedía, se ha pretendido distanciarla de las
huelgas generales de toda la vida.
Eran las mujeres quienes lo pedían, como
eran las mujeres quienes solicitaban que las brechas desapareciesen tanto en el
ámbito social como en el laboral como en el familiar. Alguno habrá que haya
pensado que ésta era una huelga rosa. Nada más lejos de la realidad. Ahora
bien, no era una huelga al uso. Era mucho más fina, más exquisita. Por eso no
ha habido grandes reclamaciones cuando se comunicó la protesta.
Pero
las organizaciones no han entendido que estas reivindicaciones no pasaban por
intentar abusar de la gente que, por los motivos que fuera, pretendía hacer uso
de su legítimo derecho constitucional a no hacer una huelga y así sin atender a
la connotación de que se trataba de una huelga de mujeres se han dedicado a
fortalecer a los piquetes informativos pretendiendo que una de las soluciones
para conseguir mayor aceptación entre las mujeres y hombres y conseguir la
disminución de todas las brechas posibles era, sencillamente, querer cerrar
tiendas.
Las
mujeres no se merecen eso. Si lo que se pretende es la igualación, no podemos
pasar por empezar igualándonos a las huelgas generales en las cuales se
pretende cerrar todo para conseguir un objetivo.
No será fácil conseguir que
cada vez que se quieran reafirmar estas peticiones, sea necesario hacer una
huelga. Quizá sea suficiente la manifestación, eso sí, multitudinaria.
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