jueves, 15 de febrero de 2018

CARNAVAL BURGALÉS.



Cuando los romanos se plantearon hacer del disfrute y el regocijo una de sus máximas de existencia, dándose la vida padre con las fiestas de invierno (Saturnalia) o las celebraciones bacanales, no se imaginaban que éstas serían la base de lo que posteriormente se vendría a llamar Carnaval y que en su cumplimiento, estaría implicada prácticamente toda la humanidad.

Sus inicios fueron estrictamente religiosos, encontrados en la penitencia cristiana y con una duración de cinco días desde el jueves lardero hasta el martes de carnaval, siendo éste, la víspera del miércoles de ceniza en que comenzando la cuaresma cristiana, el piadoso se vería obligado a dejar de comer iniciando un largo período de ayuno y abstinencia, cuyo abandono caería bajo grandes penas y suplicios.

Pero tales precedentes se utilizaron para disfrutar de un período de descontrol e indisciplina, tanto en los hechos como en las comidas, ciertamente consentido por la autoridad religiosa que veía en ello un acicate para que los fieles consiguiesen fuerzas para afrontar el duro camino cuaresmal que les quedaba por delante. La historia ha hecho el resto colocando la fiesta “carnavalera” dentro de las más vistosas del acervo costumbrista de las tradiciones nacionales.

El carnaval de Venecia con su sensibilidad y perfección. El carnaval de Rio con su belleza y esplendor. El Mardi Gras, bullanguero antes de la abstinencia. Incluso el de Notting Hill, aunque se celebre en verano, donde el calypso, el reggae o la soca recuerdan los orígenes caribeños de la fiesta.

Todas las ciudades han utilizado esta leve autorización para desmadrarse levemente y dejar de lado sus vergüenzas, disfrazándose de cualquier variedad que nos presente la actualidad o de lo que a cada uno le parezca. “De choqueiro” se decía en Galicia de aquel qué, disfrazado de algo, no quedaba claro su origen.

Pero los carnavales no son solo para esas grandes celebraciones, sino también para esas ciudades o pueblos qué sin tener una gran tradición carnavalesca, ponen toda la carne en el asador para que los ciudadanos sean conscientes de lo que es un carnaval en esos grandes acontecimientos.

En Burgos habrá un extenso programa bajo la mirada, no de Don Carnal sino de Don Clima que será quien, en última instancia, autorice el empuje de la fiesta. Recuerdo un año en qué, concentrados en el sambódromo de la calle Laín Calvo, una troupe de bailarinas brasileñas se esforzaban para animar el carnaval a los sufridos burgaleses que allí estábamos aguantando el tirón de 4 o 5 bajo cero. A ellas las acompañaba un subalterno que las ofrecía un licorcillo para mejorar la temperatura.

Habrá de todo: comparsas, chirigotas, fanfarrias, animales mitológicos, tarascas, cachidiablos, zamarracos o peleles o el propio Cid, pero además nos han prometido a Leticia Sabater y 'El Sevilla' para el Entierro de la Sardina en La Flora y la Quema del Cacique en Gamonal.

Como dijo el speaker desde lo alto del palco situado en la Plaza Mayor: “joder que frio hace”, para inmediatamente arreglarlo con un “hacer un carnaval con 14 grados no tiene ningún mérito”.

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