Con estas breves líneas quiero romper una lanza
a favor de nuestro presidente del gobierno en funciones y de nuestro próximo
vicepresidente ahora in pectore al respecto del acuerdo a que han llegado tal
día como hoy y por el cual van a tener derecho los dos a un gobierno de
coalición en el cual la democracia y los valores fundamentales de las
izquierdas brillarán a razón de cómo vaya el nuevo vicepresidente.
Ese pacto que, no nos engañemos, era lo que realmente
estábamos necesitando los ciudadanos para conseguir, por fin, la formación de
un gobierno progresista que fuese capaz de contener la horda derechista de Vox
o lograr la dimisión de Rivera, nos ha sido concedido. Y su corolario es que ambas
cosas se han conseguido. La derechona ha parado en 53 diputados y Rivera ha dimitido.
Sus detractores inmediatamente le han opuesto
las hemerotecas, afirmando que el presidente en funciones no las resiste. Bueno,
yo no llegaría a tanto. Se habla mucho
sin saber. Quizá sea porque hace poco tiempo dijo que sería incapaz de dormir
si tuviera que hacer un gobierno en el cual estuvieran Podemos o Pablo Iglesias.
Pero esa es una razón poco convincente porque quizá lo que él había querido decir
es que era suficiente con estar acostado.
Por otra parte, el presidente en funciones
siempre ha dicho que ni antes ni después el PSOE pactaría con el populismo y
que él estaba en contra de crear un gobierno populista o pactar con un partido
populista o de carácter populista que pudiera estar en contra de los designios
constitucionales o que estuviera favor de regímenes poco patrióticos y anclados
en algún tipo de populismo de tipo Venezuela, con pobreza, cartillas de
racionamiento o desigualdad. Eso no tiene la menor importancia, porque con este
pacto, lo que realmente conseguirá el presidente es que el nuevo vicepresidente
in pectore logre que todos dispongamos de casoplón donde descansar nuestros sufridos
huesos de operarios.
Decirle a toda esa gente que está en contra de
que se haya podido hacer este pacto que se ha hecho en el momento necesario. No
se ha podido hacer antes porque había que esperar a esto precisamente: contar
los votos obtenidos y observar si se perdían escaños y con eso poder. Podemos
ha perdido 10 diputados y el PSOE 3 y en total han perdido un millón y medio de
votos. Así que no fuera a ser que no pactando entre ellos se llegase a la
conclusión de que había que ir otra vez a elecciones o que incluso la derecha
pudiese conseguir tener una mayoría más o menos nítida que hiciera que
tuviéramos que repetirlas y que en vez de perder ese millón y pico de votos,
estuvieran perdiendo 4 ó 5 millones. Es decir, el pacto está más que justificado.
Hay que hacer lo que sea con tal de mantener el poder, con tal de mantener el
status y con tal de mantener el sillón.
¿Y qué dirán los ciudadanos que hayan puesto su
voto en manos de Pedro Sánchez y su actual PSOE? ¿Podrán quejarse del pacto? Pues
bueno se podrán quejar, pero la realidad es que la mirada del presidente diciendo
que no nos preocupemos o que por fin se ha llegado a un gobierno de consenso,
seguro que tranquiliza mucho a la parroquia.
Además, el presidente podrá mantener su estatus
de viajero y ocupante “falconiano” dando vueltas al mundo, en la tranquilidad
de qué durante sus ausencias, el país estará perfectamente gobernado por el
vicepresidente in pectore Pablo Iglesias.
En fin, salvando las distancias y si se me
permite un símil cinéfilo, compararlo con una escena de la película El
Jurado basado en un libro de John Grisham en el que el personaje de Rankin Fitch, interpretado
por Gene Hackman, explica cuál es su papel en aquella función diciéndole al
resto de su equipo “Los juicios son demasiado importantes como para ser
decididos por un jurado”.
Sí, amigos, sí. No sé si necesitará ser disculpado,
pero en cualquier caso disculpémoslo. Lo ha hecho por nosotros. La política es demasiado
importante para dejarla en manos de los votantes.
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