lunes, 18 de enero de 2016

DURA LEX, SED LEX


Poco quedaba por decir sobre el proceso de independencia de Cataluña y me había hecho el firme propósito de resistir lo posible a opinar sobre ello, pero ver al Sr. Homs desayunando en la Primera Cadena y explicando los motivos por los que Cataluña tiene que dejar de ser una parte de España para pasar a ser una república independiente, me recordó que esa situación no es algo de unos pocos, sino de todos. 

Serio, pero haciendo ojitos a la cámara cada vez que tenía que explicar una cuestión comprometida, tuvo que defender como pudo la postura marcada por el proceso independentista en la que se ha planteado la ruptura unilateral del marco legal por el que se constituye el estado español. 

Remedando a Artur Mas y al resto de la compañía, el parlamentario en las Cortes Generales por el partido Democracia y Libertad, defendió desde su posición de diputado, la quiebra del statu quo legal y la desobediencia al Tribunal Constitucional, mediante el manejo de un discurso sostenido en el “y tú más”, limitándose al consabido runrún de que ha sido el gobierno de España el que con su, incapacidad de diálogo, ha afectado al autogobierno catalán, al no haber reconocido sus peculiaridades y particularidades.

Esa canción, la misma que se ha seguido en todo el proceso independentista, olvida que, los reconocimientos se le dieron, a esa Comunidad Autónoma, en el mismo momento en que se promulgó la Constitución. Esa es la Ley. La máxima Ley. Y esa Ley deja claro, en su artículo dos, que se fundamenta en la indisoluble unidad de España.

El brocardo que rotula estas líneas, no por antiguo está agotado. La ley es dura, pero es la ley y no por perjudicial puede ser quebrantada. El cumplimiento de la ley es exigido y exigible y debe ser reconocido desde todas las instituciones del Estado, sin olvidar en ningún momento que el Parlamento de Cataluña no es más que una de ellas. No es válido en ningún supuesto el argumento que se apostilla desde esa facción de que las leyes están para cumplirlas y si no para cambiarlas. Ni siquiera aunque, hipotéticamente, pudiera estar apoyado por algún interlocutor válido de carácter internacional, que a esta fecha no tiene. 

Defender una postura como esta, diciendo que no se va actuar al margen de la ley, o que, la desconexión jurídica se llevará desde el marco legal de Cataluña, saltándose directamente la Constitución Española, no puede entrar en el concepto abstracto “la política catalana tiene sus complejidades” o en la de “realmente somos creativos”. Pero si así fuese, esperemos que esa creatividad sirva para recordarles que un pueblo que olvida su historia es un pueblo sin futuro.



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