Pasadas las elecciones, da la impresión de
estar repitiendo lo sucedido hace seis meses. El presidente, en funciones,
Sánchez, arropado por los consejos de sus ¿asesores? había visto la oportunidad
de arrasar en una nueva convocatoria de elecciones plebiscitarias donde la propuesta
única sería “o yo o nada”. Sus asesores auguraban una goleada brutal, así que
le aconsejaron meterse en este embolado, que deberá ser bien estudiado en las
Escuelas de Ciencia Política.
Lamentablemente para él y aunque el PSOE haya
ganado las elecciones, lo ha sido pírricamente bajo la consecuencia añadida de
continuar obligado a pactos que no ha querido hacer en la anterior
convocatoria.
Sánchez pierde 700.000 votos que
se han confundido y un importante trasvase ha ido de Ciudadanos al PP y otro
casi igual del PP a Vox. Así que el PSOE ha bajado y el PP ha subido. Todo al
revés. Vaya despropósito. Con el inri de la subida
exponencial de Vox, mucho mayor que la de los otros partidos y el
agravante de la entrada de forma salvaje de un cúmulo de partidos nacionalistas,
ávidos de independencia.
Ahora, aunque Sánchez haya sufrido ya en sus
carnes, el dolor de maniatarse a gobiernos del tipo Frankenstein como el
utilizado para aprobar la moción de censura, para ser presidente de gobierno sólo
le queda la opción de pactar (parchear) con los nacionalistas o llevarnos a otras
elecciones.
Pero también está la opción de cuadrarse con otros
qué, aún lejos de su cuerda, ayuden a desbloquear la situación. Incluso, si por
el bien del país fuera, cobrando su dimisión como peaje necesario. Lo contrario
será continuar en la desazón de acudir a las urnas cada cuatro o cinco meses.
Un pacto de ese tipo, posiblemente, obtendría
mayoría suficiente para modificar nuestra Ley Electoral. Sí, aquella que, hasta
ahora, grandes mayorías absolutas no se han atrevido a modificar ni tocarle por
si fuese necesario mendigar ese voto.
Vivimos un período político nuevo en que, al igual
que en cualquier país moderno, los partidos deben pasar por un filtro que
regule su inclusión en el hemiciclo y colegir que los votos logrados en una Comunidad
Autónoma no pueden tener más valor que los conseguidos en todo el país y si no que
se lo pregunten a Ciudadanos que, con más del doble de votos que ERC, ha sacado
tres escaños menos. Pobre definición de igualdad del voto.
En fin, los asesores del presidente que le han aconsejado
meterse en este fregado le han colado un gol, así que recomendarles no apoyarse
en plebiscitos que, al igual que las elecciones, los carga el diablo.
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